Anna Carreras: Un francés a medianoche

Un francés a medianoche Libros Prohibidos

Título original: Encén el llum
Idioma original: Catalán
Año: 2017
Editorial: Navona
Traducción: Anna Carreras
Valoración: Está bien

Un erotismo elegante, pero frío

Corren malos tiempos para la novela erótica. Tras el éxito de 50 sombras de Grey, parece ser que el único erotismo literario que pueda digerirse hoy el día sea ese sadomasoquismo descafeinado que propone L.H. James y que, bajo mi juicio, no es otra cosa que una puesta al día de la novela romántica tradicional. El verdadero BDSM, como puede verse en este artículo, es otra cosa.

50 sombras Un francés a medianoche

Escena de 50 sombras de Grey.

Por esta razón no es de extrañar que los autores que opten por un erotismo diferente se vean obligados a marcar distancias desde el primer momento. Esto es lo que hace Anna Carreras en el capítulo 0 de Un francés a medianoche, una especie de prólogo en el que trata de dejar claras sus intenciones.

«(En este libro) no hay ningún joven empresario ni ninguna incongruente estudiante de literatura. El BDSM no es el argumento ni el filón para embutir páginas de falso erotismo ni para pensar en trilogías millonarias».

Tras la estela de Anaïs Nin

Anaïs Nin Un francés a medianoche

Anaïs Nin

Entonces, ¿qué tipo de erotismo nos encontraremos aquí?  Está claro que la autora, licenciada en Filología Catalana y Española, autora de cinco novelas, traductora y ensayista, no es ninguna advenediza. Lo vemos desde el primer momento. El manejo del lenguaje, rico pero en ningún caso barroco, y  el fluir armonioso de su prosa nos descubren una autora con experiencia, inteligencia y talento innato.

En Un francés a media noche, vemos prosa poética, pero también registros muy reales  («al coño, coño, y a la polla, polla», como se especifica en el ya comentado capítulo 0). A años luz del erotismo simplón de L.H. James, Anna Carreras profesa un erotismo refinado al estilo de Anaïs Nin y, al mismo tiempo, contemporáneo. La autora, además, no se limita a describir la relación física entre la protagonista y sus amantes,  sino que también ahonda en el plano emocional, alternando un sexo crudo, a veces, incluso pornográfico, con la ternura y el amor.

El semen como elixir de la eterna juventud

Pero vamos con la historia. El arranque es interesante. Blanca, una joven escritora, sigue los dictados de las Tigresas Blancas, una antigua secta china cuyas seguidoras utilizan la felación para rejuvenecer su cuerpo y su espíritu. En una suerte de alquimia secreta, el semen les ofrece la energía necesaria para mantener su belleza y juventud. Cuantos más hombres caten, más cerca están de la inmortalidad.

Tigresas blancas Un francés a medianoche

Tigresa blanca

«Las semillas blancas que emanan de los exquisitos falos de sus compañeros de juego, los ya míticos Dragones Verdes, permiten lograr a la tigresa una inusitada juventud y el acceso a otro plano espiritual»

Colocadas las fichas, empieza la partida. El arco temporal son los tres años que Blanca necesita para conseguir la primera parte de su formación como Tigresa Blanca. Parece que lo tiene todo organizado. Dispone de su «Dragón de Jade» o Anju (Juan) el amante principal y el único que puede penetrarla, y de varios «Dragones verdes» amantes temporales que le suministran el semen que necesita.

En Un francés a medianoche se alternan dos voces, ambas narradas en primera persona, la de Anju y la de Blanca, un recurso interesante que permite conocer los distintos puntos de vista de los dos personajes pero que, en ocasiones, confunde, debido a que el registro entre ambos es muy similar. Las escenas eróticas son continuas y numerosas, descritas con todo detalle y alternando acertadamente las imágenes visuales potentes con el lenguaje crudo, soez incluso.

«Sho se baja los pantalones. Su sexo me mira, insolente, rutilante, liso y duro como un trozo de mármol. Le escupo y le acaricio con la lengua, que gotea. Te lo haría cada día, le digo sin mirarle a los ojos y con todo el convencimiento de que no seguiré adelante».

Una novela que no nos pone

A medida que avanza la novela, vemos el cambio de Blanca, cada vez más joven, cada vez mas ingenua, gracias a detalles dejados como por casualidad pero muy ilustrativos, como las muñecas «Monster High», o expresiones como «Estoy flipando». Anju contempla esta transformación desde la distancia, sin juzgar, respetuoso con sus creencias.

Luis García Berlanga Un francés a medianoche

Luis García Berlanga

El final, con sorpresa pero lógico al fin y al cabo, nos deja, sin embargo, con un extraño sabor de boca. Hay algo que falla en esta fórmula perfecta, en este calibrado producto. Decía Luis García Berlanga, director de cine e impulsor del famoso concurso La Sonrisa Vertical  que la buena literatura erótica es aquella que se lee con una sola mano. Y en Un francés a medianoche, a pesar de sus escenas explícitas y de la minuciosidad del lenguaje, esta premisa no se cumple. La lectura de esta novela no resulta excitante sexualmente, no nos pone. Algo falla. Es posible que sea la falta de ambientación previa a las escenas eróticas (la autora siempre entra de forma demasiado brusca en ellas), la frialdad con la que reaccionan los personajes o el tono de alta literatura tan presente en la novela y tan inapropiado para un obra que, al fin y al cabo, no deja de ser de género.

Un francés a medianoche es, por lo tanto, hermosa y perfecta como una estatua de mármol, una estatua demasiado fría como para resultar excitante.

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