¿Por qué las personas con discapacidad intelectual no escriben ficción?

Discapacidad intelectual. Libros Prohibidos

En el año 2016, la agencia del ISBN registró la publicación de más de ochenta mil libros en España. Dejando de lado textos vivenciales y de sensibilización, generalmente insertos en distintos proyectos sociales, apenas encontramos obras escritas por personas con discapacidad intelectual. Al menos, no encontramos nada vinculado a la ficción literaria. Lo cual sin duda es llamativo e invita a la reflexión: ¿indica esto que las personas con discapacidad intelectual no escriben ficción? ¿O intervienen otro tipo de factores?

Algunas aclaraciones previas

A la hora de abordar la discapacidad en general, es importante entender que hablamos de un término multidimensional, relacional y variable. La discapacidad no se encuentra en la persona, sino en su relación con el entorno. De esta manera, el contexto social puede ser más discapacitante, o más inclusivo, en función de los apoyos que pueda o no pueda prestar al individuo. Así por ejemplo, una persona que utilice silla de ruedas tendrá más problemas de funcionamiento en un contexto plagado de barreras arquitectónicas, que en un contexto físicamente accesible. O una persona que no sepa leer podrá desenvolverse con mayor autonomía en su entorno si dispone de un sistema de pictogramas adecuado a sus necesidades.

Por este motivo, a mí me parece más apropiado hablar de discapacidad que de diversidad, porque este último término pierde de vista la exigencia moral que se le debe plantear a la sociedad en su conjunto: articular los apoyos necesarios para el total funcionamiento de las personas que la componen.

Por otro lado, es importante contraponer estas ideas con la visión estereotipada que se tiene habitualmente de la discapacidad, y que se plasma también en la literatura. Tal como explica Hugo Camacho, la ficción narrativa, en los casos en que aborda la discapacidad, maneja los siguientes conceptos: superación, curación milagrosa, negación, o victimismo. En mi opinión, todo ello responde a un imaginario más amplio y que alcanza el día a día de las personas con discapacidad: las realidades que viven son siempre entendidas como algo intrínsecamente malo, y además, algo que les atañe en exclusiva y con lo que de una manera u otra tienen que lidiar. En el caso específico de las personas con discapacidad intelectual, se añaden una ristra de estereotipos que les estigmatizan: no son niños especiales, ni angelitos, ni seres bondadosos per se; no son obsesos sexuales incapaces de controlar sus impulsos, pero tampoco carecen de vida sexual.

Creación literaria y lectura fácil

¿Qué puede esperar una persona con discapacidad intelectual si se enfrenta al reto de crear ficción literaria? En primer lugar, sabemos que todos los escritores son siempre buenos lectores. Sin embargo, las dificultades de comprensión lectora que puede tener una persona con discapacidad intelectual le imposibilitarán de facto para acceder a casi la totalidad de la literatura universal. En ese sentido, la literatura es discapacitante (o poco accesible). Las obras de ficción literaria están plagadas de juegos retóricos, saltos temporales y fórmulas lingüísticas difíciles de entender. En segundo lugar, la visión estereotipada de la sociedad, en el peor de los casos, le negará a la persona el derecho a escribir «cosas de adulto», aludiendo a su nivel cognitivo. En el mejor de los casos, le exigirá de manera implícita que escriba acerca de su discapacidad, las limitaciones que arrastra y el modo de superarlas.

¿Cómo resolver estas barreras? En cuanto a la lectura de obras de ficción, cada vez están más extendidos en el entramado asociativo los clubes de lectura, y la difusión de obras adaptadas a lectura fácil. En ese sentido, la labor que está llevando a cabo la organización Plena Inclusión facilita el acceso a la cultura a personas que en principio no se contarían entre el público objetivo en el que suelen pensar los autores de ficción. La adaptación de textos a lectura fácil legitima la experiencia lectora no sólo de personas con discapacidad intelectual, sino también de cualquier colectivo con dificultades de comprensión, como pudieran ser los inmigrantes de habla no hispana o los mayores, generando un mundo más inclusivo y accesible.

Discapacidad intelectual. Lazarillo de Tormes. Libros ProhibidosAhora bien, ¿significa esto que todos los autores deben escribir o adaptar sus obras a lectura fácil, so pena de discriminar a las personas con dificultades de comprensión? Obviamente, la respuesta es negativa. La lectura fácil maneja unos códigos que contravienen los criterios estéticos de la literatura, como por ejemplo la repetición explícita del sujeto en la construcción de oraciones, la limitación de tiempos verbales o el uso de terminología concreta y reconocible. Obras cumbre de la literatura universal, como Crimen y castigo, o El gran gatsby, difícilmente podrían ser adaptadas a lectura fácil. Sin embargo, tener en cuenta la posibilidad de redactar más obras en lectura fácil (como el ejemplar de Lazarillo de Tormes de la editorial Almadraba, en la imagen), como un recurso de entre los que puede manejar el autor, y dirigir de cuando en cuando la mirada hacia las personas con dificultades de comprensión lectora, sí resultaría positivo.

Por otro lado, si la edición en lectura fácil es limitada, y por tanto la imagen de la persona con discapacidad intelectual como lectora apenas está extendida, la difusión de textos escritos por personas con discapacidad intelectual es mínima, y en general, la imagen de la persona con discapacidad intelectual como autora es inexistente. Resulta difícil hallar entornos inclusivos y normalizados, donde se puedan volcar los productos alcanzados. Y aquí no hablo sólo de la labor de las editoriales, sino también de ayuntamientos, revistas especializadas, o portales web. Lo cierto es que la producción literaria de personas con discapacidad intelectual no entra en el imaginario colectivo, y las actividades relacionadas con la creación literaria no suelen contar con los apoyos necesarios. Las pocas convocatorias que existen suelen ser segregadas y vinculadas a la visibilización del colectivo en cuanto tal.

En el desarrollo efectivo de los talleres de creación literaria, las personas con discapacidad intelectual, además del ya mencionado déficit de experiencias lectoras, muestran una especie de agudización del miedo a la página en blanco, vinculada en mi opinión a los estereotipos sociales. Si aceptamos que la creación literaria es uno de los terrenos donde la persona se puede desenvolver con mayor libertad (por ejemplo, imaginando mundos alternativos con personajes mágicos), encontraremos que esa pretendida libertad entra en contradicción con las barreras y límites que se le imponen desde fuera. Remitiéndome de nuevo al texto de Camacho, es muy importante resaltar que a las personas con discapacidad se les impide imaginarse de otra manera que como discapacitados, utilizando aquí el término «discapacitado» con  toda intención. Por eso, la posibilidad de crear ficción, y con ella, de construir identidades alternativas a las preestablecidas por la sociedad, es un salto a lo desconocido, y asusta. Sin embargo, una vez superado ese miedo, el desarrollo creativo es exponencial. Así, la tarea fundamental en los apoyos a la creación literaria, más allá de la calidad del producto que se alcance (que por supuesto se alcanza), es el refuerzo del empoderamiento personal, la construcción de identidades y la reivindicación de la capacidad creativa, frente a un contexto hostil que repetirá hasta la saciedad los estigmas antes mencionados.

Por ese motivo, apoyar a las personas con discapacidad intelectual en la lectura y en la escritura es también una manera de contribuir a un mundo más justo, igualitario, inclusivo y accesible, en el que todas las personas tengan las mismas oportunidades. Superar la página en blanco, en el caso de las personas con discapacidad, es hacer frente no sólo al desafío del texto, sino también a la discriminación social que sufren diariamente, tarea desde la que nos interpelan a todos y cada uno de nosotros.

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Foto de portada: Un Bleu Kreuz