Fernando Pessoa: Cuentos

Idioma original: Portugués
Año: 2016
Editorial: Páginas de Espuma
Traducción: Manuel Moya
Género: Antología de relatos
Valoración: Recomendable

Menudo viaje. Me siento al terminar este libro como si hubiera cruzado la jungla, una espesa, por momentos impenetrable, críptica también; pero llena de hallazgos, de deslumbrantes palabras, de salomónicas ideas que me han retado y me han obligado a exprimir la mente y la pasión que sentía (y después del trayecto aún siento) por este autor que es muchos autores, por este hombre que las crónicas pintan de insignificante en el físico pero que ha atraído con su literatura la atención de generaciones de lectores y estudiosos. Conocí a Pessoa por sus heterónimos, en sus poemas facturados con tanta maestría que resulta increíble que una sola mente haya concebido tal variedad de sólidas voces. La fascinación que desde entonces arrastro es lo que me llevó a recoger el guante de este reto lector del que he salido hecho unos zorros pero satisfecho y enriquecido. Ahora conozco más al autor y sus obsesiones, sé cómo se desempeñaba en esto de la prosa y también he experimentado la frustración de lo inacabado, de la obra truncada, de lo inconexo y, por momentos, carente de sentido.

Como digo, no es esta una lectura fácil; pero sí que me atrevería a decir que esta obra (y las que vendrán del portugués) era necesaria y, para sus admiradores, una auténtica experiencia de inmersión a pulmón libre en la que lo más probable es tener que subir a la superficie antes de haberlo visto todo. Pero no importa, su permanencia nos dejará regresar, retornar a la sima, volver a zambullirnos, no sin antes buscar el equipo necesario para aguantar lo suficiente ahí abajo, en los contundentes fondos de un escritor inmenso.

Más que un libro de relatos esta obra es un enigma construido a golpe de cuentos. Interesará especialmente a los amantes de la trayectoria de Pessoa; pero una vez vencido el respeto que se pueda sentir ante la lectura de un titán, veremos que tiene cosas que ofrecer a cualquier lector dispuesto a una lectura activa y sugerente. Uno acaba acostumbrándose a las numerosas omisiones e incongruencias de los relatos por rematar que va encontrando y perdona, cuando entiende el espíritu de esta antología, el aparente caos. Cuando la mente se ha acostumbrado al mal de altura nos descubrimos incluso preguntándonos acerca del porqué de esas ausencias, queremos saber dónde han ido a parar los retales que faltan o qué hubiera escrito el autor si le hubiera dado tiempo a retomar este o aquel relato. Perdonamos a Pessoa porque es Pessoa, porque sabemos que lo que nos ofrece es más de lo que nos niega.

Este es uno de los pocos libros en los que el prólogo, a cargo del también traductor de los cuentos: Manuel Moya, resulta casi imprescindible para calentar motores ante lo que se nos viene encima. El trabajo editorial, mastodóntico y muy de agradecer, aporta algo de sensatez a ese baúl caótico del que el portugués sacaba sus hojas desordenadas cada noche y se dejaba llevar por la escritura. Comienza la recopilación con los relatos más conseguidos y más elegantes. Se da prioridad a los cuentos que sí terminó, para, poco a poco, ir acumulando perlas taradas, ir atragantándonos (sarna con gusto no pica, dicen) con los textos inconclusos, unos breves y otros muy extensos, en los que el lector siente que se ahoga, pero en los que no puede evitar quedarse por miedo a que se le pase por alto algún destello del ingenio del escritor.
En el mencionado prólogo podemos leer:

Como enseguida comprobará el lector de sus cuentos, estos están impregnados de la necesidad suya de transgredir y de autoinventarse, pero también podrían interpretarse como la manera suya de autoanalizarse. Sus cuentos a veces distan poco de sus ensayos —pues a veces derivan en puros ensayos—, o de sus poemas, y uno de los problemas que se nos plantea a veces entre unos y otros es dónde poner la línea de separación. En casi treinta mil documentos escritos y amontonados en su arca, encontramos un poco de orden y un cierto caos, y a setenta años de su fallecimiento aún se está lejos de haber clasificado y compilado todos y cada uno de esos documentos. Mientras, sus sufridos editores, se las ven y se las desean para hacer frente a todas las posibles combinaciones a que su obra da lugar. También ocurre que algún que otro editor toma el camino del medio adoptando decisiones arbitrarias y poco coherentes.

Sirva esta cita como prueba de esa dificultad que he atribuido a la empresa de editar esta obra, y para poner en valor el que Páginas de Espuma se haya atrevido a hacer un acercamiento a este puzle humano que fue el lisboeta. En lo técnico encontramos una traducción cuidada a pesar del reto que algunos de los textos debieron suponer por su estructura enrevesada y por un léxico que suele rozar lo exquisito.

No creo que tenga mucho sentido extraer relatos individuales porque los hay de tal variedad en su longitud, estilo, tema e intención que destacar uno sería no hacer justicia al afán totalizador de este libro. Sí que quiero aportar una especie de manual de campo, de bitácora, en la que os muestro todo lo que encontré en mi exploración. Queda dicho y redicho que este autor era en realidad muchos autores y eso se hace patente en esta antología. Hallaremos varios tipos de prosas: la minera, que horada el relato obsesivamente hasta que lo agusana y lo deja vacío, que extrae de lo que cuenta todo el mineral y deja agotado pero satisfecho al lector; la clasificatoria, tan del gusto del autor, que tiende a ordenar acontecimientos para después proceder a categorizarlos según argumentos de la razón; también hay prosa con marcado cariz fantástico, hay novela negra, hay referencias y detalles que recuerdan a otras prosas. Prosa, prosa, prosa; ríos de prosa. Pero es en los relatos terminados (no muchos, una lástima) donde asistimos a la solidez que demuestra el autor, al dominio del arte de escribir. Nada se le escapa, todo merece su atención.

Destaca un aspecto que desconocía y que me ha resultado muy grato: el humor, un uso elegante del mismo que a veces se apoya en el pensamiento expansivo y en las divagaciones filosóficas a las que, además, suele añadir una buena ración de misterio. Una sensación aparecía constantemente a medida que avanzaba en la lectura: la modernidad o quizás, más bien, la atemporalidad en la forma de concebir la literatura que se ve potenciada con el conocimiento profundo de la conducta humana y el domino de los referentes históricos y filosóficos que con profusión aparecen en los textos. A veces esta amalgama de sabiduría desemboca en historias que apabullan e intimidan. Pero si hemos conseguido llegar al punto de caminar dejándonos llevar, comprobaremos como nada importa leer desde un lugar distinto al que estamos acostumbrados; uno lleno de incertidumbre, pero también de intuición y curiosidad.

Tengo la sensación de que esta reseña no resultará muy halagüeña para aquel que quiera iniciarse en la literatura de Pessoa, pero no todas las antologías pueden ser antológicas. Esta se convertirá en imprescindible para los amantes del portugués y, aunque de espinosos prolegómenos, para los que aún no lo son ofrecerá variados motivos para acercarse a conocerlo. Servirá este volumen como llave para abrir a esa famosa arca en la que el luso derramaba sus textos inéditos. Un receptáculo que ha ido ganando prestigio y misterio desde la muerte de Pessoa y que Páginas de Espuma ha decidido “profanar”, interpretar y ofrecernos en uno de esos raros gestos de amabilidad en este mundo donde ya no hay tesoros por descubrir a no ser que tengan que ver con lo crematístico.

En definitiva y para ir terminando, he tenido entre mis manos un rompecabezas sin solución. No es este un libro al que venir a parar por casualidad ya que tiene cierto carácter académico y un deje enciclopédico que, de primeras, no favorece el enganche del lector incauto. Sin embargo, al que ya sepa quién era este portugués guadianesco y con tendencia a dejar inacabados sus párrafos esta obra le atraerá y, si acepta el reto, saldrá reforzada su fascinación por lo que este artista hacía, decía y callaba.