Malenka Ramos: Quimera

Título completo: Quimera. Las edades bárbaras
Año: 2016
Editorial: Titania
Género: Novela erótica
Valoración: Mejor no

Quimera es una de las peores novelas que he leído en toda mi vida. Desde luego, es la peor novela que he leído este año y seguramente el pasado también. Hay ya, en esta web, una crítica de otra novela de la autora, Juega conmigo; tampoco quedó muy bien parada. ¿Os parece bien que pasemos a una disección de la obra? Por supuesto, no estaré hablando de la autora sino de la narradora y del libro y sin pretender ofender a persona real alguna. Dicho esto:

Quimera cuenta la historia de un grupo de niños que viven, maltratados y tristes, en un orfanato. En la adolescencia tempranita, se sumen en la depravación más absoluta (o eso quieren hacer creer al lector: tampoco es para tanto, ya os lo digo) y juran que, al ser mayores, retornarán a la casa donde crecieron, Quimera, reformada y habitada por uno de ellos. La novela, en realidad, arranca cuando ellos son ya mayores, pero retorna al pasado para contar la Trágica Historia cada dos por tres, por lo que considero que esa es la trama que me quería contar la autora. Para empezar, diré que recién terminado el libro no tengo ni idea siquiera de cuántos eran los protagonistas así de golpe. Supongo que si lo pensase detenidamente recordaría sus nombres, pero al no tener ningún tipo de rasgo identificativo –ellos, ellas sí lo tienen al ser solo tres– solo soy capaz de ubicar al que narra la historia y a otros dos. Pero hay más, y hacen apariciones relevantes estudiantes e hijos de estos personajes iniciales. Quimera pronto se convierte en un torbellino de nombres sin cara que giran en la nebulosa más absoluta.

Por si esto fuera poco, los ex niños de San Torbe (el orfanato) son lo peor. Jamás vi un colectivo tan pagado de sí mismo mientras quería colarme una historia de redención y de pobreza espiritual. En cierto modo, esto convierte el desdibujado de los personajes en algo que agradecer, ¿no? En este sentido tengo que comentar también que una cosa es que la sociedad en el libro se escandalice y otra muy distinta que el lector se escandalice. Da la impresión de que Malenka Ramos quiere que me sonroje, pero ¿no se da cuenta de que vivimos en un mundo muy diferente al de hace varios años? Uno de los personajes comenta que el mundo ha cambiado, pero el pensamiento de la gente no. Entonces, ¿qué ha cambiado, la temperatura? ¿No es la autora consciente de que lo que presenta no es tan fuerte como ella cree, sobre todo porque la novela está destinada a gente más o menos abierta? De verdad que me abruma pensar que alguien puede considerar esto como “depravado”, insisto en el hecho de que esta obra no la va a leer un hombre de setenta años precisamente. No quiero hacer spoiler, pero de verdad, es una presunción bastante ridícula.

Por cierto, nadie se escandaliza dentro de la obra, nadie. Precisamente una de las cosas que habría ayudado a mejorar un poco el libro, incluso a aligerarlo (que esa es otra, menudo muermazo), sería la inclusión de un conflicto en la historia del presente. No estoy hablando de un conflicto dramático (que para eso tenemos el dramón del quince en el pasado, pobres desgraciados) sino de algo leve, como alguien (un hijo) no estando de acuerdo con su forma de vida o descubriendo algo terrible, ALGO. El único microconflicto que aparece es una minucia de la que se conoce el desenlace desde el momento en que aparece. El marco de la narración del pasado es uno de ellos contándole la historia a Candela, su ama de llaves, a la que todo le parece estupendo porque es una señora muy “cabaretera” (textual). Por cierto que Candela es un mero recipiente: la autora la utiliza para que escuche la historia y asienta, sin tener absolutamente ningún tipo de aportación; es una excusa con piernas.

La narración es floja, flojísima. Las descripciones son torpísimas, con una recua de tópicos digna de mención (¡el protagonista se describe al mirarse en el espejo!). Los diálogos suenan profundamente artificiales en general, como si los personajes se sintieran incómodos (normal, con esta historia), por no hablar de mi parte favorita, cuando uno de ellos se pone prácticamente a declamar cuando está solo (de verdad que es surrealista todo esto). Lo peor para mí es la forma de distribuir la historia del pasado y del presente. No se sabe muy bien cuál pretende ser la trama principal, en cuál pretende focalizarse la historia (deduzco que la del pasado porque es más larga e importante a nivel narrativo, pero es a la vez la más “borrosa”, así que ni idea) y los cambios de tiempo son forzados a más no poder. Estoy hablando de cosas de tipo “se quedó mirando a la ventana mientras llovía” que continúan con un flashback totalmente descontextualizado. Por otro lado y lo que más me sorprende (o no, ahora que lo pienso tampoco me sorprende tanto): las escenas de sexo están narradas de una forma un tanto tosca. Por lo que sé, Malenka Ramos escribe literatura del tipo erótico–festiva, así que no puedo comprender qué ha podido salir mal. Quimera se ha focalizado más en la historia y hay tan solo tres o cuatro escenas sexuales, algo que agradezco, sí, pero en alguna se nota demasiado que la narradora considera a Eleonor la mujer más afortunada de mundo. Madre mía.

El resto es historia. No puedo extenderme infinitamente, pero he tomado mil notas en los márgenes de la novela. Algunos de los fallos secundarios más notables son: una falta evidente de corrección ortotipográfica (con la puntuación de los vocativos no da ni una); la abundancia de texto explicativo en diálogos entre dos personajes que saben de lo que se está hablando, es decir, claramente dirigido al lector pero metido con calzador; aspectos de la trama tan predecibles que no puedes sino darte de cabezazos cuando aparecen; la insidiosa repetición del mantra de “qué malos éramos, qué mal lo pasamos, tienen Uds. que entendernos”. De verdad, no hacía falta repetirlo tantas veces, como tampoco era necesario que la moral del libro (¡no juzgues a la gente que tiene actitudes incomprensibles!) estuviese tan presente en cada página. Yo no soy estúpida, y espero que no creas que tus lectoras objetivas lo son; se darán perfecta cuenta de la injusta situación que presentas.

No quiero extenderme más (podría hacerlo, de verdad) y concluyo como empecé: Quimera es un libro, a mi juicio, pésimo. Solo fui feliz cuando por fin lo terminé y no encontré nada bueno entre sus páginas. No lo recomiendo, por supuesto, y solo hace que me reafirme en la exclusión de mis estanterías de obras de este género y derivados: de hoy en adelante, fingiré que no existen. En suma: mejor no. Alejaos.

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