Orson Scott Card: El juego de Ender

El juego de Ender. Libros Prohibidos

Título original: Ender’s Game
Idioma original: Inglés
Año: 1985
Editorial: Ediciones B (1987)
Género: Novela (ciencia ficción juvenil)
Traducción: José María Rodelgo y Antonio Sánchez

Un juego memorable

La entrada de hoy es especial para mí en muchos aspectos. Por un lado, se trata de un clásico de la ciencia ficción juvenil que se me había estado resistiendo a lo largo de todos estos años —siento que mis palabras van a ganar propiedad a partir de ahora cuando entre en bastantes debates literarios—: El juego de Ender. Por otro, es el libro —publicado— número 100 que leo este año, con lo que cumplo el reto que me impuse a comienzos del pasado enero. Casi sobre la bocina, pero lo he conseguido.

Como es posible que yo no fuera el único que no se había leído este libro, dejo aquí, como siempre, la sinopsis. Hace 80 años, nuestro planeta fue atacado por una raza alienígena cuyos componentes son vulgarmente conocidos como insectores. Tras dos guerras tempranas en las que los terrícolas salimos inverosímilmente victoriosos, los almirantes de la Flota Internacional buscan desesperadamente un nuevo comandante capaz de liderar la armada que nos defienda de la inminente invasión. Todo indica que ese comandante será Ender, pero su extrema juventud hace que sus superiores se vean forzados a buscar a toda prisa la forma de darle una educación adecuada para no malgastar su enorme potencial.

Es difícil hablar de un libro considerado como clásico, una obra que fue la introducción de miles lectores en la ciencia ficción, en la literatura incluso. Para no caer en sacrilegios innecesarios, voy a ir con cuidado y voy a empezar por una de las cuestiones principales con libros que tienen ya un tiempo a sus espaldas: ¿qué tal ha envejecido El juego de Ender? Debo reconocer que bastante bien. Su estética no es demasiado arriesgada, no presenta unos avances técnicos tan avanzados que pudieran quedar obsoletos o que pudieran resultar ridículos al lector 30 años después. De hecho, Scott Card respeta «problemas» que seguimos teniendo como la ausencia de gravedad en el espacio y, además, presenta una flota espacial bastante neutra, sin dar mayores detalles, dejando libertad al lector para que se la imagine como quiera.

El juego de Ender. Película. Libros ProhibidosSí que se le nota el paso del tiempo en el género de los protagonistas. Hoy en día sería impensable una obra donde hay una casi total ausencia de personajes femeninos. El único que tiene algo de peso, Valentine, la hermana de Ender, destaca más por su candor, empatía y buen corazón que por su inteligencia, y se le supone muchísima. El resto, todo hombres, o niños. Eso sí, en su favor hay que resaltar una cosa que me parece increíble: el autor adelantó una red interactiva que interconectaba en tiempo real a todas las personas: CalNet. A veces parece que los hermanos de Ender están usando Twitter o posteando en su blog. Si esto no es ser visionario, entonces no sé qué puede serlo.

Ha habido veces —muchas, de hecho— que no he visto este libro apto para lectores de corta edad. Para empezar, el autor no toma al lector por tonto, cosa de valorar, especialmente para los más jóvenes. Sin embargo, esto puede dar lugar a malentendidos en el mensaje que el libro pretende dar. Hay muchas posibilidades sobre el verdadero significado de El juego de Ender —tema que trataremos más abajo— y podría confundir a lectores con poca experiencia, o estudios, o libros a sus espaldas. Incluso a mí, con mis años, me cuesta acertar cuál es la verdadera intención del autor. Por otro lado, en ocasiones el texto se vuelve demasiado denso, podríamos decir que filosófico y político. A esto se le unen partes en las que el narrador se enzarza con las sensaciones de Ender y aquellos que interactúan con él. Son partes necesarias para la trama y están situadas con maestría, pero, de nuevo, es posible que resulten demasiado espesas y que los jóvenes lectores se pierdan o no terminen de comprender su significado más profundo.

Ender se acordó de su propio hermano, y sus recuerdos no eran agradables.
Dink confundió la expresión de la cara de Ender.
—Eh, ya sé que no se debe hablar de casa. Pero venimos de algún sitio. La Escuela de Batalla no nos ha creado, ya lo sabes. La Escuela de Batalla no crea nada. Sólo destruye. Y todos nos acordamos de cosas de nuestra casa. Tal vez no sean cosas agradables, pero nos acordamos y entonces mentimos y fingimos que… Escucha, Ender, ¿por qué nadie habla de casa, nunca? ¿No te dice eso que es importante? Que nadie admita nunca que… ¡Dios mío!

Sin duda, uno de los grandes aciertos del libro es el formato. El juego de Ender está diseñado para ser devorado en unos pocos días de lectura intensiva. Y eso que no recurre a capítulos cortos, ni a cliffhangers, ni a otros artificios diseñados para tal efecto. La trama principal funciona como un pozo de arenas movedizas y cuanto más te muevas por ella, más atrapado estás. Es cierto que no todo el texto está contado de la misma forma, que hay partes más brillantes que otras —incluso el narrador cae en el error de realizar torpes resúmenes— y que la acción de combate en los juegos no termina de quedar del todo clara; pero la lectura fluye de forma perfecta y logra esa cosa tan complicada que es enganchar.

No quiero terminar de hablar del argumento de esta obra sin mencionar hasta dónde es capaz de llevar el autor el concepto del juego. Si bien es cierto que choca un poco todo lo que hay dentro y alrededor de estos juegos de estrategia militar para niños, Scott Card se reserva las explicaciones para que, paso a paso, sea el lector quien vaya atando cabos y descubra a qué viene tanto revuelo. Cuando llega el desenlace, brota de la nada un giro final cuyo objetivo es dejar sin habla al lector. Y vaya si lo consigue.

El mensaje de El juego de Ender

En los últimos días, desde que abrí la primera página de este libro, me he estado informando acerca del autor y su obra —El juego de Ender no es más que el inicio de una saga que va ya por el número 16 y que tiene proyectados 3 títulos más—. Y hay un poco de todo, resaltando las supuestas inclinaciones filonazis de Scott Card. Yo no llegaría a afirmar tal extremo después de haber leído este tomo, pero sí que veo la importancia del ejército —y el uso de la fuerza unilateralmente— en su forma de entender el mundo. Y al mismo tiempo, para equilibrar la balanza, nos muestra la figura de Ender, que pese a ser el principal candidato a convertirse en el ansiado comandante que libere la Tierra de sus enemigos, no deja de ser una marioneta en manos de sus superiores. Y es que resulta que Ender entiende la violencia como la solución contra aquellos que la ejercen, pero odia utilizarla. Se odia a sí mismo por tener que realizar una actividad que le deja vacío y que le asemeja a personas que detesta. Esta contraposición es tremendamente interesante.

También, nos encontramos con lo que podría verse como el peligro de la manipulación de la opinión pública. La Flota Internacional, ante la amenaza de invasión extraterrestre, se ha hecho con el control del grueso de los efectivos militares del planeta, erigiéndose como una especie de gobierno mundial cuyo poder reside en ese miedo a los aliens. Además, asistimos al peso que pueden llegar a tener dos articulistas anónimos —Locke y Demóstenes, avatares tras los que se esconden los dos hermanos mayores de Ender— en la política internacional. Si a esto le sumamos pasajes como el siguiente, encontramos que Scott Card no debe de ser el mayor fan de la libertad de expresión:

Precisamente ahora es el momento en que puedo dar forma a los acontecimientos. En tiempos de inestabilidad, el mundo es siempre una democracia y el hombre que tenga la mejor voz ganará. Todo el mundo piensa que Hitler llegó al poder gracias a sus ejércitos, porque estaban dispuestos a matar, y eso en parte es verdad, porque en el mundo real el poder siempre se erige sobre la amenaza de muerte y de deshonra. Pero, sobre todo, llegó al poder por las palabras, por las palabras precisas en el momento preciso.

A esto me refería cuando antes comentaba que puede ser un mensaje contradictorio, demasiado entre líneas y, bajo mi punto de vista, poco adecuado para un público juvenil. Por esto no voy a dejar de recomendar este libro —más al contrario—, pero sí que voy a invitar a reflexionar y a charlar sobre él una vez leído, sobre todo con los más jóvenes.

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