Ni colorín ni colorado — Rafael González

Año: 2015
Editorial: Autopublicado
Género: Cuentos
Valoración: Pasable

Hace algo más de un mes, Rafael González se puso en contacto con nosotros para que leyéramos y reseñáramos su primer libro Ni colorín ni colorado (gracias por el ejemplar en papel). Entre los emails que intercambiamos nos confió que deseaba poner a prueba su escritura en una web tan cañera como la nuestra. Esto me encantó; esa es la actitud, claro que sí.

La idea principal de Ni colorín ni colorado es continuar los cuentos clásicos de Perrault, Andersen, los hermanos Grimm y demás, dándoles una visión más adulta, alejándose sobre todo de las versiones «edulcoradas y mojigatas perpetuadas en los últimos cien años», según sus propias palabras. Son un total de 16 cuentos divididos en dos partes, y no faltan ni la Cenicienta, ni Pinocho, ni la Sirenita; ¡si incluso está Mowgli! Pero que nadie se equivoque: los cuentos tienen una acusada y pretendida tendencia tenebrista que hacen que no quede rastro de los finales felices.

Vamos a empezar por lo bueno, que no es poco. El planteamiento, aunque basado en cuentos preexistentes, resulta bastante original. Se ve que el autor es una persona que lleva al extremo eso de quedarse con ganas de saber más sobre las historias que le gustan. También es digno de elogio no conformarse con la imagen disneytizada de los cuentos y querer llevarlos a un plano menos ideal. Los personajes de este libro, definitivamente, no van a aparecer en las mochilas de los niños de primaria.

Ahora vamos a la parte afilada del cuchillo, que es para lo que Rafael González nos contactó (y para lo que estamos). El primer fallo que vemos es que la estructura de los cuentos es demasiado similar. Parecen hechos en serie, y aunque están divididos en dos partes (lo que se agradece), creo que debería haber más diferenciación.

Por otra parte, se echa en falta una mayor duración de los cuentos, más texto para ayudar a situar mejor al lector, ya que, si no, lo que consigue es que se den por hechas muchas circunstancias y situaciones. Esto lleva a que el lector recurra inconscientemente a tópicos, y eso es precisamente lo que el autor quiere evitar desde el principio.

También me hubiera gustado que los cambios realizados a los cuentos fueran más radicales todavía, que resultase complicado en extremo reconocer el cuento en el que se está basando hasta el mismo final. Hay ocasiones en las que el factor sorpresa se pierde demasiado pronto, perdiendo a su vez la chispa, la gracia. Sólo puedo mencionar dos de los cuentos donde esto está de verdad conseguido: La palabra dada y Los amantes consumidos. No en vano, ambos son mi preferidos y los que más he disfrutado.

En definitiva, creo que Ni colorín ni colorado es un título aceptable y sólo aceptable para un joven autor, Rafael González, que está en sus inicios. Debe trabajar mejor sus descripciones, detenerse más, desarrollar mejor las situaciones y, por qué no, los propios personajes. Debe escribir, en mi opinión, menos cuento y más relato (más páginas, mayor profundidad). Debe seguir leyendo y releyendo, no permitiendo que su progresión se estanque. Le queda mucho trabajo por delante para pulir ese buen mármol del que está hecho y que, por el momento, le llega para aprobar por los pelos.