Richard Morgan: Carbono modificado

Portada Carbonomodificado. Libros Prohibidos

Título original: Altered Carbon
Idioma original: Inglés
Traducción: Juanma Barranquero
Año: 2016
Editorial: Gigamesh
Género: Novela (ciencia ficción)

La vida para el que pueda pagársela

¿Cuánto vale un cuerpo? ¿Qué contiene en realidad? Si existe, ¿dónde reside el alma humana? ¿Qué pasaría con la identidad si cambiamos de envoltorio? Estas preguntas quedan flotando tras leer Carbono modificado. Trasfondo filosófico para un texto que enseguida nos ofrece sangre y vísceras a espuertas; curioso contraste este entre reflexión y acción que es una de las marcas de agua de la historia, presente siempre pero imperceptible. Una historia de buscavidas, policías muy corrompidos o muy honrados, mercenarios chatarra, mundos extremos y ambición desmedida de los poderosos.

Muerte, Carbono modificado. Libros ProhibidosSe nos sitúa en un futuro en el que la humanidad ha colonizado otros planetas y es capaz de encerrar su esencia en una especie de reservorio digital que contiene eso sobre lo que tanto se ha discutido su existencia y esencia: el alma, lo que nos hace humanos. Estas almas envasadas al vacío permiten que lo que nos define pueda conservarse eternamente y descargarse en cuerpos a años luz de distancia o almacenarse durante siglos para castigar a supuestos delincuentes o ayudar a los oligarcas de esta civilización transhumana a perpetuar su poder, riqueza y crueldad durante generaciones y generaciones. En el mundo de Carbono modificado la muerte ya no sirve para nada, se convierte en algo a esquivar y no en el inevitable coto a nuestros esfuerzos vitales. La muerte tiene un nuevo rostro que se denomina muerte real, que es mucho menos eficiente que su abuela y trae con ella una serie de efectos novedosos sobre la psique de la humanidad que, ante todo, quiere perdurar. La maldad se hace eterna; la bondad, el amor, el picor de la nalga izquierda o la presencia en la prensa rosa del romance entre un premio Nobel y la primera transhumana española, desgraciadamente, también pueden convertirse en asuntos inmortales.

Uno de estos nuevos viejos ricos, un matu (apodo en jerga que viene de Matusalén), contrata al protagonista, Takeshi Kovacs, para que investigue su supuesto suicidio. Sí, se ha suicidado y está vivo, creo que con lo que os he dicho hasta ahora sabréis como lo ha conseguido. Kovacs tiene sus métodos detectivescos muy claros, perfeccionados durante mucho, mucho tiempo. El currículum de este señor es impresionante y, volvemos a lo de tener más cuerpos que una morgue después de un ataque de salmonelosis, como ha tenido tiempo de afinarlos durante siglos nos los muestra en todo su esplendor y con una graciosa despreocupación. Quién hay tras la muerte de Laurens Bancroft, el matu, es el cabo del hilo del que tirar; a partir de ahí la vida de nuestro protagonista y la trama se van desenvolviendo con un particular ritmo de tira y afloja en el que momentos de calma y conversación (no son los diálogos un punto débil de la novela) se intercalan con verdaderos festivales del tiro en la nuca y la víscera como collar hawaiano.

Se nos dice en la presentación de la obra, a cargo de Sara Martín, que no nos dejemos engañar por el aspecto de Carbono modificado. Puede parecer «un thriller detectivesco con adornos de ciencia ficción». Desde luego, hibridación de géneros encontraremos, pero hay mucho más escondido detrás de las correrías del tal Kovacs, eso que os decía más arriba del decorado que no es de cartón piedra sino que parece que tiene chicha. En esta antesala de la novela se nos habla también de que esta no es más que la primera entrega de una saga de tres. Las otras, Ángeles marchitos y Furias desatadas, están en preparación por parte de Gigamesh, que ya tiene publicada otra novela de este autor ajena a esta serie, Leyes del mercado

El apocalipsis va a llegar

Si eres objetivo de una IA, tu única esperanza es abandonar el plano electrónico. Claro que en el campo de batalla resulta mucho más fácil: hay barro y caos de sobra para ocultarse. En una ciudad moderna, sin bombardear, escapar de esa forma es una pesadilla logística. Cada edificio, cada vehículo, cada calle están conectados a la red, y cada transacción que se realiza dispara una alerta en los cazadatos.

Con la cita anterior os podéis hacer una idea de cómo es el mundo de esta novela y también compararlo con la deriva que lleva nuestra realidad que parece ir que chuta en la dirección que marcan las palabras que acabáis de leer. No quiero ponerme apocalíptico, pero ya he sorprendido más de una vez a mi smartphone mirándome de forma aviesa, como sopesando cuánto puede sacar por mis tersas pantorrillas en el mercado negro.

Al mundo hipertecnológico típico del ciberpunk se van añadiendo más y más detalles a medida que avanzamos en la novela (ojo a la obsesión del autor con los lomocurvos, su particular ballena blanca, ya veréis). Esta ambientación bien lograda nos permite sentirnos a nuestras anchas dentro de la historia. El pormenorizado tratamiento del escenario está al servicio del escalofrío que nos producen los temas que se tratan. Tiene que haber coherencia entre unos personajes deshumanizados y el entorno en el que se mueven y eso casa a la perfección en Carbono modificado. En estas páginas se pone en duda todo lo que tenga que ver con la concepción actual de lo que es esencial a lo humano, se potencia el tanto tienes tanto vales y nos arrojan a un él que conserve el alma pura en su pila que apriete primero el gatillo. Un mundo durillo, sí.

La temática que se toca es muy variada. Como pasa con casi todo en esta obra, esta variedad queda mal escondida, como los pies del asesino detrás de la cortina de la terraza, tras la pátina de carnicería pasada de rosca. Tenemos esa costumbre tan extendida en todos los mundos de cambiar de cuerpo como el que cambia de zapatos, el que puede permitírselo, claro. Esta práctica sirve de pilar básico para todo lo que sucede en la trama y si parpadeas te perderás quién se mete en el cuerpo de quién. Se cosifica el cuerpo y se desprecia la vida, asistimos a una competitividad salida de madre y a unas costumbres sociales que nos suenan familiares y que quizás no sean más que la sombra descontrolada de todo lo que puede salir mal en una reunión de vecinos. Se trata también el papel de los privilegiados en la sociedad tan linda que acabo de presentaros. Se da caña a la religión, que también juega un papel principal en la justificación de la trama, pero se salvan de la quema las creencias personales. Tenemos inteligencias artificiales para dar y regalar, aunque una, el Hendrix, juega un papel simpático y es un personaje bien diferenciado y con sus momentos de gloria en todo lo que acontece. También se nos presentan reflexiones de como la cultura puede ser una cárcel, como los sentimientos y las ideas más elevadas pueden acabar distorsionadas tras una vida alargada de forma artificiosa; o como la guerra y un orden social que parece inamovible pueden ser en realidad paralelos y muy parecidos.

Así es cómo se libran las guerras, al fin y al cabo: con soldados que tienen más miedo de abandonar las filas que de morir en el campo de batalla.

Puño, Carbono modificado. Libros ProhibidosEn definitiva, hay muchas migas, muchas claves que seguir y que enriquecen mucho lo que podría haberse quedado en una simple historia de detectives con cacharros chulos que hacen cosas alucinantes en un mundo con más anuncios que el viernes negro.

Pero sobre todo lo que nos trae Morgan es acción, mucha acción. Violencia explícita, si alguien no sale sangrando le devolvemos su dinero. Y sexo más explícito aún, para que nadie se vaya a casa sin su cerebro reptiliano bien cebado. Quizás la intención del autor sea mostrarnos en toda su crudeza el mundo que ha creado y de ahí este tratamiento salvaje e inevitable de lo que el protagonista es capaz de hacer con sus manos desnudas o manejando las mejores armas del mercado.

Los neuraquímicos hacían que viera sus movimientos a la velocidad de la miel al derramarse. Una pistola empezó a apuntarme así que aticé una patada lateral a los dedos que la empuñaban. El tipo aulló, y golpeé al otro camello en la sien con el canto de la mano. Ambos cayeron del coche, uno quejándose y el otro inconsciente o muerto.

Me ha gustado especialmente como se impregna la historia de la personalidad de Takeshi Kovacs. El estar narrada en primera persona nos hace disfrutar del estoicismo sobreactuado tan típico de los antihéroes y del sarcasmo de un perdedor encubierto, de uno de esos personajes que sirven a su manera al podrido orden establecido porque de lo contrario solo les quedaría la opción de hacer que todo ardiera. En esa delgada línea se mueve el personaje central, vemos sus dudas debajo de esa pose de tipo que ha vivido varias vidas (lo que en este caso es verdad) y ese temperamento siempre a punto de explotar. En el fondo a todos nos gustaría haber estado ahí para encenderle el cigarro a Nerón antes de que con él iniciara el incendio de Roma, pues algo parecido nos pasa en esta novela. Meternos en la piel de Kovacs nos hace ponernos del lado de los pirómanos, de los locos antisociales, es una válvula de escape literario, por eso le seguimos como lectores falderos. Tiene atractivo este chico, este miembro de un enigmático cuerpo de élite con aparentes poderes extrasensoriales, que han sacado de chirona sin consultarle para obligarlo a lamerle el cuento a un ricachón engreído. Nos gusta porque nosotros también queremos esa pose para nuestras reuniones sociales.

Más y distinto en sus pantallas

Richard Morgan, Carbono Modificado. Libros ProhibidosTenemos además la posibilidad de disfrutar del mundo urdido por Morgan en formato serie de televisión. Netflix ha sacado diez capítulos de este Carbono modificado, pero que muy modificado. He de reconocer que en esto de las adaptaciones a la pantalla de obras que me han gustado soy aún un pelín inocente; tolero mal la habitual moralización de algunos conceptos básicos de la versión en papel y la modificación de personajes, cuando no invención completa de los mismos, para adaptar al ritmo de lo visual la historia original. La serie, sin ser maravillosa, se deja ver; se toma la trama como una sugerencia, pero lo cierto es que merece la pena disfrutar de estas dos versiones de un mismo cuento. No obstante, me quedo con la novela y a Ford pongo por testigo que nevermore volveré a dejar que mi pasión lectora me impida ver con ojos limpios las versiones con moñecos articulados que se hagan de los libros que me han dejado poso.

Carbono modificado me ha parecido una buena novela, capaz de alternar acción y reflexión de forma acertada. El regusto que deja el estilo narrativo de Richard Morgan es de comida basura, de técnica frenética basada en el enséñalo todo de forma que el lector acaba con un poco de vértigo; pero es solo una pátina superficial que queda como anécdota cuando vamos encontrando múltiples registros que se potencian entre sí. Es cierto que la tendencia a ser explícito, que no burdo, y a mostrar la violencia y el sexo sin cortapisas es uno de los ingredientes principales de esta obra; pero encontraremos también diálogos sugerentes y ágiles, prosa fragmentaria y evocadoras descripciones de esos otros mundos que están apuntados en la novela y también de una Tierra irreconocible pero más que plausible. Debido a todo este contenido detrás de la apariencia, nos queda la sensación de que la lectura ha pasado rápido y quizás no nos hayamos percatado bien de todo lo que ha sucedido. Detrás del tópico de matón atormentado y perdonavidas del personaje de Takeshi Kovacs hay lomocurvo encerrado.

Puede que el autor haya querido caricaturizar su anticipación de nuestro futuro tanshumano. Quizás por eso el tratamiento tan crudo de la violencia y el sexo, para hacer irreal aunque más que factible esta ficción especulativa y que no nos quedemos más angustiados de la cuenta. Porque nos hacen creer que la curiosidad es algo que no nos sirve más que para meternos en problemas, porque nos quieren obedientes y nos graban en la pila que nos implantan cuando somos bien chicos todos estos mensajes de ganado conforme, espero sepáis perdonar este coletazo conspiranoico. Quizás la ambición desmedida, la deshumanización, la falta de crítica respecto a para qué se crea y cómo se usa la tecnología, la perdida de contacto con la realidad de carne lacerada y hueso astillado, sea lo que nos lleve a dar un salto evolutivo. Verás qué gracia cuando aterricemos y no haya un suelo que pisar. De los peligros de la inconsciencia advierte Carbono modificado, de estar dormido en un mundo que ofrece sueños manufacturados a todas horas y todos los días del año.

Sigues siendo joven y estúpido. La vida humana no tiene ningún valor. Con todo lo que has visto, Takeshi, ¿todavía no lo sabes? No tiene valor intrínseco. Construir una máquina cuesta dinero. Extraer materia prima cuesta dinero. Pero ¿la gente? —Emitió un ruidito como si escupiera—. Siempre se puede conseguir más gente. Se reproduce como las células cancerosas, lo quieras o no. […] La carne humana real es más barata que las máquinas. Es el axioma de nuestro tiempo.

Golden gate, Carbono modificado. Libros ProhibidosTermino ya, pero no quiero dejar de indicar a los lectores españoles que en esta novela se soluciona un problema histórico: ¿qué hacemos con el valle de los caídos? Si nuestros políticos leyeran algo más que Cien maneras de oprimir o Comunista el último verían en estas páginas una solución más que airosa para este lugar tan, tan…

Leo por ahí que esta novela es autoconclusiva a pesar de pertenecer a una saga, pero aun así a mí me ha dejado con ganas de volver a pasear de la mano de Kovacs por las calles de Ciudad Bahía. También me quedo preguntándome en qué cuerpo me enfundaría yo en otra vida, pero eso ya son efectos secundarios de los neuraquímicos que exudan las páginas de Carbono modificado.

Que Quellcrist sea con vosotros.

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