Nieves Mories: Agujeros de sol

Ilustraciones: Juan Alberto Hernández
Año: 2020
Editorial: Dilatando mentes editorial
Género: Novela / terror

Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2021

Nieves Mories nos tiene ya acostumbradas a la incomodidad. Su estilo es sobrio y explícito; no se pierde en grandes descripciones, cuenta lo que venía a contar y ya. No debería de sorprendernos y sin embargo siempre es un soplo de aire fresco que cada una de las algo más de 200 páginas tenga toda justificación y ni un adjetivo de más. Agujeros de sol ha llegado para ser una historia que acabes en una tarde y permanezca en el recuerdo largo tiempo, con una mezcla de diversión, asco y de pasado con cuentas por ajustar.

Y es que en la última novela de la autora se nos habla de una venganza, o un hacer justicia por métodos alternativos. Pero también de desesperación, de gente ahogada por un entorno social decimonónico donde nadie puede salirse de su lugar. Y de un matrimonio infeliz, preso del recuerdo de alguien que ya no está. Sin embargo no diría que es un drama, aunque haya sentimientos completamente viscerales. Entre las manos tenemos la explicación a una escena inicial propia del Tarantino menos correcto, que logra tenerte enganchada en su multitud de capítulos.

El resumen de escenas es sencillísimo. Nieves Mories ha escrito un texto rápido, claro y que va directo a explicar lo que quiere. Sin embargo el contexto es rico y complejo y logra ser justificado en muy pocas páginas. El resultado es una obra que se lee de una sentada y que deja la cabeza llena de opiniones y con ganas de volver a leerlo. La de Agujeros de sol es una labor muy difícil: contar mucho con muy poco, no usar fantasía sino entornos conocidos y conseguir no sonar manido.

Voy a avisarte antes

Luego no digas que fui mezquino,

De que voy a estrangularte

Y a enterrarte entre los pinos.

Un formato que juega a favor

La obra intercala pedazos de relato de sus protagonistas que se van encajando y completan la primera escena. Junto a ellos, noticias a las que se va encontrando lógica y lugar según se avanza. De esta forma siempre se está cerca de acabar un capítulo y de poder cerrar el libro; aunque, total, uno más, si son cortitos. Y así es como te ventilas el libro de una sentada. Es un puzle que pica la curiosidad desde el arranque, y que conforme vas conociéndolo necesitas saber más. Una trampa para el lector que, en lugar de administrar el texto, acaba devorándolo página tras página.

Logra una de esas cosas que todo autor quisiera poder hacer, tener una lectura ágil y que sea difícil de olvidar. Su registro es directo y nada pomposo, no se encuentran largos párrafos con pretensiones de profundidad. Pero la historia cala, vaya que si cala. Desde el primer minuto su composición en pequeños paquetes narrativos hace que no sea molesto ser consciente de que falta información. La siguiente pista llega tan rápido que se mantiene la atención y el hambre despiertas.

Cuando lo tétrico atrae

Esta es una historia extrañamente bonita, divertida y tétrica, muy tétrica. Se consiguen narrar las mayores aberraciones sin alzar la voz, con el mismo pulso con el que otro haría la lista de la compra. Un texto despojado de alharacas o párrafos huecos, que atrapa completamente y hace que te bebas la historia.

Sus personajes son difíciles hasta cuando no caen mal (los que logran tal milagro); muchos de ellos incómodos y dando vida a papeles ricos, con contactos, aventajados y que usan su regalo para hacer el mal. Pasas página tras página con ganas de que les sucedan cosas malas y a la vez temiendo que Nieves pierda el control y se vengue por nosotros.

Agujeros de sol es una novela con niños, más bien de los que se ven a pares al fondo de un pasillo de hotel, y de lo que estos despiertan. Mucho de lo que leemos es qué piensan los demás de ellos, cuál es su importancia, eso que hace que la gente los rehuya. Y de adultos que viven las consecuencias de lo que hicieron y de cómo fueron.

Lo que nos trae Nieves Mories tiene difícil encontrarle pegas. Aterroriza y espanta, pero es imposible quitarle los ojos de encima.