Yanet Acosta: Matar al padre

Matar al padre. Libros Prohibidos

Año: 2017
Editorial: Alrevés
Género: Novela negra
Valoración: Está bien

Rico, rico y ¿con fundamento?

Con las nominaciones de los Premios Guillermo de Baskerville a la vuelta de la esquina, hoy vengo a traeros otra obra más para nuestra sección oficial: Matar al padre, de Yanet Acosta. Por cierto, aprovecho para hacer un llamamiento a aquellas lectoras que también escriban: seguimos recibiendo un porcentaje insuficiente de obras escritas por mujeres. Tenemos la firme intención de darle visibilidad a las escritoras independientes, pero para ello necesitamos vuestra colaboración, así que no dejéis de enviarnos vuestras obras.

Dicho esto, vamos al lío. La periodista Lucy Belda se encuentra cubriendo un congreso gastronómico en Lima cuando es testigo del secuestro de uno de los chefs más importantes de Perú. Al mismo tiempo, su amigo, el detective Ven Cabreira, regresa a Madrid tras una estancia en China y se encuentra con una ciudad devastada por la crisis y con un jefe que ha decidido que su agencia de investigadores privados se va a especializar en sucesos gastronómicos. Mientras Lucy verá su vida en peligro por haber estado en el lugar y el momento inadecuados, Ven recibe el encargo perfecto para ir a socorrerla. El único problema es la enorme cantidad de obstáculos que se va a encontrar por el camino.

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La escritora tinerfeña Yanet Acosta

Matar al padre es la segunda novela protagonizada por el detective Ven Cabreira que nos brinda Yanet Acosta, después de El chef ha muerto (Amargord, 2011). Al no haber leído la primera parte, tuve algunas reticencias a la hora de animarme con este Matar al padre, pero desde la editorial nos aseguraron que se puede leer de forma independiente. Y yo ya estoy en la posición de corroborarlo: sí, se puede leer y disfrutar aunque no sepas ni de qué va El chef ha muerto. Acosta da las suficientes pistas acerca de los personajes y su relación para que el lector se ubique sin problema. Y sin recurrir al odioso info dumping, lo cual es muy de agradecer.

Matar al padre, aparte de cumplir como novela independiente, tiene unos ingredientes más que interesantes. Una de las cosas que me han gustado especialmente es la fotografía de Madrid que construye Acosta. El ambiente depresivo de esta ciudad en los momentos más devastadores de la crisis económica, así como la perenne chulería y picaresca de sus habitantes, quedan perfectamente retratados. Es una ciudad que amo y de la que por desgracia me he visto obligada a emigrar, así que quizá no soy del todo objetiva, pero cualquier novela que sepa captar la magia y la decadencia tan características de mi Madrid ya tiene un hueco reservado en mi patata. Además, la narración de Acosta tiene siempre un toque macarra y desenfadado que casa muy bien con esta ambientación madrileña y que hará las delicias de quienes tengan alergia a la pomposidad en la literatura.

—Siga a ese taxi.
—Mira, tío, esto no es una peli, ni tú un poli ni un detective. Así que haré lo que pueda, que el tráfico está muy mal y además están a la que salta para multarte, ¿me entiendes?
Ven asiente. Ya las cosas no son como antes. No hay ilusión. En los ochenta un taxista no hubiese ni cobrado la carrera solo por vivir algo así.

Aparte de estas indudables virtudes, también tenemos un personaje principal, Ven Cabreira, muy interesante, bastante bien perfilado y con carisma. Vamos, que tiene rollito, no sé si me entendéis. Además, el argumento de Matar al padre es, a grandes rasgos, entretenido y resultón. Si no me muestro más entusiasmada en la valoración final que le he dado el libro es porque la máquina no termina de estar todo lo bien engrasada que podría. El mayor inconveniente, algo que hace que esta novela no me ponga todo lo que me podría poner, con lo mucho que me gusta una novela negra, además con personaje molón y ¡ambientada en Madrid!, es que la trama va demasiado rápido. Los problemas les surgen a los personajes de sopetón y se solucionan también de sopetón. Es casi como si Matar al padre fuera un resumen de otra obra, la verdadera. Si esto ya es un problema en una novela normal, en una novela negra es casi un pecado capital. Y es que al ir la trama a semejante ritmo, no se puede paladear la historia, no se crea una tensión real. Las típicas obras de crímenes suelen ser tochos precisamente porque estos libros requieren mucho espacio para madurar correctamente, para que todo fluya de forma orgánica.

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La quinoa, otro de los protagonistas culinarios de la novela

Yanet Acosta es periodista gastronómica y, como ya habrán deducido mis suspicaces lectores, este título tiene mucho de culinario. Desde la enfermedad que acosa de forma intermitente al protagonista (la ageusia, que se caracteriza por la pérdida del sentido del gusto) hasta la víctima del secuestro, pasando  por los diversos escenarios donde se desarrolla la acción, todo está muy relacionado con el (delicioso) mundo del papeo. Esto me ha resultado una ventaja y un inconveniente al mismo tiempo. El lado malo viene de que en la novela se habla MUCHO de comida, cosa que, como es lógico, en más de una ocasión está metida con calzador. A veces, por ejemplo, los personajes están comiendo algo y de repente comienzan a hablar de lo que están degustando como si fueran El Comidista; algo que muchas veces ni viene a cuento, ni encaja con la trama, ni se ajusta a los propios personajes. Esto me ha sacado más de una vez (y de dos) de la novela. No obstante, y esto también es importante decirlo, la autora es capaz de trasladar el interés por lo gastronómico con gran habilidad. Como elemento narrativo no siempre funciona, pero es verdad que algunos de los pasajes más brillantes e interesantes del libro son aquellos en los que se habla de comida.

Para comer hay que tener ganas. Y él tiene, porque teme perder el sentido del olfato de nuevo, así que cada experiencia es para él un logro. De hecho, empieza a pensar que si la gente supiera el vacío de no saber a lo que saben las cosas, dejarían de maltratar su paladar comiendo cualquier cosa. Saborear te hace sentir vivo. Cuando comes sin paladear, solo puedes recurrir al pasado, al recuerdo que tu mente conserva del sabor.

En resumen, tenemos aquí una obra distinta, interesante, que igual no alcanza todo su potencial, pero sirve para unas horas de lectura muy entretenidas. Y ricas.

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