Año: 2016
Editorial: Orciny Press
Género: Novela
Valoración: Está bien
Petrogrado, Ruskia. Siglo XXI después de Brian. Hace tiempo que el régimen de Iosef Stolin y la Guerra Helada quedaron atrás, y el crimen organizado campa a sus anchas. Su nueva fijación, el que es considerado por todo rusko que se precie como el mejor vodka del mundo: el Beluga Goldest Original. Su calidad suprema y la exquisitez de sus ingredientes secretos (entre los que puede que se encuentre –o no– la orina humana) han hecho de él un manjar solo apto para las billeteras más nutridas. Pero ahora los shynos han descubierto la manera de crear una imitación indistinguible de la bebida original. La llegada de un cargamento ilegal de esta falsificación será el detonante de una trama de delirio que involucrará a sicarios, mafiosos, soplones, anarquistas, policías, ex-soldados de la GKB, guardias de seguridad aficionados al ajedrez, y a más de un ciudadano de a pie.
Como habrán notado mis queridos y suspicaces lectores, Nunca digas vodka, nunca jamás se desarrolla en una realidad alternativa que guarda importantes semejanzas con la nuestra pero en la que todo es, básicamente, mucho más absurdo. Es este uno de los mayores aciertos de Sergi Álvarez, pues esta premisa le abre amplias posibilidades para el humor. Y no las desaprovecha. Todos los capítulos comienzan con “breves ensayos” que tratan sobre temas tan diversos como el amor, la muerte, las mentiras, el capitalismo, o –mi favorito– los falos yuxtapuestos. En estos mini-ensayos se nos brindan pinceladas de este mundo ficticio, algunas de las cuales, como la sinopsis de la obra Romero y Juliana de Bill Sixpyre, o la disputa entre los filósofos Tomasso Jobbs y Jacques Roussin, son verdaderamente descacharrantes.
Aunque he disfrutado como una enana con estos aperitivos de humor disparatado, la trama que hila la novela, a mi juicio, no termina de funcionar. Parte de la culpa la tiene la extensión; no solo es que la historia se alargue más de la cuenta (creo que se podrían haber podado 150 páginas tranquilamente), sino que se complica en exceso. Hay muchísimas subtramas, muchísimos personajes, un clímax que se extiende sin aparente fin a lo largo de innumerables capítulos… La confusión del lector en varios puntos está asegurada. Entiendo que este caos es pretendido, pero lo cierto es que obstaculiza el disfrute de la obra. Tampoco ayuda el toque pulp que impregna la novela, y por el cual los personajes están poco trabajados y son muy estereotípicos. Aunque esto quizá funcione en algunas obras (albergo mis dudas), en este caso es muy problemático porque para casi todos los personajes se ha optado por el estereotipo del “tipo duro”, con lo cual son prácticamente intercambiables entre sí. Son tantos, con nombres tan parecidos, con un punto de vista y una forma de hablar tan similar, que uno siempre anda preguntándose de quién se estará tratando.
Otro problema viene a raíz de que el autor no ha terminado de decidirse por hacer una obra completamente pulp y disparatada. El tono cómico se pierde en algunos puntos en los que se intenta colar alguna subtrama más seria. En concreto, estoy pensando en la historia de amor entre Boris y Agatha, que no funciona porque los personajes son demasiado superficiales como para que te creas sus sentimientos, y al mismo tiempo éstos son descritos con un amago de seriedad que impide que quede como una simple parodia. Otro ejemplo de esta indecisión en el tono es el machismo que se asoma en varias ocasiones a lo largo de la novela (definitivamente, no pasaría el test de Bechdel); una no sabe si tomárselo a broma o no.
Me da rabia hacerle estas críticas a Sergi Álvarez porque en las páginas de Nunca digas vodka, nunca jamás queda patente que tiene un gran sentido del humor y que es de sobra capaz de hacer disfrutar al lector. Este mismo libro, compuesto solo de los “breves ensayos”, o con esta historia llevada hasta sus últimas absurdo-consecuencias, hubiera ido directo a mi estante de lecturas favoritas. Con todo, es una novela que tiene muchos puntazos desternillantes y de la que en todo momento se puede decir que está bien. Les animo a asomarse a ella si les llama la atención y, en cualquier caso, a estar atentos a lo que pueda producir la loca imaginación de este autor en el futuro.