Gerard P. Cortés: La taberna de Bloody Mary

Año: 2015
Editorial: Saco de Huesos Ediciones
Género: Relatos
Valoración: Está bien

La chica de la curva, hastiada de su monótona maldición, espera con desgana en su habitual tramo de carretera al siguiente incauto que se atreva a invitarla a subir a su vehículo. Pero esa noche alguien distinto se cruza en su camino y le abre las puertas de su coche rojo. Ella sigue su rutina habitual, vuelve a emitir su ominosa advertencia, “cuidado con la curva”, para provocar sobresalto, pisotón al freno, derrape, salto al vacío y muerte. Pero esta vez, tras el frenazo, viene un agradecimiento del extraño que conduce y que, nervioso, le pide que lo lleve a algún lugar cercano para poder templar los nervios y tomar algo. Así acaban, ellos y nosotros, en la Taberna de Bloody Mary, un desconcertante local con toques de salón del far west repleto de parroquianos singulares que pronto, apenas abierta la primera botella de vodka, sacan la lengua a pasear para narrar sus patéticas historias.

Y así comienza el primer relato de esta antología que podríamos calificar como de cuentos weird (la mayoría, porque también los hay de detectives e incluso cercanos al cuento infantil redibujado) muy personales, tanto que a veces nos parece estar leyendo algo escrito sólo para unos pocos, para amigos que ya conocen al autor y sus cosmogonías. A esta sensación contribuye el prólogo que, a mi modo de ver, peca de personalista.

Esta primera visita a la taberna que da nombre a la recopilación no es más que una declaración de intenciones de lo que se nos viene encima: historias extrañas colmadas de violencia, sexo, inquietud, absurdo y terror. No son malas materias primas. Gerard P. Cortés nos ofrece una mezcla de monstruos y leyendas urbanas, empezando por la propia dueña del bar, la mismísima Bloody Mary que mira desde sus cuencas oculares vacías y sanguinolentas y que no se priva de alternar con sus charlatanes clientes: bestias de pezuñas peludas que leen la sección económica del periódico, engañosos superhéroes desarrapados, jugadores de cartas transparentes…

Pero no creáis que lo insólito se circunscribe a esas cuatro paredes, para nada. Hallaremos anticristos empeñados en salvar el mundo, montañas de drogas de diseño, a Caperucita como último personaje de cuento, vampiros en La Habana, corrupción futbolística, una de pistoleros en el desierto, leyendas urbanas absurdas, a Juan sin miedo y algo que acecha bajo la cama. Esta variedad temática y de registros es uno de los grandes aciertos de esta selección ya que contribuye a mantenernos atentos e interesados ante lo que nos deparará la próxima historia.

Sin embargo, la sorpresa en algunos relatos se ve atenuada por la tendencia del autor a extenderse en las bromas. Se recrea demasiado en arabescos para encajar referencias culturales y personales en la trama. Aún así, no puedo negar que si algo tienen estos textos es una gran capacidad de divertir; sobre todo si te gusta la fantasía híbrida, que mezcle temas y géneros, que tenga mucho de irreverente y fresca.

El uso de un humor gamberro y con guiños continuos a los amantes de la literatura fantástica añade potencial de entretenimiento y agiliza la lectura. No hay que caer en el error de pedir profundidad y florituras a la prosa se despliega en esta obra. Encontraremos narraciones directas, sin preámbulos ni digresiones; un estilo que va al grano y que cumple su objetivo de hacernos disfrutar.

Todos los escenarios y ambientaciones se basan en lugares comunes pasados por el tamiz de la visión personal del narrador. A veces el tono de la obra peca de forzado y los personajes aparecen como soeces sin justificación; además, en algunos de los relatos, el autor parece desentenderse de la tensión narrativa. Pero esta no es la norma sino la excepción. En general, el desfile de sordidez, herejía, sexo, lenguaje arrabalero, maldad y bajos fondos aporta un olor a podredumbre que le sienta como un guante a la obra.

Quiero destacar los relatos en los que el autor toma los cuentos clásicos para reinterpretarlos: Juan sin miedo, Juan sin corazón y El final de Caperucita. Se le nota cómodo y el tono se rebaja, se vuelve más amable para atacar temas más amargos e incluso reflexiones solapadas sobre el papel de la imaginación en la vida humana. También relacionado con los cuentos infantiles, El hombre de los ojos huecos es un ejercicio de terror literario muy meritorio que sabe mezclar elementos manidos para convertirlos en una historia escalofriante y que apetece contar a tu retoño.

Al final del libro volvemos a encontrarnos a la chica de la curva y al hombre del coche rojo que dejamos en el primer relato tomándose una copita. Los vemos ahora enfrentarse a la mafia rusa en un intento desesperado por romper con sus respectivas maldiciones. Un buen cierre para un libro de relatos entretenido, muy indicado para lectores habituales de este tipo de historias pero que quizás deje fríos a los no iniciados.