Si quieres empezar con el fantástico pero te abruman las historias muy largas, «La canción de arena» ha sido escrita para ti

Es  posible que seas una de esas personas a las que le atrae la fantasía épica pero te damos pereza los emocionados que hablamos durante horas de nuestro tocho favorito. Traigo una solución a tus problemas: La canción de arena, la última de las novedades de Obscura, escrita por David Mancera y llevable en el bolso sin dislocar el hombro.

Una de las cosas que nos suele apasionar a los lectores de dicho género es el tener encima un volumen de muchos cientos de páginas, que forman parte de una saga de un porrón de libros, dentro de un universo complejísimo. Se nos entrecierran los ojos mientras explicamos por qué esa palabra de la página 600 del tercer volumen de la segunda saga es importantísima. Y es normal, encontramos universos enormes en los que perdernos donde cada detalle tiene sentido dentro de un rompecabezas que reclama (infinitas) horas de dedicación.

Pero, incluso para quienes les damos envidia, el reparo existe: los cosauniversos requieren compromiso, horas y ganas de arrastrar durante años (¿décadas?) una carpeta ingente de datos que parece no cerrarse nunca. Lo mismo que a mí me atrae, a otros les da vértigo o, razonable por otra parte, pereza. Pero es que cuesta encontrar una obra de fantasía redonda y breve. Parece que mostrar al lector otros mundos y tramas donde haya implicada magia, épica y personajes que conquisten deba requerir decenas de horas de lectura. Aunque ya hemos visto que no es cierto.

Si el año pasado Greta Mustieles y El Transbordador nos demostraban con El velo que otra fantasía épica es posible, este abril ha llegado David Mancera para confirmarlo. Dos escritores nacionales, editados por sellos independientes con buenas historias de fantasía que atrapan en una tarde.

El de Mancera es un cuento precioso que ojalá me hubieran contado de niña (quizás obviando un par de detalles sangrientos), deja el corazón caliente y roto a la vez. Tiene aventuras, relaciones maravillosas, personajes fuertes y, algo que no tenía claro que fuera posible hacer, diferentes arcos en 168 páginas que cierran en una escena pequeña, pero muy emocionante, y con su toque de grandeza. Todos los ingredientes que le pido a un tocho de Sanderson, y sin necesitar un tablón de hilos que se cruzan para entender las referencias.

¿Pero de qué nos habla La canción de arena? Nilo, una joven marinera, debe viajar a Triria tras perder a su padre de forma dramática para pedir ayuda al dueño de su barco, encargado de cazar serpientes por el mar de arena. Allí conocerá a la dama Marnelia, hija de su jefe, así como a dos estudiosos extranjeros junto a los que se plantearán la razón de ser de la enemistad de Triria con las serpientes de arena, enfrentándose a toda lógica de su sociedad. Una historia clara que atrapa desde la primera página y que encadena el avance de la trama de unos intereses con otros para que sea muy difícil levantarse a media lectura.

Usando una premisa fácilmente entendible, y engañándonos con una escena inicial que bien podría corresponder al fin del primer tercio de muchos otros libros, nos metemos de lleno en un mundo que aparenta complejo pero nos resulta cercano. Algo así no sale de la nada, la obra acude a ciertos mecanismos para hacer que desde la primera página estés dentro, y lo hace con suficiente oficio como para no resultar zafio y colárnosla completamente.

Un principio accidentado

Comencemos por el inicio, todos hemos leído historias de piratas y podemos entender cómo es una escena de caza a una gran ballena blanca, el autor nos empieza a contar a media acción con suficientes conceptos clave para que puedas imaginar dónde te encuentras. Dejando detalles aquí y allá, la cabeza va sustituyendo parámetros y adaptándolos al cuento (el mar no tiene agua, sino arena; no hay peces, sino serpientes; Nilo tiene a su padre cerca, debe ser joven; etc). De modo que cuando finaliza el primer capítulo, tan solo llevas leídas quince páginas pero ya has recorrido todo un mundo junto a Nilo, estás dentro de lo que sea que te quieran contar, porque aunque no haga ni media hora que has abierto el libro, tu cabeza ya ha establecido lazos con la narración. Con mano izquierda acabas de ahorrarte leer 200 páginas.

Es elemental y elegante, solo había que empezar yendo al grano.

Un contexto trasladable

El mundo de Triria tiene truco: es solo una fachada. Aunque maneja conceptos propios y reconocemos referencias que hacen pensar que puede haber otros relatos que pendan de este, en esencia, es una de romanos. En absoluto lo digo como algo malo; todo está inventando, el arte es saber cómo utilizarlo sin que parezca una mala copia.

Esta historia logra no tener complejos en colgarse de imaginarios conocidos para completar los huecos que podrían quedar y en hacerlo con gracia: jamás te dirá que esto es como un coliseo romano pero sin ser un coliseo romano porque este detalle es distinto. No, acude a referencias (directas o indirectas) que automáticamente tu cerebro entiende, de manera que vas adaptando las imágenes que ya preexisten en ti. No insulta al lector porque nunca trata de estafarlo, solamente cuenta con que tu bagaje cultural ya sabe qué pinta tiene Ben-Hur.

De nuevo, vuelve a ser una treta que, si se sobreexplica, te hace pensar que te toman por tonto, pero si se muestra con cintura y sin intentar ir de listo simplemente facilita entender los elementos comunes y centrarse en aquellos que hace que esto sea una adaptación de un contexto ya conocido.

Cada lector con su personaje

En La canción de arena puedes encontrar tu alma gemela. Hay un componente visceral de las largas obras de fantasía que no es otro que los favoritos. A todos nos cae mejor un personaje de El señor de los anillos y no tiene que coincidir con el de nuestros amigos. Esto ocurre porque, aunque pueda haber protagonistas, la lógica de los otros es independiente al principal; cada ser seguiría teniendo entidad sin Nilo. Sería otro, sin duda, y el relato perdería un gran ingrediente, pero los personajes habrían seguidos con su vida sin ella.

Encontrarás tíos muy masculinos con toda la pinta de ser aficionados a un baño de aceite bajo las blusas demasiado estrechas; una historia de amor preciosa (con mayúsculas, en serio, cómo se puede transmitir tanta dulzura en tan poco espacio); personajes femeninos fuertes (y hablo en plural, qué gusto no tener que verme reflejada en una única chica con carácter); representación LGBTQ; señoros de toda la vida muy metidos en dominar el universo; esclavos con ideas propias; una especia animal claramente acosada y hasta grandes amores no románticos.

Seas quien seas, tu otra mitad está en estas páginas y tiene importancia en la trama. Sin él, La canción de arena no sería la que es y podemos hacer una sobremesa defendiendo por qué mi favorito mola más que el tuyo, sin tener ninguno razón. Es fácil empatizar con alguien del relato, de modo que es fácil que me implique con la historia y me genere deseos y opiniones muy fuertes entorno a su devenir (en mi caso de hecho estaba enfadada con Mancera hasta que dejé de estarlo, pero eso lo dejamos para una sobremesa del Celsius).

Las manos de un trilero

Me siento engañada. Y divertida. Pero engañada. Siento que todo lo que he leído es el truco de alguien con manos rápidas y mucha labia y que me la ha colado con un cuento de romanos y una poesía bonita (sí, también hay una poesía), pero he disfrutado mucho. Lo que es mejor, tengo muchas ganas de dejar pasar unas semanas y volver a leerlo ahora que me conozco los giros. Y a la vez quiero leer esto mismo en un gran tocho, porque son muy para mí. Pero pienso que solo porque tiene 168 páginas sé que podré recomendarlo a chavales que todavía no han sido picados por el gusanillo de la fantasía; que lo releeré antes de que acabe el año; que lo recomendaré para los Ignotus porque a los demás os va a dar tiempo de leerlo; que lo regalaré cuando quiera dar la primera dosis gratis de la mandanga lectora a los que dicen que las pelis molan más.

Las historias así son necesarias para cuando quieres una píldora de algo épico pero estás hasta el cuello de otras cosas y no tienes todo el tiempo del mundo, o ganas, o pasta. Son las longitudes que una editorial independiente puede comprometer, que un autor poco publicado puede ofertar a un sello, que un lector puede comprometer sin pensárselo mucho. Y son tremendamente cómodas de leer.

Si es tan evidente, ¿por qué no hay media docena de estas novelas al mes?

Porque escribir sencillo es dificilísimo. Las grandes historias no necesitan grandes fuegos artificiales para funcionar. Pueden tenerlos, pero su supervivencia no depende de ellos. Como pasa con Mare, de Isabel de Río (editado primero por Spècula en catalán y luego por El transbordador en su edición en castellano), todo estaba allí para que alguien lo cogiera, lo mezclara y aportara su leyenda personalista dentro de un marco conocido. Leerlo debe ser sencillo, escribirlo no. Reclama oficio, gracia y haber pasado antes por las elementalidades que otros escribiríamos con los mismos ingredientes para darles la vuelta y crear algo nuevo, conciso y que te deje días evocándolo.


Título: La canción de arena
Autore: David Mancera
Año: 2024
Editorial: Obscura
Género: Fantasía

 

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