Año: 2018
Editorial: Autopublicado
Género: Novela corta (Ciencia Ficción)
Mata al cirujano y sigue como puedas
Los recientemente finalizados Premios Guillermo de Baskerville 2017 han arrojado un buen puñado de escritores a quienes seguir la pista. Algunos de ellos ya tienen una carrera firme, pero la mayoría todavía está en proceso de consolidación aunque la ascensión es meteórica. Una muestra de ello es la nueva obra de Nieves Delgado que trajimos la semana pasada, UNO. Y otra es el libro que hoy nos ocupa: El cirujano, lo último de Carlos Pérez Casas. Por cierto, ambos autores quedaron segundos en sus respectivas categorías y son, además, los primeros que traemos cuya obra ha sido publicada en 2018.
Primero, inventó la inmortalidad. De la noche a la mañana, todo el que era joven se esforzaba por no aparentarlo: nadie quería ser víctima de los cazacuerpos. Después, creó los cuerpos artificiales: ya nadie tuvo que temer. Ahora, el Cirujano ha ido más allá.
Gilberto es un espía corporativo y su objetivo es robar el secreto del reenganche corporal y los cuerpos artificiales. Sin embargo, todo se desmorona cuando es descubierto por el mismísimo Cirujano. Para sorpresa de Gilberto, no lo entrega a las autoridades ni ordena su asesinato; en su lugar, sale huyendo. ¿Por qué?
La sorpresa da paso a la intriga; la intriga, a la sospecha. La persecución dura poco. Ahora el creador de la inmortalidad yace inmóvil sobre el asfalto. Sus últimas palabras son una súplica para que no lo recuerden como un monstruo que condenó a la humanidad.
¿Habíais oído hablar del in media res? Se trata de una técnica narrativa que consiste en comenzar la acción cuando los hechos ya se han desencadenado. Esto da al lector la sensación de estar en medio de todo estorbando y dificulta en cierta manera la comprensión de lo sucedido. A cambio te mete de cabeza en la historia. Pues precisamente esto hace Carlos Pérez Casas en El cirujano, comenzando con la muerte del propio cirujano —de quien solo sabemos que es un tipo muy importante— vista desde la perspectiva de Gilberto, una especie de espía que por algún motivo lo estaba persiguiendo. Si a esta situación tan urgente le sumamos una misteriosa cuenta atrás, nos encontramos con un libro frenético que empieza por todo lo alto y que si no va a más es porque ya alcanza el sumun de la tensión en el primer capítulo. Con respecto a la cuenta atrás —de la que no voy a entrar en detalle para no espoilear—, me ha parecido un recurso magnífico para transmitir la inmediatez de la trama y el estado de necesidad en el que se encuentran los protagonistas. Es como la cuenta atrás de una bomba que amenaza con estallar y, por descontado, su efecto en el lector es igual de angustioso. Así, durante las primeras páginas de la obra, la historia se convierte en una cadena que va tirando del lector, casi obligándole a seguir adelante.
El creador de la inmortalidad yacía inmóvil sobre el asfalto. Conmocionado por lo que acababa de contemplar, Gilberto guardó su electrovara en el interior de su chaqueta y recorrió la distancia que lo separaba del cuerpo en diez zancadas. El sonido de los claxon se mezclaba con el estruendoso serpenteo de los tubotrenes que devolvían a los trabajadores a sus casas. Los conductores detenían sus vehículos y asomaban la cabeza, tratando de averiguar qué había sucedido. Las placas de datos tomando retratos del accidente no tardaron en aparecer en las manos excitadas de los peatones. Alguien había sido atropellado en el Puente de Europa.
Posiblemente, el mayor enemigo de un libro que empieza tan fuerte es mantener el ritmo. Vamos, que esa gran virtud se puede convertir en un defecto y la premisa ir disolviéndose como un azucarillo en un café hirviendo, como tantas veces hemos visto. Y es cierto que la primera mitad de El cirujano es más rápida que la segunda, pero esto no supone un problema. Primero porque se trata de una novela corta donde este efecto se ve más fácilmente amortiguado —el lector apenas tiene tiempo de enterarse—. Y segundo, y más importante, porque el autor muy pronto comienza a sembrar el libro de incógnitas. Van pasando las páginas y te encuentras muy metido en la historia con más preguntas que respuestas, por lo que el interés está por todo lo alto pese a que la velocidad ya no es tan abrumadoramente trepidante como al principio. De modo que estira como una goma ese efecto sorpresa, lo alimenta. Y es que me resultaría difícil de creer que alguien agarre este libro y no se lo ventile en un par de sentadas. Tres como mucho.
El secreto está en la diversidad
Las similitudes entre El cirujano y UNO no terminan en el formato corto, el futuro incierto que dibujan o la importancia de la IA en la trama. También en la obra de Carlos Pérez Casas nos encontramos con un texto plagado de detalles que aportan variedad y dan el tan necesario realismo. Nos estamos refiriendo a cosas como avances tecnológicos, la cada vez mayor importancia de las máquinas en nuestro día a día, el acaparamiento de poder de las megacorporaciones, o la aparición de nuevos delitos y profesiones derivados de estos cambios. Además, en El cirujano tenemos la aparición de personajes femeninos fuertes —aunque no tan fundamentales como en El alguacil— y, lo que es más importante, pertenecientes a otras culturas. En esto vemos el interés del autor por mostrarnos un futuro diverso donde hay menos barreras y mayor circulación libre de personas. Viendo como están las cosas, no sé si esto se llegará a dar así, pero ahí queda la intención.
Una mujer de unos cuarenta años, con hiyab y gafas, lo apuntaba arrodillada tras un mullido sillón. EL resto del salón permanecía en penumbra pero la tímida luz de una lámpara de la calle hacía centellear el cañón del arma. Gilberto alzó la electrovara mientras echaba un pie atrás, listo para golpear. Únicamente seis pasos lo separaban de su adversaria pero el sonido del arma al amartillarse le indicó que no llegaría vivo a la mitad del trayecto.
Para finalizar, al igual que hice con la reseña de Las tres muertes de Fermín Salvochea, destaco aquí que Carlos Pérez Casas se haya desprendido de los complejos típicos de los autores españoles y se haya atrevido a salirse de los límites de Madrid y Barcelona para situar la acción en Zaragoza y su provincia. Un libro con carácter en todos los sentidos.
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Foto ciudad: Oscar Aguilar. Unsplash.