Obra ganadora de los Premios Guillermo de Baskerville 2018. Categoría de novela corta.
Año: 2018
Editorial: Cerbero
Género: Novela corta (Ciencia Ficción)
UNO y menos UNO
Nieves Delgado no necesita presentación, ni en esta web, ni en el mundo de la literatura de ciencia ficción en español. Fue finalista de los últimos Premios Guillermo de Baskerville con 36, y se quedó muy cerca de ganar. De hecho, para mí era la favorita —y sé de sobra que no era el único que pensaba igual—, pero se encontró con un coloso en su camino. En fin, que cuando me enteré de que publicaba nueva novela corta, no dudé en ir a por ella. Mi idea era leerla más adelante, que mi lista de lectura pendientes sigue tan demencial como de costumbre, pero entonces llegó Origen Cuántico, organizó una disección de UNO, y ahí que me lancé. Esta crítica forma parte de esa disección.
El Proyecto UNO está en marcha y ya no hay retorno. Sasha lo sabe y se pregunta si está preparada para lo que sucederá después. Hay cosas que necesariamente quedarán atrás, personas amadas, recuerdos que corren el riesgo de desvanecerse. La fragilidad de la mente humana, la memoria volátil, los vínculos familiares están a un solo paso de llegar al futuro. Y cuando eso ocurra todo cambiará para siempre.
Voy a ver si consigo explicar esto: UNO es y no es, todo al mismo tiempo. Le pasa lo mismo que a la materia y la antimateria. No sé si la autora ha buscado este efecto desde el principio, pero ha conseguido perturbarme esa capacidad para crear sensaciones opuestas con tanta facilidad. No me estoy refiriendo ya solo a cosas más o menos evidentes como que se trata de una gran historia contenida en pocas páginas, o que el caso que relata podría darse o no darse en el futuro; ni siquiera estoy hablando de que siendo una historia de ci-fi dura —durísima— consigue plantearse como un inocente cuento que fluye suave. Me estoy refiriendo a esa sensación extraña que te deja en el cuerpo, esos dos extremos que se experimentan a un mismo tiempo. Y es que UNO es una obra brutalmente optimista y abrumadoramente pesimista a un mismo tiempo. Juega con tus sentimientos mientras te exprimes la sesera buscando significados ocultos.
Pero ¿qué ocurre en este libro? Sasha, la prota, trabaja en un proyecto de gran importancia que, al parecer, va a suponer un antes y un después en la humanidad. Casi nada. Lo que se sabe de este proyecto es muy poco y la autora deja que el lector tenga que rellenar los huecos por su cuenta. Esto, que en una buena parte de las ocasiones suele dar problemas porque deriva en clichés, en el caso de UNO es una virtud. De verdad que el lector conoce solo los detalles que tiene que conocer; todo lo demás es altamente importante, pero se queda sin explicar. Y no pasa nada porque la autora prefiere centrarse en las sensaciones que van asaltando al lector mientras va descubriendo qué ocurre. Y no son sensaciones cualquiera; estamos ante un título en el que el componente psicológico es más fuerte de lo que el lector medio está acostumbrado. Trata de forma magistral el vacío de ser conscientes que podríamos dejar de existir tal y como somos, ese temor a la muerte o a la no vida, un salto a la nada que supone adentrarnos en un futuro no tan improbable. Y es que veo UNO como una novela profundamente existencialista, a medio camino entre San Junipero y The Matrix, pero sin grandes artificios ni efectos especiales. Algo más simple y directo, como una obra de teatro independiente.
Y hablando de teatro, interrumpo el hilo porque no puedo dejar de comentar una de las curiosidades que adornan el texto y que aportan verosimilitud de una forma tan sencilla como efectiva. Resulta que en un futuro en el que todo el entretenimiento es virtual, asistir a una representación de teatro se convierte en algo extraño y fuera de lo común. Y, claro, los protagonistas no encuentran las palabras para explicarlo:
Hacía tiempo que quería ver una de estas representaciones en las que no hay elemento virtual alguno. Son personas las que lo hacen todo. Se aprenden los diálogos, se visten con ropas antiguas y gesticulan de manera exagerada, como se hacía antes. Es todo tan anticuado que resulta moderno. Y el aire acariciándome la cara un círculo perfecto.
Hecho en el siglo XXI
Pido disculpas si a lo largo de esta crítica he estado hablando medio en clave, pero es por una buena causa. Veo muy importante que el lector llegue a UNO sin demasiadas ideas preconcebidas. Además, es un libro muy fácil de destripar y, sinceramente, creo que todos lo tenéis que leer en algún momento. Así que voy a seguir comentando aspectos que me parecen importantes, pasando de puntillas por los pilares fundamentales de la obra.
Algo que sí puedo decir, y que me encanta además, es que UNO posiblemente —no lo aclara— transcurra en algún momento de la segunda mitad del siglo XXI si todo va bien y no nos hemos ido a la mierda antes, claro. Pero lo que sí sabemos es que se trata de un libro escrito en el mismo siglo XXI. Con esto quiero decir varias cosas. Una, que trata asuntos que nos conciernen ahora mismo a nosotros, como es el mal del Alzheimer —maravilloso retrato que hace de esto último, por cierto—, o como es el peligro que corremos de que el mundo virtual nos engulla y nos aísle del mundo «físico». Pero, sobre todo, me ha encantado el trasfondo ecologista que encierra el texto. El ser humano ha dejado de mirar por sí mismo y va a dar un salto al vacío del que quizá no hay vuelta atrás, pero lo hace por el bien del planeta. Lo que vengo a destacar de esto es que la solución no es fabricar una nave gigantesca y salir huyendo del Cristo de planeta que nos ha quedado por ser una panda de desgraciaos, que es la porquería de mensaje que nos está transmitiendo la ciencia ficción del momento. No, aquí se corre un riesgo máximo por el bien de todos como partes de un todo superior y más importante.
Lo ha dicho mirando al mantel, cogiendo la esquina de una servilleta de papel y retorciéndola hasta límites insospechados. Tuerce la boca, señal clara de que reprime algo, y se nota que tiene miedo, el miedo de cualquier humano ante una catástrofe personal e inevitable. Me reconozco en ese miedo como me reconocería en un animal atrapado en un cepo. El miedo como método de conocimiento del otro, seguro que algún filósofo lo pensó antes.
Y lo otro que demuestra que se trata de una obra hecha en el siglo XXI es que se da su sitio a personajes no normativos sin que la trama tenga que ir necesariamente sobre eso. La inclusión de un personaje trans se trata como algo puntual, normal, que está ahí como lo que es: lo más natural del mundo. Ojalá dentro de unos años no sea necesario remarcar esto y este párrafo, por lo tanto, no tenga sentido.