Hoy, 12 de marzo, se cumplen exactamente cinco años del fallecimiento de uno de los más grandes de la narrativa española del siglo XX: Miguel Delibes. Destacar en un siglo tan lleno de grandes autores en España y, sobre todo, en América Latina, con el boom del realismo mágico, es algo a la altura de muy pocos. El homenaje que le estamos haciendo a este autor con la organización del mes Delibes es sólo nuestra forma de mostrar la gratitud hacia alguien que nos ha regalado todo un racimo de obras fantásticas. Entendednos, nos sentíamos en deuda con él.
Miguel Delibes Setién nació en Valladolid en 1920. Se licenció en Comercio, ejerciendo después de catedrático de Derecho Mercantil y también de periodista en El norte de Castilla (periódico que llegó a dirigir). Pero lo que realmente nos interesa de él es su producción literaria. Pese a que empezó muy joven, no se pudo decir aquello de que se le veía talento, o que apuntara maneras, como se suele, sino que comenzó en la narrativa ya como un autor consagrado, ganando el prestigioso Premio Nadal de 1947 con La sombra del ciprés es alargada. Sólo contaba 27 años. Desde entonces salía casi a libro por año, con títulos memorables como El camino (1950), Diario de un cazador (1955) y La hoja roja (1959).
Con los años sesenta llegaría su apogeo creativo, siendo capaz de plasmar con maestría la realidad de la España rural, tradicional, obsoleta y orgullosa que le rodeaba, con especial atención a su tierra castellana. Todo ello sazonado con unas ganas intensas de mostrar a las claras las carencias de esa España franquista y su censura que, por qué no, le supusieron una especie de reto personal a esquivar. En estos años llegarían Las ratas (1962), Cinco horas con Mario (1966), Parábola del náufrago (1969), El príncipe destronado (1974) y El disputado voto del señor Cayo (1978). En 1973, y pese a haber tenido enfrentamientos abiertos con el Régimen (que ya le había obligado a dejar su cargo de director de El norte de Castilla diez años antes), fue nombrado miembro de la Real Academia Española (letra e minúscula).
Ya en los años ochenta, llegada la democracia, e inmerso en un aluvión de reconocimientos a su carrera, publicó Los santos inocentes (1981), El tesoro (1985), 377A Madera de héroe (1987) y Señora de rojo sobre fondo gris (1991), entre otras. Tras la publicación de su última novela, El hereje (1998), y con la salud muy afectada, Miguel Delibes anunció que ya había “colgado los trastos de escribir”. Todavía viviría algunos años más, completamente retirado y rehuyendo del jaleo del exterior, hasta que el 12 de marzo de 2010 su adiós fue definitivo.
Sus premios y logros, entre muchos otros: Premio Príncipe de Asturias de las Letras (junto con Gonzalo Torrente Ballester), Doctor Honoris Causa por las universidades de Valladolid, Complutense, Salamanca y del Sarre (Alemania), nombrado Caballero de las Artes y de las Letras de la República Francesa, Premio Nacional de las Letras Españolas, Premio Nacional de Narrativa, y Premio Cervantes. Pese a haber sido candidato durante varios años, se le fue negado el Nobel (no vamos a entrar aquí en el debate de si injustamente o no).
La huella que Delibes ha dejado en los que hacemos de las letras nuestro modo de vida es demasiado profunda para ser borrada. Su legado literario es, sencillamente, inabarcable. Mil gracias, maestro.