Javier Montiel: Babel de un hombre

Babel de un hombre. Libros Prohibidos

Título completo: Babel de un hombre y otros relatos
Año:
2017
Editorial: Maclein y Parker
Género: Relatos

Un arriesgado juego literario llevado a buen puerto

Leer a nuevos autores conlleva unos riesgos que me encanta asumir, aunque la experiencia no siempre sea positiva. Sin referencias anteriores, es un placer descubrir nuevas voces, nuevos estilos, escritores en busca de un sello propio y con cosas interesantes que contar. Esta experiencia puede ser muy satisfactoria… o no.

En este sentido, Maclein y Parker se ha convertido en un valor seguro. Sus libros pueden gustar más o menos en función de los intereses temáticos de cada lector, pero es innegable que estamos ante una editorial que siempre presenta propuestas muy cuidadas. El caso de la antología de relatos que presentamos hoy en Libros Prohibidos no es una excepción.

Javier Montiel es un uruguayo de Maldonado cuyas pasiones son la literatura, la pintura y el psicoanálisis. Babel de un hombre y otros relatos es su primer libro publicado, quince relatos cortos donde el suspense, la intriga psicológica y el erotismo son temas omnipresentes, en la mayoría de las ocasiones tratados con acierto.

El velo de la realidad se encuentra siempre en movimiento, encontrando a la vuelta de cada página la sorpresa, la irrupción, un final abrupto que nos devuelve hacia un comienzo sin garantías.

Resulta complicado destacar algunos relatos por encima del resto. El nivel es, en general, bastante alto, aunque me gustaría destacar varios de ellos para que el lector pueda hacerse una idea de lo que va a encontrar en esta antología. Es difícil condensar una idea en apenas tres o cuatro páginas (el relato más largo apenas supera la decena), de ahí el mérito del autor a la hora de provocar un pellizco en el lector con una narración fluida, párrafos bien construidos y finales rematados con pericia.

Javier Montiel. Libros Prohibidos

En los dos únicos relatos que guardan relación entre sí, «Óleo s/ tela I» y «Óleo s/ tela II», Montiel utiliza la pintura como hilo conductor de una narración en la que el suspense toma el control. Un relato policíaco con acción, sexo y diálogos muy cuidados.

En «Estados», podemos comprobar como los cambios emocionales no son los únicos que un ser humano puede sufrir. Nacho es la prueba de que somos una amalgama de sensaciones y de estados psíquicos… y físicos.

El suspense, la intriga, el terror y el erotismo son las señas de identidad de uno de los mejores relatos, en mi opinión, de la antología: «Azulejo». Aquí narra la experiencia de un hombre mayor cuya incontinencia urinaria nocturna le lleva a vivir una experiencia increíble en su propia casa. Un relato muy bien construido y bien resuelto, con reminiscencias (no sé si conscientes o inconscientes por parte del autor) a La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski.

Montiel dedica «Soledad» al prologuista de la obra, Óscar Binagi. Un relato en el que la figura del jefe se convierte en el acompañante no deseado del protagonista a través de pasillos, puertas cerradas, miradas esquivas y pensamientos poco edificantes.

A veces, la línea que separa un género de otro es muy fina, pero al comenzar la lectura de este libro no pensaba encontrar ningún relato que me recordara a las distopías de ciencia ficción que están tan de moda. Buen relato en el que N y E huyen a través de los tejados hacia los «Techos circulares» a los que apunta el autor con el título elegido. Gran trabajo, con buenas dosis de acción, diálogos muy bien construidos y un final sorprendente. Otro de los grandes aciertos de la antología.

En «Caída libre» se encuentra Gastón, el protagonista del siguiente relato. Seis páginas de caída eterna, sin fin, en las que el autor incluye detalles que me han recordado en cierto modo a la opresiva La casa en el confín de la tierra, de William Hope Hodgson. Uno no sabe por qué a veces una lectura provoca que otras acudan a su mente, pero creo que esa es parte de la riqueza de la literatura y, de forma consciente o inconsciente, mérito del autor que las evoca.

El relato que da título a la antología, «Luis Amador o Babel de un hombre», es un arriesgado juego literario del que Montiel sale airoso. Un puzle de cuatro piezas (Sidonie, Laura, Jorge y Pedro) alrededor de una central (Luis Amador) que demuestra cómo una misma escena puede interpretarse de muchas formas distintas, acertadas o no.

«Tía y el niño» es otro de mis relatos favoritos. La inocencia infantil frente a la corrupción de la adultez. Algo que por desgracia todos, en mayor o menor medida, sufrimos y aceptamos.

Comprendí, escuchando esta escena que me refirió mi amigo, que Papá Noel no es una ilusión para mantener felices a los niños, sino que se trata de una herramienta del adulto.

«Melodía nocturna» es un pequeño relato en el que el autor mezcla música y erotismo, sexo y partitura, al amparo de las relaciones del protagonista con Sara, María, Cecilia y una desconocida.

Una obra de teatro sirve a Javier Montiel de excusa para escribir sobre el paso del tiempo y cómo este no pasa igual para todos, teniendo su reflejo en la madurez, inmadurez y deterioro físico y mental de las personas. Un curioso relato titulado «Última butaca».

La antología se cierra con una narración muy onírica, «Único real», donde el autor se pregunta qué es real y qué es un sueño. Un punto final que tal vez sirve de aglutinador de muchos de los temas que Montiel refleja en el resto de relatos, conformando esa Babel de un hombre que apunta en el título.

Pese a no existir relación directa entre ellos (excepto los citados «Óleo s/ tela I» y «Óleo s/ tela II»), la sensación de uniformidad y de sutil vínculo entre todos los relatos es notable a lo largo de la lectura. Javier Montiel dota a su escritura de una acertada cohesión; destacan las descripciones y un buen manejo del lenguaje, incluidos los giros propios de su tierra, que aportan riqueza estilística al conjunto.

Es destacable también la edición, el libro como objeto. Los valores añadidos a los que nos tiene acostumbrados Maclein y Parker también están presentes en este volumen. La editorial sevillana ha conseguido dotar a sus publicaciones de un sello propio, con un formato atractivo, portadas muy cuidadas (en este caso, obra de Ángela Arias) y unas frases finales elegidas con esmero, que sirven de inmejorable colofón a la edición.

Dicen que la primera obra publicada de un autor puede marcar su trayectoria para siempre, llevarlo a seguir siendo publicado o truncar su carrera literaria y quedarse como flor de un día, que se fue para no volver. Javier Montiel consigue, a golpe de relatos acertados, que mi respuesta a la pregunta de si leería la siguiente obra de este autor sea un rotundo sí.

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