Año: 1962
Editorial: Destino
Género: Novela
Valoración: Ovación
Un mes muy especial este marzo de 2015, durante el cual hemos rendido homenaje a uno de los más grandes de nuestra literatura reciente: Miguel Delibes. Ha quedado todo dicho ya, sobran los comentarios, al igual que sobra que diga que he tenido el gran honor de cerrar el mes Delibes con mi reseña de Las ratas. No recuerdo por qué elegí este libro, de entre la maravillosa obra de Delibes no era la que más sobresalía, al menos en principio. Simplemente me llamaba. Ahora me alegro de que haya sido así.
Las ratas es un retrato, una suerte de radiografía de un pueblo castellano de mediados del siglo pasado. En el transcurso de los meses que refleja la novela, vemos la realidad de los campesinos, gente pobre, apegada al terruño, de vida simple e inquietudes aún más simples, que vive a merced de las estaciones, o mejor dicho, del refranero y el santoral. Apartados del pueblo, en una cueva, viven el Tío Ratero y su hijo el Nini, quienes salen adelante mal que bien cazando (y vendiendo) ratas.
Hay tantas cosas que destacar y tan poco espacio para hacerlo… Creo que podría llevarme horas hablando de este libro, que podría escribir páginas y páginas y nunca terminar. Supone para mí un misterio cómo pudo Delibes reflejar tan magistralmente la vida rural castellana en tan breve espacio (ni doscientas cuartillas). Más todavía cuando el tempo es tan pausado, y a la vez, tan preciso. Parece que los días transcurren, y al mismo tiempo, para los personajes no está pasando nada. Y sin embargo sigue y sigue, nunca hablando de fechas, sino del santo concreto del día. Para muestra, este inicio de capítulo:
A partir de San Gregorio Nacianceno el canto de los grillos se hacía en la cuenca un verdadero clamor.
Los personajes son como el páramo en el que viven, o como el clima mesetario: fríos, oscuros, distantes, crudos, pero lo más importante: reales. Delibes no se detiene demasiado hablando de ellos, no derrocha apenas unas pocas líneas describiéndoles, sólo les presenta y les deja expresarse con naturalidad. A veces, como ocurre con el Tío Ratero, sólo necesitan decir tres palabras por frase (y nunca más de dos frases seguidas), para que el lector se empape en la esencia de la historia.
Podemos hablar de realismo incluso al tratar al personaje, de entrada, más fantástico de todos (y verdadero protagonista del libro junto con las propias ratas). Estamos hablando del Nini que ni estudia ni trabaj, un niño de once años que se dedica a la caza y posterior venta de ratas (los habitantes del pueblo se las comen, no son apreciadas como mascotas). El niño es tomado como una especie de sabio por los habitantes del pueblo, quienes acuden a él para pedirle consejo sobre temas del campo o de animales, lo que viene siendo lo más importante. No es que el Nini esté iluminado, como piensan sus vecinos, sino que debe todo su saber a la mera observación del entorno y, a veces, a las palabras de los mayores (a los que sólo él escucha). Pues ni por esas. El personaje del Nini, con todas sus peculiaridades, sigue siendo tan real como los demás.
Resulta curiosa la imagen de un niño impartiendo sabiduría entre los adultos. Es aquí donde viene la denuncia: la miseria material del pueblo es derivada de la miseria intelectual de sus habitantes. Los campesinos, tras generaciones de trabajo semi-esclavo bajo la tiranía de la clase dominante, no son más que unos pobres ignorantes condenados a una perpetua minoría de edad.
Y ahora podría ponerme a hablar del estilo fluido, de la prosa maravillosa, de patatín, de patatán, pero no lo voy a hacer, que es Delibes, que esta es la novena obra de él que reseñamos, que ha quedado claro que es un insustituible, un imprescindible, un maestro. Va por usted esta cerrada ovación.