Patrick Süskind: El perfume

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Título original: Das Parfum, die Geschichte eines Mörders
Idioma original: Alemán
Año: 1985
Editorial: Seix Barral
Traducción: Pilar Giralt
Género: Terror
Valoración: Infumable

He sudado tinta para encontrar mi viejo ejemplar de El Perfume porque, haciendo caso a Marie Kondo, la nueva gurú del orden doméstico, he apartado de mi vista todos los objetos que no me hacían feliz y este libro estaba en la zona más recóndita de mi casa. Y es que El Perfume, a pesar de ser una de las grandes obras de la literatura universal, nunca me ha hecho feliz.

No negaré que tiene algunas virtudes (el planteamiento es original, el uso del lenguaje es correcto y se recrea de forma adecuada el momento histórico donde transcurre) pero, bajo mi opinión, esta novela es un proyecto fallido. En las decenas de veces que he tenido que vérmelas con apasionados defensores de la obra, siempre he oído las mismas palabras: «Es que describe muy bien los olores». Sí, es cierto, Patrick Süskind describe muy bien los olores, pero una novela no se aguanta únicamente con ello. Se necesita un protagonista interesante, un hilo argumental bien construido y un final a la altura. Pues bien, El Perfume, bajo mi opinión, no cumple con ninguna de esas tres premisas.

Pero vayamos por partes. El personaje principal, Jean-Baptiste Grenouille, es un asesino en serie que elige a sus víctimas en función del olor que despide su cuerpo. Nada que objetar. Sin embargo, Grenouille siempre me ha parecido un personaje plano, demasiado plano para resultar convincente. A la hora de recrear un personaje malvado, es necesario que el escritor entre sin miramientos en el lodo maloliente de una mente enferma y Süskind no lo hace. Pasa de puntillas, incluso, a veces, haciendo un requiebro para evitar enfrentarse a ella. Por esta razón, el lector no acaba nunca de empatizar con Grenouille, que aparece como un personaje desagradable en lugar de fascinante. ¿Era esa la intención del autor? Personalmente, creo que no, se trata simplemente de falta de oficio.

No es fácil conseguir que el lector empatice con un personaje malvado. Es necesario escribir de forma tan admirable como, por ejemplo, Vladimir Nabokov en Lolita o como Bret Easton Ellis en American Psycho. Tanto el pederasta Humbert Humbert como el yuppie asesino Patrick Bateman son seres detestables, pero en los dos casos, el escritor consigue que, aun en contra de nuestros principios morales, simpaticemos con ellos. No pasa lo mismo con Grenouille o, al menos, yo no lo he conseguido. Me parece un protagonista insulso. Su único rasgo destacable es su prodigioso olfato y su azarosa vida, pero nada más.

Vamos ahora con el hilo narrativo. La novela es una sucesión de escenas prácticamente iguales que se encadenan unas a otras de forma lineal y sin interés. En la primera parte, el niño Grenouille pasa de mano en mano porque nadie le quiere. A cada uno de los eventuales tutores que se hacen cargo de él y que luego le abandonan les espera un destino aciago. Sus biografías son similares; la reacción ante el pequeño Grenouille, idéntica; su final, casi milimétrico. Cuando el joven empieza a matar, parece que se anima la cosa, pero no. La estructura sigue siendo la misma. Un asesinato tras otro con unas características muy similares. Soporífero.

Y después está el final, el desconcertante final. Posiblemente para contrarrestar esta estructura lineal y aburrida, el autor quiso concluir su obra con un cierre apoteósico que nos dejara a todos con la boca abierta y, para conseguirlo, no se le ocurre otra cosa que sacarse de la manga un «deus ex machina» de libro. El «grand finale» de El Perfume chirría por ilógico y desproporcionado. Es un desesperado intento de darle un poco de relieve a una novela sosa y sin interés, un intento, en mi opinión, completamente fallido.

En resumen. El Perfume es, posiblemente, la novela más sobrevalorada de los últimos años, el Titanic de la literatura moderna. Un hermoso buque que se hunde de forma aparatosa ante el primer obstáculo con el que se encuentra. «Pues es todo un best seller», me dicen siempre sus defensores. Sí, es cierto, pero también es un best seller 50 Sombras de Grey y tantos otros despropósitos literarios. ¿Hace falta que diga algo más?

Alicia Sánchez Martínez

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