Risas y maldiciones en El ladrón de lengua negra

Kinch Na Shannack es un ladrón malhablado que sobrevive robando para pagar una gran deuda al Gremio de los Ladrones, aquellos que lo formaron y lo metieron en la clásica estafa donde te enrampas y ya no puedes vivir tu vida. Por culpa de esa deuda su cara está marcada con un tatuaje horrible que da permiso a la gente para abofetearlo en las tabernas y pedir una cerveza a su costa. Un desgraciado, vamos. Posiblemente que el protagonista de El ladrón de lengua negra sea un mindundi al que todo el mundo tima, y que hace lo que puede con bastante desparpajo, sea su principal bendición. Porque la historia, lo que es la historia, va de bastante poco: un viaje con un puñado de personas muy distintas con las que te reirías igual si solamente fueran noches de taberna.

Olvidaos del argumento principal, las excusas que justifican ese viaje tampoco importan tanto -aunque acaben teniendo su punto curioso- y lo que da sentido a la novela es que está bien escrita (y traducida) y que resulta muy divertida. Su lenguaje y el incansable optimismo de Kinch servirán de motor para un grupo formado por una guerrera de lo más estoica y disciplinada, una bruja novel y el gato más gato que os podáis echar a la cara, de nombre Montesino. Estoy haciendo trampa, porque ni la guerrera es solo eso, ni la brujita es tan simplona como pudiera parecer de entrada, ni el gato… Bueno, que lo descubráis, que es una historia de personajes y si me pongo a detallarlos demasiado estropeo la sorpresa.

Se puede saber lo grande que es una ciudad contando cuántos dioses tienen templos en ella y fijándose en su tamaño.

Aunque es la viva representación de que lo importante es el viaje y no el destino, El ladrón de lengua negra tiene muy trabajado el folclore y la tradición del mundo donde todo sucede. El lenguaje es propio, lleno de palabros inventados (aunque fácil de extrapolar) y está repleto de conceptos propios pero, sobre todo, tiene un gran bagaje cultural mostrado con muchísima retranca que no se hace pesado. Un sinfín de chistes mordaces disfrazados en un entorno fantasioso cuyo peso recae en la voz protagonista, que logra hacer que te caiga bien desde el minuto uno.

Además de sus personajes, la creatividad que logra es, pues, otro de sus puntos fuertes, pero no los únicos: no le tiene miedo a la aleatoriedad, todo es posible en una novela donde acabas viendo goblins, gigantes, piratas y borrachos. Y se agradece, cuando el autor cree que en un entorno está exprimido, simplemente pasa a otro, acabando por contar un montón de historias juntas. Dadle margen de maniobra y dejad que os sorprenda.

Esta es una obra para cogerla en el momento adecuado, cuando te apetezca algo sin mucha intensidad espiritual pero que esté lleno de grandes enseñanzas. “El verdadero castigo no es el tiempo, sino el trabajo” es una de ellas y es que Kinch tiene unas pretensiones nada bien vistas: retirarse a algún lugar alejado a pasar los días leyendo sin que le calienten la cabeza; un ejemplo de personaje que no funciona en una sociedad de héroes y princesas, como no lo haría en el capitalismo donde el trabajo debe ser una vocación. Es imposible no empatizar con alguien como él. Sí, mangante, pero hecho de buena pasta, con una cabeza bien colocada y un gran sentido del humor.


Título: El ladrón de lengua negra
Autor: Christopher Buehlman
Traductor: Manuel de los Reyes
Año: 2022
Editorial: Gamon Fantasy
Género: Fantasía

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