Título original: Copygirl
Idioma original: Inglés
Año: 2015
Editorial: Umbriel (2016)
Traducción: Anna Turró Casanovas
Género: Novela
Valoración: Mejor no
En la contracubierta de Copygirl se nos dice: “Mad Men se mezcla con El diablo se viste de Prada en esta divertida novela sobre una chica y su trabajo en la agencia de publicidad más famosa de Nueva York”. Un consejo desde ya: siempre que una obra se anuncia refiriéndose a otras obras, en vez de destacando sus propias virtudes, mal asunto; mejor mantente alejado. En la solapa de Copygirl, además, se nos cuenta que las autoras “se conocieron cuando las dos intentaban abrirse camino en el departamento creativo de una competitiva y premiada agencia de publicidad de Nueva York”, y que “se reencontraron en la barra libre de la boda de una antigua compañera, y mientras bebían chupitos de tequila se dieron cuenta de que las locas aventuras que habían compartido serían una gran novela”. Otro consejo: cuando te enteres de que la idea para un libro ha surgido de una conversación entre dos personas borrachas, mal asunto; mejor mantente alejado.
Tengo que empezar a hacer caso a mis propios consejos. En fin.
No he visto El diablo se viste de Prada, pero imagino que Copygirl beberá mucho de ella porque, desde luego, a Mad Men no se parece lo más mínimo. Ah, sí, perdón. Ambas tratan sobre una agencia de publicidad en Nueva York. Hasta ahí las semejanzas del día. Todo lo que hace de Mad Men la serie maravillosa que es (los diálogos rebosantes de ingenio e ironía, los personajes magistralmente construidos, las representación tan verosímil de las relaciones humanas, la sutil crítica de la sociedad de consumo) está ausente en Copygirl. Qué digo ausente; está presente al 100%, sólo que en formato antítesis. Vamos, que tenemos unos diálogos que suenan de todo menos brillantes, unos personajes de cartón-piedra, una simplificación casi insultante de las relaciones humanas, y una alabanza vergonzosa de la sociedad de consumo. ¿Suena apetecible? Sigo.
La desacertada comparación con Mad Men se acentúa aún más cuando nos fijamos en lo único que tienen en común: el retrato del mundo de la publicidad. No albergo demasiada simpatía hacia el trabajo de publicista y el consumismo del que se retroalimenta, pero en Mad Men resulta fascinante ver cómo los creativos desgranan el producto en cuestión para luego sintetizarlo en la frase mega-aguda de turno. En Copygirl se supone que la protagonista es una especie de Don Draper en potencia, pero es imposible que el lector se lo crea cuando a sus ideas no se les ve el cacumen (adoro esta palabra) por ningún lado. Sospecho que las autoras eran conscientes de esto, así que optaron por tratar de hacerlo más creíble convirtiendo al resto de los miembros de la agencia en gente aún más lerda con ideas todavía más nefastas.
Para más inri, este pobre libro está escrito que da hasta penica. Prácticamente ninguna frase aquí contenida suena natural. Mi intuición es que algo de culpa tendrá la traductora, porque las dos autoras han sido copywriters en una “competitiva y premiada agencia de Nueva York”, por lo que digo yo que algo sabrán de escribir. Digo yo. O tal vez no. Bueno, el caso es que se trata de una de esas obras que no puedes leer sin dejar de pensar “Pero qué mal está escrito esto, ¡por diooooossss!”. No es agradable.
Pero quizá lo peor de todo es que no es ni siquiera una novela “divertida”, como promete la contracubierta. Todo lo contrario; es predecible hasta la saciedad. Todas y cada una de las cosas que le ocurren a la protagonista las he visto venir a la legua. Y eso que yo soy bastante parda en lo que a ver venir las tramas se refiere. Y, bueno, la protagonista parece sacada de Los renglones torcidos de Dios, de lo enervante que es. Así que, cuando no estás pensando en lo mal escrito que está todo, estás rumiando que a la pobre chavala le falta un hervor, que a ver si espabila y se da cuenta ya de lo que tú misma sabes desde hace siglos. Abundantes ganas de abofetear le entran a una.
En fin, queridos, que no, que no y que no. Sigan circulando, que aquí no hay nada que leer.