Francisco Jota-Pérez (Barcelona, 1979) es quizás una de las voces más potentes y originales en el campo de la literatura de género. Sus textos conjugan filosofía, poesía y narrativa para construir un espacio literario que impacta directamente en las vísceras del lector. Con referencias a Derrida y a Foucault, pero también a la ciencia-ficción, al terror, al black metal o al ocultismo, pudimos conversar con él acerca de algunas cuestiones relativas a Teratoma, al ensamblaje filosófico de sus textos o a su posicionamiento como autor:
«Sigo considerándome autor de ciencia-ficción»
Teniendo en cuenta por un lado la tradicional distribución de las obras en géneros y subgéneros, pero por otro el enfoque posmoderno que reivindica la importancia de subvertir o desplazar las instancias fijas, tanto en lo estético como en otros ámbitos, ¿cómo ves la distinción entre géneros literarios, y en que género te ubicarías?
En cierta manera yo lo tengo muy fácil, porque ideológicamente me considero anarquista. Creo fervientemente en las colectividades auto-organizadas y más o menos interdependientes, por lo que entender las cosas de manera encajonada me cuesta muchísimo. Entiendo que siempre hay trasvases, que siempre hay micro-organizaciones, y eso desdibuja los géneros absolutamente. Entiendo que los géneros puedan servir como etiquetas para colocar librerías o para dar una guía a la hora de elegir lectura desde una posición crítica, pero a la hora de crear pienso que cada creador es de su padre y de su madre y además bebe de fuentes totalmente distintas. Si te pones a estudiar un género verás que al final tienes que ir autor por autor y que cada autor es una pequeña excepción a la norma, como si cada autor fuese una pequeña comunidad que interrelaciona con otras por afinidades. Puedes establecer algún sistema de «X autores son afines a otro tipo de autores», pero de ahí a hablar de una corriente o una generación no tiene sentido hoy en día. Aunque yo sigo considerándome autor de ciencia-ficción. Ya prácticamente parece un chiste, pero lo cierto es que me gusta mucho el género que se ha catalogado históricamente como ciencia-ficción y me gusta mucho encuadrarme allí dentro, pero desde ese punto de vista de sistemas de afinidades. Soy afín a ese postulado porque dentro de todo me parece que la ciencia-ficción es uno de los géneros más libres que existen, junto con el terror quizás.
Pero Francisco Jota-Pérez como autor no cumpliría con ningún tipo de criterio o canon vinculado a la ciencia-ficción…
Soy afín. Durante muchos años se ha considerado que Burroughs escribía ciencia-ficción cuando él nunca se había considerado escritor de ciencia-ficción. Anna Kavan, otra de mis autoras de referencia, decía que nunca había escrito una línea que tuviese que ver con la ciencia-ficción, y siempre la han metido en el cajón de la ciencia-ficción. Como al final te van a poner la etiqueta, pues mejor ve tú con la etiqueta por delante y ya está.
Y cuando hablas de teoría-ficción, antifilosofía… ¿Manejas algún concepto de verdad, te consideras relativista?
Manejo en cierta manera algún concepto de lo real, de lo real deconstruido: lo real como lo inexistente pero que necesita cubrir cierto vacío, prácticamente como un númeno. Es el único concepto más o menos referencial que utilizo. A partir de ahí soy absolutamente relativista. He leído demasiado a Derrida.
En Homo Tenuis vinculas lo real al campo de lo hipersticioso: ¿ese planteamiento no desembocaría en un cierto dualismo?
Lo que explico en Homo Tenuis es que hay una esfera de lo real, un constructo lo suficientemente blando y plástico como para que dentro de él quepa prácticamente cualquier cosa a la que quieras otorgarle la categoría de «real»; y que hay otra esfera que sería la de lo ficcional. Lo ficcional es otro constructo, mucho menos material y al que se recurre a la hora de cristalizar esos objetos hipersticiosos. Evidentemente no son cosas separadas, no hay un dualismo, son dos campos que tienden a solaparse y a evolucionar juntos. Y precisamente uno de los mecanismos para que esas dos esferas liguen y avancen en paridad es el fenómeno de la hiperstición, el estudio de cómo las ideas, que pertenecen básicamente a la esfera de lo ficcional, pueden llegar a cruzar hacia la esfera de lo real y en el camino dejan ese engranaje.
Esas dos esferas de lo real y lo hipersticioso estarían interconectadas.
Si lo quieres en una imagen, estarían superpuestas y además en movimiento. Y entre muchas de las cosas que hacen que se muevan, estaría el fenómeno de la hiperstición.
Tu enfoque por tanto sería materialista…
Hasta cierto punto es materialista, sí. Lo que pasa es que es un materialismo figurativo.
Claro, es que a mí me chocaba bastante ver esta aparente duplicación de la realidad, entre lo material y lo ideal, que parece más propia de la metafísica tradicional, o de una metafísica de la sustancia.
Pero forma todo parte del mismo plano, de otra manera no podría haber ese trasvase [de lo ficcional a lo real]. Además, si hablas de distintos planos sí que te vas a una metafísica que a mí no me parece demasiado interesante.
Y en ese mecanismo por el que lo ficcional se vuelca en lo real a través de los objetos hipersticiosos: ¿cómo se explica que los objetos hipersticiosos vengan desde el futuro y afecten a lo real en el presente?
No es que vengan del futuro. Esto en teoría de la hiperstición, tal como lo planteaba el CCRU, es la figura del monstruo al final de la historia. Al final no deja de ser un experimento de pensamiento. Es como el basilisco de Roko en Teratoma. Se puede entender en cierta manera la hiperstición como que hay un monstruo al final de la historia que se va a alimentar de todo lo que nosotros hayamos creado, y entonces para que lo que hayamos creado sea lo más rico posible va lanzando informaciones y haciendo que cristalicen ciertas cosas que a él le gustan. Es un manera muy de cuento de explicar lo que es la teoría de la hiperstición, pero si te puedes situar intelectualmente en ese final de la historia puedes llegar a entender todos los procesos que abarca.
«En filosofía de vanguardia se están haciendo unas cosas tan inmensas que lo que yo pueda hacer es una aportación mínima»
Mencionaste a Derrida, y también pienso en Deleuze… ¿qué autores influyen en la obra de Francisco Jota-Pérez? ¿Te sientes cómodo situándose en esa tradición de la posmodernidad francesa?
La teoría de la hiperstición es totalmente deleuziana. De hecho, sin Mil mesetas no habría teoría de la hiperstición. Y a mí cuando me llaman posmoderno me hace ilusión, aunque sé que la denominación está totalmente denostada hoy en día. Coincido mucho con Álvaro Arbonés, teórico cultural, que lleva cinco artículos defendiendo el posmodernismo en su blog, explicando por qué está mal usar posmoderno desde una visión simplista, y el otro día ya lo dio por imposible y escribió un tweet diciendo «cada vez que decís “posmoderno” en plan peyorativo sonáis como unos putos catetos. Punto. Ya no voy a explicarme más ni mejor». A mí toda la filosofía que vino del posmodernismo me parece riquísima, toda esa gente me parecen titanes. Si Foucault no hubiera empezado a hablar del poder y de cómo se ejerce este poder y cuáles son sus mecanismos filosóficos, no tendríamos ni la mitad de los movimientos sociales ni el 90% de la teoría cultural que tenemos ahora: es fundamental la influencia que tiene en todos los movimientos feministas, LGTB, incluso si me apuras en movimientos animalistas y veganos.
Yo a día de hoy no me ubico ahí porque no me considero filósofo. Me pasa lo mismo con la poesía, no me considero poeta aunque escriba poesía. Me gusta lo de «teórico cultural», pero si tuviese que elegir preferiría encuadrarme en alguna tradición literaria o simplemente ser considerado escritor. Sería ligeramente frívolo por mí parte decir que continúo esa tradición filosófica. Además, a día de hoy la filosofía de vanguardia tiene pensadores espectaculares: Reza Negarestani es maravilloso, es prácticamente el inventor de la teoría-ficción, y es fantástico a muchísimo niveles. Y ahora estoy traduciendo, para Materia Oscura, el último libro de Alberto Toscano, que desde la estética es también un pensador con un pensamiento político y posmoderno maravilloso. En filosofía de vanguardia se están haciendo unas cosas tan inmensas que lo que yo pueda hacer es una aportación mínima.
¿Y cómo llegas de Homo Tenuis a Teratoma? De una obra bastante explicativa y de corte ensayístico a una narrativa tan críptica y que como explicas en tu blog funciona más por asimilación que por comprensión explícita…
Hay una cosa muy curiosa, y es que Homo Tenuis lo escribí después de Teratoma. Todo el mundo piensa lo contrario, pero el último borrador de Teratoma lo acabé en mayo o así y en julio empecé a escribir el primer borrador de Homo Tenuis. Por eso en cierta manera fue fácil escribir Homo Tenuis, porque aborda conceptos que ya había manejado artísticamente en las tres novelas anteriores. En lugar de abrir un mapa lo que hice fue resumir los conceptos con los que había trabajado y explicarlos de una manera más sistemática. La teoría de la hiperstición estaba ya tanto en Teratoma como en El pasaje como en Aceldama.
En Teratoma me dio la impresión de que hay un trasfondo muy apocalíptico que te aleja un poco de la literatura posmoderna, en el sentido de que es más salvaje, cruda y visceral, más cercana a Burroughs que a Blanchot, por así decir.
Sí, realmente es como me quiero ver a mí mismo. Creo que mi escritura es bastante visceral y tiendo a poner el contenido teórico y el narrativo al mismo nivel. Realmente lo que estoy escribiendo es en lo que creo, y al final me parece que ese es el compromiso de todo escritor. Frente a eso que dicen de «escribe de lo que sepas o de lo que conozcas», yo soy más de «escribe de lo que sientas». Y realmente yo escribo de lo que siento. Todo lo que digo en mis libros es siempre parte de una reflexión o de un sentimiento absolutamente íntimos. Y desde ahí sólo puede ser visceral. Otra cosa es la intencionalidad, y mi intención es operar a un nivel absolutamente sensorial. Lo que busco con lo que escribo y cómo lo escribo es que el mensaje llegue mediante aprehensión sensorial. Es decir, voy a jugar con el lenguaje todo lo que pueda, voy a destrozar todas las estructuras que pueda destrozar para que tú entres en esa especie de trance por el cual llegues a lo que te quiero contar, y que quede ahí y vaya haciendo poso y vaya formando unos procesos psicológicos que no son los de una narración plana.
En ese sentido, en tus textos está muy clara esa voluntad de romper con una estructura narrativa clásica. Sin embargo, a nivel formal las obras de Carlton Mellick o Jeremy Robert Johnson son totalmente clásicas. ¿Crees que es posible generar algo, o que la tarea actual del escritor se pueda llevar a cabo sin jugar con las formas?
Mi opinión personal sincera es que no tengo ninguna opinión al respecto. Yo no soy nadie para decirle a ningún autor lo que tiene que hacer. Sé por donde creo que tengo que ir yo. Te puede sonar muy individualista, pero es que al final creo que hoy en día el panorama es tan enorme que cabemos todos. No sé qué aspecto va a tener la literatura dentro de un montón de años, ni siquiera sé si va a existir la literatura o si existirá en alguna otra forma que quizás no sean los libros, pero no creo que haya una sola salida al momento actual. Habrá muchas, y unas caerán en vía muerta y otras se transformarán y mutarán en cualquier otra cosa, pero me parece totalmente válida cualquier opción, siempre que tenga cierta cuota de libertad. Yo me identifico más con Mellick, que dentro de todo es muy formal, que con la mitad de escritores supuestamente experimentales que corren por ahí. Al mismo tiempo me identifico muchísimo con Kenji Siratori, que es lo más experimental que pueda haber en el mundo, y menos con según que autores de aquí que se supone que están innovando. En mi caso, después de mucho tiempo y mucha reflexión he entendido que mi camino es este, la destrucción formal: buscar otras formas y jugar con las formas. A mí me gusta mucho jugar. Pero no voy a coger y cerrarme en banda y decir «soy un autor experimental y lo único que voy a leer es literatura experimental», porque es muy pobre. Hay muchísimas cosas, muchísimas cosas buenas y no voy a cerrarme puertas. Ni como lector, ni creo que nadie se las debería cerrar como autor. Me parece muy triste la literatura de forma, la literatura de «joder, es que yo escribiría no sé qué, pero es que tengo que escribirlo de esta forma, con esta plantilla, porque es que si no, no me la van a pillar las editoriales, o no voy a vender o no voy a llegar a ser guionista de no sé qué que en realidad es mi sueño». Me parece malentender el arte de una forma tristísima. Escribe lo que quieras. Escribe porque puedes. Es muy feo tirarse flores a uno mismo, pero lo único que yo he hecho escribiendo ha sido lo que me ha dado la gana. He estado haciendo muchos años haciendo lo que me ha dado la gana y a mí las editoriales me compran los libros. Basta ya de estos complejos estúpidos de «es que si no escribo así no voy a encontrar lectores, o ni siquiera editores que me lo saquen». Si lo haces porque crees en eso, porque todo tu ser está puesto ahí, alguien lo va a descubrir y lo va a ver. Y yo tengo lectores alucinantes, evidentemente que no tengo miles de lectores, pero tengo mucho feedback con mis lectores y, joder, hacen unas lecturas maravillosas. Al final la literatura es comunicación y cuando escribes como yo escribo parece que no lo sea, pero cuando llega hay una comunicación preciosa porque te están entendiendo y tú has encontrado a alguien en quien volcar eso a lo que le estás dando vueltas, eso que quieres proyectar. Es precioso. Y me da igual ahora mismo tener quinientos lectores o tener cinco mil. Es que no quiero cinco mil lectores a los que no pueda llegar, porque si estamos hablando de comunicación, ¿qué puta comunicación puedes tener con doce mil personas si cogen el libro y cuando lo han acabado dicen «joder, me he entretenido un montón»y lo dejan?
Has comentado ya cosas, pero ¿cómo entiendes la comunicación autor-lector, teniendo en cuenta que tus libros no parecen comunicar a un nivel racional?
Es que no es eso lo que busco. Yo no quiero contarte mi vida. Resumiendo muchísimo, sería como «hostia, he llegado a este sitio o he tenido esta idea o este sentimiento y necesito crear una obra que te haga tener acceso a esa idea o a ese sentimiento, que sientas tú eso». La sensación de vivir dentro un simulacro, la sensación de estar tan atrapado que necesariamente tiene que haber una salida y que esa salida te la tienes que inventar a través de la ficción, eso sólo lo puedes transmitir escribiendo algo como Teratoma. No puedes escribir un tecnothriller explicando… quizás sí lo puedes hacer, pero al final llegas a un nivel que tienes que ser incluso más simbólico de lo que ya es Teratoma, y empiezas a no ser honesto. Creo que Teratoma es muy honesto a la hora de transmitir esa sensación, porque es algo que sinceramente creo que sólo se puede transmitir mediante cierta suspensión sensorial que haga que realmente entiendas.
«Lo único que yo he hecho escribiendo ha sido lo que me ha dado la gana»
Más que entenderlo sería sentirlo…
Sentirlo, procesarlo, que te acompañe…
Se lee casi como poesía ¿no? Son formas, imágenes, estructuras complejas a nivel sintáctico, que te van como hipnotizando. Yo al menos no he podido asimilarlo de manera racional. Homo Tenuis sí.
Homo Tenuis sí porque Homo Tenuis es un ensayo. En Homo Tenuis hay una intencionalidad experimental, hay juego, una especie de cubismo, como si la forma la desplegases y la pudieses ver en su totalidad. Hay juegos pero es un ensayo y está escrito precisamente con la idea de aclarar estos términos. Hay un par de capítulos que están escritos directamente en lenguaje periodístico. Pero no veo por qué no se pueda hacer buena filosofía a través de la poesía, y de hecho se ha hecho antes. O a través del ocultismo. Cualquier camino que lleve hacia delante y que lleve al pensamiento a cuestionar lo real para poder seguir avanzando me parece válido. El ocultismo tiene una tradición tan rica o más que la filosofía, y de hecho son primas hermanas. Se trata de herramientas. En la ciencia ficción hay grandísimos filósofos. Los grandes clásicos de ciencia ficción son filósofos. En la literatura de terror está Thomas Ligotti. Ligotti está haciendo un ejercicio de nuevo nihilismo muy extraño que sólo se puede entender más o menos correctamente desde la filosofía. Chantall Maillard es una de las filósofas más interesantes de hoy en día, y es poeta. A través de su poesía está articulando una filosofía que es interesantísima, muy rompedora y muy necesaria. Si ahora mismo mismo surgiese un trap filosófico yo lo compraba, y me parecería maravilloso. Yo estoy muy metido en el metal extremo, y ahora mismo los letristas y los postulados que presentan ciertos grupos están directamente vinculados a la filosofía de vanguardia. De hecho no sólo lo defiendo yo, lo defienden unos cuantos teóricos, que el black metal es una de las últimas grandes vanguardias, y me parece superválido. Es muy interesante jugar el partido ahí.
Para terminar, ¿tiene ahora mismo Francisco Jota-Perez algún proyecto entre manos?
Ahora mismo estoy traduciendo a Toscano y publicando artículos. Y acabo de terminar una novelita corta, muy densa, pero corta, que está en manos de los que tienen que evaluar estas cosas.
Fotografías: Francisco Jota-Pérez y Orciny prensa