Miguel Roselló: El triunfo de la mazacota

El triunfo de la mazacota. Libros Prohibidos

Año: 2017
Editorial: Cassandra 21 (autopublicación)
Género:
 Novela

La mazacota como forma de vida

¿Qué sería de la literatura si periódicamente no necesitásemos descargar la frustración que tan continuamente nos produce la sociedad? Claramente, la crítica de nuestro tiempo es uno de los acicates que nos empujan a los autores a ponernos a teclear como locos. Es la mejor terapia posible para aquellos que escribimos y también para muchos lectores. Esta crítica, que puede ser más o menos velada —intuyo que con el auge de las políticas represivas cada vez serán más sutiles; pero seguirán ahí, como siempre ha sido, que nadie lo dude— es el eje sobre el que gira la obra que traigo hoy, El triunfo de la mazacota, ópera prima de Miguel Roselló.

Un polígono industrial, una planta de reciclaje de plástico. Entre sus muros, cinco trabajadores pasan 60 horas a la semana sin mayor ambición que la de cumplir con su jornada y no sufrir un accidente laboral. Sin embargo, en uno de los contenedores que vienen de China llega una sorpresa que destrozará para siempre su rutina y les hará preocuparse por algo mucho más importante que la nómina a fin de mes: la supervivencia.
El triunfo de la mazacota, es al mismo tiempo, una historia de conflicto social y una novela negra donde el protagonista se convierte en el testigo de excepción de los crímenes más delirantes.

Me gustan los escritores que tienen las ideas claras, y Miguel Roselló ha demostrado tenerlas; se nota, por otra parte, que planifica a conciencia su trabajo, lo que es de agradecer. Es raro que un autor primerizo plasme tan bien lo que ocurre en su historia. Tampoco es nada común que haya una estructura tan clara, una trama tan bien delineada y un orden tan concreto y correcto. Es cierto que a veces da bastante más información de la necesaria y que se podría haber ahorrado un par de capítulos, pero ello no entorpece el avance lector. Con un lenguaje claro y preciso, cercano a la voz de la calle hoy en día —otro de sus aciertos, ya que expresiones demasiado rebuscadas en una historia así sacarían de la lectura—, El triunfo de la mazacota nos cuenta en qué consistía una planta de reciclaje de plásticos en pleno boom económico español. Sí, esa burbuja que nos aupó a lo que el presidente Zapatero consideró como la Champions League —económica, se entiende— y que después dio tal estallido que todavía resuena el castañazo.

No hace falta que explique mucho más para ver por dónde van los tiros y dónde está la supuesta crítica que mencionase más arriba: precariedad, negocios turbios, negligencias varias, opacidad, trapicheos, codicia sin límite… Vamos, la cultura del pelotazo en todo su maravilloso esplendor. Además, el autor acomete la crítica tan solo presentándonos lo que ocurre en esa fábrica de reciclado, cosa que entiendo como un acierto. No hay juicios de valor por su parte, solo una exposición diáfana de los hechos y que cada uno vea hasta donde quiera ver. Y no, no es ciencia ficción: esas cosas esperpénticas y cutres han ocurrido, ocurren y, claro, seguirán ocurriendo. God bless España.

—Pero doctor, usted no ha visto ese baño. Alguien en la fábrica va pegando mocos en la pared y parece la fachada de un edificio de Gaudí. Y el olor… y el interior… Conforme me acerco a ese cuchitril del infierno me pongo enfermo.

El triunfo de la mazacota. Fábrica. Libros ProhibidosComo no puede ser de otra manera, El triunfo de la mazacota se apoya en el sentido del humor, en esa capacidad también tan de la tierra de sonreír pese a la adversidad, de reírnos de lo chapuzas que somos. No serán pocos los lectores que se sorprendan a sí mismos con la sonrisilla en la cara mientras pasan las páginas de este libro. Estoy convencido de que esto le pasará especialmente a aquellos que tuvieron la suerte de trabajar en un entorno industrial en aquellos maravillosos años de derroche y festival de la economía desenfrenada.

Y todo esto con la mazacota como testigo. Sí, es una palabra que acabo de aprender y que se refiere a cachos informes de plástico susceptibles de ser reciclados.

Una evolución bastante bizarra

Los que me conocéis sabéis que no le tengo demasiado cariño a la palabra «bizarro» con el significado anglosajón/francés de «raro». En castellano esa palabra existe pero significa bello o gallardo, algo muy diferente, como se puede comprobar. Además, en castellano contamos con una palabra inmejorable para definir el mismo concepto, parece ser que acuñada por nada más y nada menos que don Ramón María del Valle Inclán: esperpento. En fin, poco a poco voy dando mi brazo a torcer y acepto esa acepción. A regañadientes. Y Orciny Press tiene mucha culpa de ello. ¿Y todo esto a qué venía? Ah, El triunfo de la mazacota, sí. Pues resulta que una novela que, en principio va sobre tomarse con filosofía y guasa unas lamentables condiciones laborales, va mutando poco a poco, casi sin que uno se dé cuenta, en thriller y novela negra grotesca y bizarra —esperpéntica—. Y no puedo seguir dando detalles para no arruinarle la lectura a nadie.

Y así, como el que le quita los pétalos a una margarita, el Abuelo se ha soplado tres meses del año como si fueran un suspiro previo a las vacaciones. Cómo odio esa habilidad suya de convertir cada reflexión en una cuenta atrás hacia la supuesta felicidad: «ya estamos en el almuerzo», «ya tenemos la mañana», «ya tenemos el jueves», «ya tenemos mayo»… Lo estrangularía cada vez que deja pasar un fragmento de su vida como si fuera a recuperarlo durante su mes de vacaciones.

En fin, El triunfo de la mazacota. Dadle una oportunidad si tenéis morriña de cuando éramos supuestamente ricos o si, simplemente, queréis echar unas risas.

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Foto: Charlize Birdsinger. Unsplash