María Zaragoza es una autora todoterreno, autora de novela, relato, guion (cómic, cine y radio)… Su obra ha sido galardonada con el Premio Ateneo Ciudad de Valladolid y el Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla, entre otros y, el más reciente, el Premio Azorín de Novela por La Biblioteca de Fuego (2022).
Entre sus títulos podemos encontrar las novelas Avenida de la luz (Minotauro, 2015), Dicen que estás muerta (Algaida, 2010), Sortilegio (Minotauro, 2017), Los alemanes se vuelan la cabeza por amor (Algaida, 2012) y Baba Yagá (Aristas Martínez, 2020). También la podemos encontrar en antologías de relatos como Donde las hadas no se aventuran (Apache Libros, 2020).
Autora de géneros fantásticos en distintos formatos, María Zaragoza nos zambulle en mundos demasiado creíbles, pese al horror o lo fantasioso, universos y personajes que nos obligan a preguntarnos por la realidad que habitamos y aquello que nos hace movernos como lo hacemos.
Hola María, gracias por concedernos este ratito. Me gusta empezar con algunas preguntas personales para que los lectores te conozcan un poco mejor.
I: ¿Cuál es tu primer recuerdo ligado a las historias? ¿Y a la literatura?
M: Vengo de una familia de camareros. Mi primer recuerdo asociado a las historias es en el bar, el boca a boca de la gente, haber empezado a leer y escribir intentando asociar lo que la gente pedía con las letras de las inscripciones de las etiquetas de lo que luego se les servía. A la literatura es fácil: mi madre siempre tenía —y tiene— un libro en las manos.
I: Sé que es difícil decidirse solo por uno, pero si tuvieras que escoger un título, sólo uno, ¿cuál sería y por qué?
M: Podría decir muchos de mis libros favoritos, pero si sólo tuviera que escoger uno y todos los demás desaparecieran, por puro egoísmo, creo que elegiría La historia interminable de Michael Ende, porque fue el primer libro que de verdad me hizo sentir bien, y esperaría que operase su magia para salvarme de la angustia de no poder leer ningún otro.
I: ¿Qué piensas sobre la visualización de la mujer en el mundo de la escritura?
M: Por suerte, en los últimos años parece que empieza a haber una mayor visibilización y aceptación de las escritoras, por no hablar de los numerosísimos proyectos de rescate de autoras invisibilizadas —como por ejemplo la muy reciente e imprescindible Espinas Editorial—, pero queda trabajo por hacer para que se considere que las autoras están ahí porque merecen el mismo espacio que los autores. A menudo se olvida que somos la mitad de la humanidad y que así deberíamos estar representadas. Incluso que si somos mediocres, deberíamos tener el mismo derecho que tienen ellos a serlo. Por desgracia sobrevuela todavía una sombra de sospecha sobre todas nosotras si una no está en la excelencia, y me parece ridículo. El género no puede escapar de lo que la sociedad es, porque está dentro de ella, pero debo decir que a menudo me he sentido más segura y aceptada dentro que fuera de él, por lo que deduzco que hemos sido mejor recibidas o yo personalmente he tenido más suerte.
I: Últimamente se está publicando a muchas autoras que caminan entre lo insólito y lo oscuro, ¿crees que hay algún lazo entre lo feminino y lo insólto?
M: Bueno, todo lo que pudiera decir sería especulación por mi parte, pero creo que la relación de la mujer con lo escondido, lo oscuro y lo misterioso ha estado siempre ahí y, a menudo, por desgracia, se ha usado para perseguirla. Los temas de caza de brujas, relacionados con el control que las mujeres podían ejercer sobre la natalidad, o el para qué servían tales o cuáles hierbas o cómo y cuándo crecía algo que se había sembrado no me parecen fortuitos. A menudo me pregunto si damos miedo. Que lo que tengamos que decir nosotras sobre el miedo produzca curiosidad, me parece una grandísima noticia. No sabría decir qué ha ocurrido para que la mirada se enfoque hacia las mujeres que escriben oscuro o insólito, pero siempre hemos estado ahí, tarde o temprano alguien tenía que percatarse.
I: En tus obras podemos encontrar un poso de oscuridad, de extrañeza, quizá. ¿Te consideras una autora oscura o esa faceta es un reflejo de algo más?
M: Siempre me ha costado etiquetarme. Aunque mi toque está en todo lo que hago, no sabría definirme, siempre creo que es algo que tienen que hacer los demás. Creo que mi sentido del humor macabro, mi análisis de la realidad lleno de mala leche, la búsqueda de la propia identidad, la alta cultura mezclada con la cultura popular… todo eso está, aunque fusione, mezcle, destruya géneros. A menudo, también, eso aparece mezclado con fantasmas, brujas, ángeles, viajes en el tiempo, hombres lobo… Pero tiendo a pensar que siempre dan más miedo los seres humanos, y creo que eso también se refleja.
I: Sin duda, tus personajes y escenarios destilan cierto inconformismo…
M: Que soy muy inconformista, supongo. Tengo un punto muy cobarde dentro y cualquier tema me da para que las preguntas que me hago al respecto terminen dándome miedo. No es que yo me considere especialmente terrorífica escribiendo, apunto, pero creo que esa preocupación, esas dudas y ese miedo se terminan transmitiendo a lo que hago. En todo lo que escribo hay una lectura subterránea de crítica social, pero siempre desde la duda. Desde, si lo prefieres, la vulnerabilidad.
I: Actualmente los cuentos de hadas están a la orden del día (relatos, novelas, desde retellings a nuevas historias basadas en ellos), ¿por qué crees que se da este movimiento? ¿Cuál crees que es el motivo de que, tanto escritores como lectores, estén tan interesados en este mundo?
M: Supongo que las bases de todas nuestras lecturas están en el cuento popular. Todos conocemos los clásicos. También creo que en tiempos de incertidumbre uno vuelve a las bases, a lo conocido y de alguna forma seguro. Nos reímos mucho durante el confinamiento con unos amigos porque a todos nos había dado por hacer macarrones con tomate, una especie de regresión a la infancia. Pues sería algo así, pero con la narración: en los cuentos populares está todo y, además, no tienen fin. Puedes cogerlos y hacer con ellos lo que quieras porque siempre dejan una marca del original, algo que conecta directamente con el sustrato de nuestra cultura. Por muy inquietantes que los vuelvas, son de algún modo tranquilizadores.
I: En una de tus novelas te has basado en un personaje tan ambivalente como Baba Yagá, ¿cuál fue el motivo de elegirla y qué quieres proponer al lector con tu historia?
M: Elegí a Baba Yagá precisamente porque tenía planes propios. Es una bruja que no siempre es mala, ya que si sus planes coinciden con el camino del héroe, se lo facilitará. Me servía de puerta perfecta al mundo que mi protagonista tenía que descubrir. Quería hacer un cuestionamiento aparentemente sencillo de entender de nuestro actual sistema neoliberal, pero usando la fantasía y la ciencia ficción y que se pudiera leer y comprender desde los 11 años. Es maravilloso escuchar cómo los niños se hacen preguntas con ese libro. Es curioso, porque cuanto más mayor es el lector, más terrible lo encuentra.
I: Autora de novela, relato, guión… ¿Qué te aporta cada género? ¿En qué géneros te mueves más cómoda, como lectora y como escritora? ¿Y con cuál/es te sientes a disgusto?
M: El ensayo no, no creo que pudiera hacerlo. Hago artículos de opinión sobre la vida acelerada en la que estamos inmersos, pero para de contar. No creo que pudiera hacer, por el momento, nada más en esa dirección, porque estaría muy mediatizado por mi forma de ver las cosas y, sinceramente, no creo que eso sea interesante. Soy claramente una autora de ficción. En cuanto a qué me interesa más, sinceramente creo que es la historia misma la que tiene que decidirlo. Cuando se me ocurre una idea, lo primero que tengo que saber de ella es si es una idea de novela, de guión ( de largo, de corto, radiado, cómic), de cuento… la dejo hablar. Si no acierto con el modo, será siempre un relato disfrazado de novela, o una novela disfrazada de relato, por ejemplo, y no funcionará. Creo que fundamentalmente soy novelista, pero por una cuestión de números: la mayoría de mis ideas funcionan mejor como novela.
Ahora un par de preguntas más dirigidas a aquellos que escriben o les gustaría iniciarse.
I: ¿Inspiración o método?
M: No sé si creo mucho en cualquiera de las dos cosas como base. Existe la inspiración. Existe el método. Existe combinarlos. Sin embargo yo creo que lo primordial y, quizá lo más difícil, es conocerse a uno mismo como escritor: cómo surgen las ideas, cuánto tiempo puedes sentarte a desarrollarlas sin explotar, cómo de definido tienes que tener un esquema previo, si eres más productivo a unas horas u otras, qué te funciona, en qué te has acomodado y por lo tanto tienes que cambiar. Eso y trabajo, trabajo, trabajo. Quizá eso podría significar que soy de método, pero si no tengo una idea que me crece en la cabeza hasta que explota —quizá la inspiración— nada de esto tiene sentido.
I: ¿Eres de orden o de caos? ¿Cómo es tu proceso? ¿Y tú como persona y lectora?
M: Soy caótica para la mayoría de las cosas, y extremadamente cerebral y ordenada para un puñado que me viene fenomenal. Como escritora, soy bastante ordenada, por ejemplo. Casi siempre mi proceso se parece aunque luego el camino tiene siempre sus sorpresas. Empieza con una idea que casi siempre llega en forma de voz. Lo primero que sé es cómo habla mi protagonista y dónde tiene que estar. Este dónde puede ser un género —terror, aventuras, etc…—, un espacio temporal, o a veces un simple detalle que acompaña a ese personaje, como una obsesión o una pregunta que me obsesione a mí. Esa voz y esa idea van creciendo en mi cabeza hasta que sueño con ellas por las noches. Un día, me siento y escribo. Normalmente escribo algo antes de empezar a documentarme, no más de cinco páginas. Luego leo, veo películas, documentales. Aquí la cosa varía. A veces me documento muchísimo y luego escribo, las más escribo mientras me documento. Escribo mucho más de lo que luego estará en el texto definitivo. Y, desde ahí, empiezo a recortar la forma definitiva de la historia. Corrijo hasta que me sangran los ojos. Puedo escribir un libro en un año y corregirlo en tres. Nunca escribo una sola cosa a la vez. Normalmente varias de distintos formatos: un guión y una novela; una novela y una novela corta; un libro de relatos y un corto. Por eso a veces parece que no he hecho nada en años y luego se me junta mucho. Soy una sargento conmigo misma y un desastre para organizarme. Como lectora, me cuesta muchísimo dejar un libro. Cuando leo por gusto y no por trabajo, leo por rachas. En estos momentos estoy en fase relato y leo muchísimo relato y muy pocas novelas. Luego paso épocas en las que una novela de trescientas páginas se me queda corta. Intento darme lo que me apetece. En ese sentido me escucho mucho.
I: ¿Crees que el autor tiene la obligación moral de transmitir un mensaje, de hacer una crítica de época y sociedad? ¿O piensas que con lograr entretener ya es más que suficiente (y bastante complicado es)?
M: El nunca suficientemente ponderado Óscar Wilde decía que no hay libros morales o inmorales, que están bien o mal escritos. A mí los libros que me quieren transmitir un mensaje no me suelen interesar mucho. Prefiero, infinitamente, los que me hacen preguntarme cosas. Un autor siempre deja algo que refleja la sociedad de un momento al escribir, no sé por qué sería necesario subrayarlo. Muchísimas obras que aparentemente son de entretenimiento dicen más sobre sus sociedades y épocas, e incluso de alguna forma terminan siendo reivindicativas, que otras que trataron de dar una lección evidente. Lo que dijo Borges de las obras maestras, que a menudo son fruto del azar o la negligencia, me parece que sirve también para esto. Si uno no puede escapar de su tiempo, inevitablemente lo acaba retratando.
I: Volviendo a los libros, propiamente dichos, si tuvieras que convencer a alguien para que se iniciara en el mundo del relato, ¿qué le dirías?
M: Que son ganas de sufrir, porque siempre saben a poco. No hay como decirle algo así a la gente para que haga justo lo contrario. Y así debe ser. La lectura es un acto de rebeldía.
I: ¿Con qué autora iniciarías a un/a profano?
M: Cristina Fernández Cubas. Tiene libros muy asequibles en tamaño, con relatos excelentes y que pueden quitar muchos prejuicios. Y, si se empieza, que se empiece con una de las mejores.
I: ¿Qué opinas del mundo editorial actual? ¿Y de los lectores?
M: Los lectores, que sean siempre bienvenidos. No sé por qué tendría que opinar sobre ellos. No son una masa informe, o yo no los veo de esa forma. Me parecería horrible. Para mí cada lector es único, y la prueba está en que cada uno, al hablar conmigo, parece que haya leído un libro distinto. Ojalá pudiera meterme en cada cabeza. En cuanto al mundo editorial actual, creo que más allá de los grandes grupos que todos conocemos, proliferan muchas editoriales independientes con propuestas valientes a seguir y muchas ganas de descubrir y experimentar. Eso demuestra pluralidad cultural y de intereses, y es lo que más importante me parece.
I: Hablanos de tu libro Baba Yagá.
M: Baba Yagá es la historia de una chica de trece años que vive en un mundo hostil de cuento invernal. Cuando la bruja que los asedia se lleva a su hermana, decide ir a rescatarla y descubre, por accidente, que nada de lo que creía cierto es lo que parece. Como ya he dicho antes, trato de hacer reflexionar sobre el sistema neoliberal, sobre nuestro modo de vida y lo poco que nos importa que otros sufran si nosotros podemos tener lo que queremos en el momento en que lo queremos. La edición de Aristas Martínez con ilustraciones de El Rubencio es una belleza, y al final incluye un QR que lleva a unas actividades sobre el libro que desarrolló un profesor del Centro de Filosofía para Niños: Jorge Sánchez Manjavacas. La verdad es que ha sido una experiencia preciosa todo el proceso.
I: Recientemente has sido galardonada con el Premio Azorín de Novela por tu Obra La Biblioteca de Fuego. ¿Cómo ha sido la experiencia? ¿Puedes hablarnos un poco de tu novela?
M: La experiencia ha sido como un tsunami. No me lo esperaba. La novela se titula La biblioteca de fuego y es la historia de una chica, Tina, que va a Madrid en 1930 para estudiar con el fin de convertirse en bibliotecaria. Allí, junto a su amiga Veva, entran en una antigua sociedad secreta que se dedica a salvar libros prohibidos, censurados o mal vistos para que pervivan en el futuro: la Biblioteca Invisible. Lo que empieza casi como un juego, cobra un nuevo sentido al estallar la Guerra Civil y su pelea por el relato. Tina trabaja en la Biblioteca Nacional y participa, además, del salvamento artístico y bibliográfico español. Es un homenaje a los que, en tiempos difíciles creen que la cultura es importante y lo arriesgan todo por protegerla. Un homenaje a lo que son capaces de mantenerse humanos en tiempos inhumanos.
I: ¿Tienes algo entre manos?
M: ¡Muchas cosas! Creo que lo más inmediato será para cine.
I: Muchas gracias por habernos regalado este ratito. ¡Nos leemos!