Título completo: Lectores aéreos. Un relato de terror y catorce de fantasía
Año: 2015
Editorial: Autopublicado
Género: Relato
Valoración: Recomendable
Con la de hoy, son 21 las reseñas a libros autopublicados en lo que llevamos de año, y todavía van a ser unos cuantos más en las siguientes semanas. Con esto vamos a dejar bastante atrás nuestra anterior mejor marca de 2015 (17), por lo que consideramos que nuestro compromiso con la literatura independiente queda renovado y fortalecido. Para ir celebrándolo, aquí os presentamos Lectores aéreos, el libro de relatos de la polifacética Gabriella Campbell (de quien ya reseñamos su genial manual de corrección hace unos meses).
Ya desde sus primeras páginas, Lectores aéreos propone un juego cuyas reglas resultan muy fáciles de aceptar. La primera de ellas es que fantasía y realidad se van a fusionar, pero no siempre de la misma forma. En cada relato, como si se tirasen unos dados imaginarios al principio, va a haber una serie de variables que cambien. Pueden ser muchas, pueden ser pocas. Incluso va a haber veces, como en Lo inevitable, en las que no se sepa dónde está ese cambio porque ¿acaso no es así la realidad?
Segunda regla, las apariencias siempre engañan. Decir que ninguna de las 15 historias de Lectores aéreos termina donde empieza es quedarse más que corto. La autora disfruta de los giros, cuanto más vertiginosos e inesperados, mejor. Una máxima que se cumple a la perfección en El día en que desaparecimos, donde la historia traza un tirabuzón tan complejo que la sensación que queda cuando se sale de él es la de que te han robado la cartera, el móvil y las llaves.
Tercera regla, las explicaciones de lo que ocurre no son fáciles, a veces ni siquiera están accesibles. Se nota que Gabriella ha devorado muchos relatos antes de lanzarse a escribir los propios, ya que hace una cosa que muy pocos son capaces: hacer de la relectura un elemento más para disfrutar del cuento. Hay bastantes ejemplos en esta colección, destacando Nada en el mundo.
Cuarta regla, los relatos están vivos. La narración no está encadenada al mensaje del texto, sino que traza sus propios caminos mientras la acción se desarrolla. A veces, porque un personaje se pone a recordar; a veces, porque se presentan detalles de otros elementos; a veces, porque sí. Esto, además de enriquecer las historias y dotarlas de mayor realismo, favorece la contundencia de los giros (segunda regla) y hace que se saque mayor información de posteriores lecturas (tercera regla). El mejor exponente de ello es Y diente por diente, el relato más largo, el que cierra el juego, y mi favorito.
No quería cerrar esta reseña sin poner el foco en el estilo atrevido de esta escritora. Gabriella Campbell reta al lector continuamente, no ya solo por las piruetas y la complejidad de los relatos, sino por su lenguaje directo, podría decirse que descarado. En Lectores aéreos no hay espacio para cursiladas ni para adjetivos de más. Tampoco hay preocupación por lo políticamente correcto (de hecho sí que hay cierto gusto por romper moldes y, en cierto modo, escandalizar). Por ello, tal vez no recomendaría esta obra a mi madre, pero a todos vosotros por supuesto que sí.