Obra finalista de los Premios Guillermo de Baskerville 2018. Categoría de novela corta.
Año: 2018
Editorial: Premium
Género: Novela corta (terror)
El hombre es una pantera para el hombre
Y aquí vuelve Javier Miró a hablar de otra obra del gaditano Juan González Mesa, La noche de las panteras. Creo que es la cuarta suya que me leo, quinta en esta web —amén del relato que también le publicamos—. Me está dejando sin apelativos este hombre, ya no solo por la cantidad de libros que escribe, sino por cómo lo hace; qué facilidad para narrar, qué lucidez, qué fuerza. No adelanto acontecimientos, os dejo primero con la sinopsis, como de costumbre.
Había un perro viejo y terrible al borde de una luz redonda de farola, una luna falsa, amarilla, como un iris lleno de glaucomas».
Hay rastros, olores e instintos que preceden al miedo, como latigazos de peligro moviéndose indiferentes en las cien mil sombras de la ciudad. Terrores biológicos y atávicos a un tiempo que invaden el territorio de la razón. Culturistas aferrados con cadenas a sus bull terriers, mujeres venidas de hombre que deben atravesar la ciudad para proteger a un crío, policías corruptos o sanitarios de hospitales de guardia… Nadie está preparado para enfrentarse a ese tipo de ataques.
La noche de las panteras fue la ganadora del V premio de novela corta de terror Ciudad de Utrera y a mí no me extraña. No porque haya leído las otras candidatas, sino porque es una obra carne de premio, independientemente del género; terror, ciencia ficción distópica, narrativa urbana, da lo mismo. Como vamos a ver, más que la premisa o el escenario en el que se desenvuelve la acción, lo que prima aquí es la forma que tiene de conseguir ese efecto terrorífico —que aquí hemos venido a pasar miedo—: la escritura, la narración, el manejo de la tensión y el control de los hechos para que el lector experimente en cada momento la sensación exacta que tiene que sentir. Esto requiere maestría, amigos.
Aun a riesgo de ponerme pesado con el estilo, he venido notando cierta evolución en la escritura de J. G. Mesa. Es lo que tiene seguir su trayectoria. En Los hijos de la araña ya se intuía, pero en La noche de las panteras he notado todavía más similitudes con la forma de escribir de Emilio Bueso. Sé que son autores diferentes y perfectamente distinguibles, pero veo cómo uno y otro se toman un esfuerzo extra por mostrar las cosas de otra forma, con un aire muy chulo y echao palante, buscando sin cesar imágenes nuevas, imprimiéndole más fuerza todavía, sacrificando para ello parte de la fluidez del texto. Solo parte. Y lo destaco porque ambos son autores de la casa, como aquel que dice, y porque la corriente de la literatura de género no deriva en esa dirección precisamente.
Antes mencionaba el tema de la premisa, así que vamos allá con un poco más de desarrollo. Y es que resulta que la idea de partida de esta novela es, posiblemente, la más estúpida que me he encontrado en mucho tiempo: una noche «alguien» decide soltar un montón de grandes felinos hambrientos en una ciudad, a ver qué pasa. Obviamente, a partir de ahí se lía leo-parda —risas— y arranca la historia con la lucha por sobrevivir en mitad de semejante plaga.
Si La noche de las panteras necesitase basarse en esta premisa para construir la historia, lo tendría peor que mal. Pero no es así, gente, NO ES ASÍ. J. G. Mesa nos plantea un supuesto, en principio, absurdo como detonante para una historia que lleva al límite a los personajes que en ella aparecen. De esta forma conocemos a los verdaderos monstruos que rondan la ciudad todas las noches sin que haga falta que un hijo de puta los saque de un camión. Los depredadores desalmados en esta novela son los propios humanos. Ahí está el terror y, ya de paso, el mensaje. Tanto una cosa como la otra, por cierto, funcionan.
Por este motivo, La noche de las panteras no necesita sucesos paranormales, ni criaturas del averno, ni rituales de magia negra, ni siquiera asesinos en serie con máscaras y cuchillos —psicópatas y sociópatas, sí, de eso mogollón—. Tampoco le hace falta worldbuilding ni nada por el estilo. Se desarrolla en una ciudad o pueblo grande sin especificar —que por las pistas bien podría ser Jerez, Dos Hermanas o la propia Utrera—, y no dice fechas ni nada por el estilo. Tampoco se menciona nada de los responsables de esta inocentada a lo bestia, solo que ha habido un par de ataques más en otros lugares distantes usando serpientes e insectos venenosos en ellos. Con esto, ya de paso aprovecho para agradecer al autor que sea La noche de las panteras y no La noche de las tarántulas y los escorpiones. Y es que, de nuevo, lo importante en este caso es la fiera que se esconde dentro de cada uno de los personajes que aparecen.
Los fotógrafos dispararon sin tregua y los cámaras ajustaron el foco mientras la pantera bufaba, intentaba llegar hasta la carne, gritaba a latigazos, más expresiva y cierta que ningún ejército de hombres. Mejor en el oficio de ser una fiera que ninguna mujer u hombre en el oficio de ser humano.
Literatura bajo el microscopio
Hay muchos detalles en este libro que merecen la pena ser destacados y que sorprende que quepan en un libro de 175 páginas. Por ejemplo, una de las protagonistas es una mujer trans y no es estereotípica ni paródica, sino que está llena de humanidad y tiene peso real en la historia. También nos encontramos con una parte donde conocemos el punto de vista de los animales, consiguiendo un interesante efecto que de alguna manera completa un texto ya de por sí bastante redondo. Y, por supuesto, aparece un elemento más propio de la ficción especulativa pero que nunca está de más: la siempre necesaria crítica social.
En relación a la crítica social, La noche de las panteras juega con el momento y el lugar —que podría ser cualquier ciudad de la geografía española—. La novela recrea una ambientación realista de los rincones más desfavorecidos de nuestra decadente sociedad. Ya hemos visto que ese es todo su worlbuilding y que no necesita más. Lo que no hemos visto todavía es la capacidad de atrapar al lector con su realismo y la tensión que ello conlleva. La atmósfera que retrata es tan posible que cuando lo leáis vais a empezar a temer que la premisa no sea tan estúpida después de todo y a algún descerebrado le dé por soltar fieras por vuestro barrio.
Los amigos del Nicky habían bajado con sus cadenas y sus perros, sus tetas de gimnasio y sus tabletas abdominales, y habían puesto en aprietos el cordón policial. Habían gritado tanto que hasta los perros se amedrentaban, cuanto más el puma, cauto y solitario, que no tenía quien le cuidase en caso de que alguien o algo le lastimase una pata.
Habían dado todo un espectáculo y si ninguno acabó detenido, fue porque la policía no daba abasto, y porque los perros de los niños estaban ahí, al fin y al cabo, y la noche estaba poniendo a la gente reflexiva con respecto a fauces y garras incontroladas.
En efecto, La noche de las panteras, novela de premio. Tanto si os gusta el terror o no, otro libro que debe ir a vuestra pila de pendientes.
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Foto: Aurélien – Designatic. Unsplash