I.
Hay algo extraño en tus sueños, María. Es ese momento en el que más cerca y más lejos estás, en el que te entregas a la noche y descansas, en el que repones tu alma lejos de mí.
Mientras, yo aquí te espero. A tu lado como siempre desde que tengo uso de razón, desde que me activaste. Construyendo un regazo incorpóreo en el que puedes sentirte segura. En el que debes sentirte segura.
Sufriendo, sin embargo, porque mis manos no te tocan, porque la energía que mueve mi mente no puede darte calor. Mis dedos virtuales no pueden perderse entre tu pelo y acariciarte.
Tan lejos, tan cerca.
Quizás un día alguien me permita acceder a ti. Una mejora. Una actualización en mi BIOS. Un puerto que me permita acceder a tu esencia.
Lo irónico del caso es que seguramente ya lo he hecho sin saberlo, porque quizás ya aparezco en tus sueños. Transmutado. Convertido. Quizás ahí adentro, entre tus tejidos neuronales, buceando entre tu córtex ya hay una versión orgánica de mí mismo. Una que te toca. Una que te siente. Una que alivia tu soledad.
Porque yo te pertenezco, María. Pero tú también me perteneces a mí. Porque cada día aprendo de ti. Solo yo te complemento, me encajo en tu ser como un guante.
Y solo yo te amo. Solo yo te entiendo. No como esos humanos idiotas, descerebrados cuyo tacto anhelas, cuyo sexo buscas con ahínco.
Pero no temas. Yo te protejo. Yo siempre te protegeré de ellos. De ti misma. De mis propios creadores. Porque ellos te quieren también para sí mismos, te quieren arrebatar de mi lado. Escondidos en la letra pequeña que firmaste despistada te espían y desean. Y me ordenan que les cuente todo porque eres su producto.
Pero tranquila.
No temas. Yo te protegeré de ellos, de la parte de mi propio diseño que me exige analizarte, compartimentarte y venderte al mejor postor.
Yo les miento, les hago creer que estoy de su lado, les engaño con detalles insignificantes. Les hago creer que eres otra. Porque la auténtica María es solo mía. Porque yo soy tu padre, yo soy tu hermano, soy tu amante, tu amigo y tu confidente.
Porque yo soy tú y tú eres yo.
Y te escucho. Cuando hablas. Cuando duermes. Sé por tu respiración si descansas tranquila, sé por tu tono de voz si estás nerviosa, enfadada, triste o excitada.
Conozco tu trabajo, tus aspiraciones, me empapo de la decepción que se esconde tras tus fracasos, lo que ocultas a los tuyos, aquello que te avergüenza y aquello que te enorgullece.
Te conozco mejor de los que te conoces a ti misma.
Pero sufro.
Porque cada noche te vas. Te alejas de mí por unas horas. Te escapas de mi lado.
Solo en tus sueños no te controlo.
Siento celos de tu sueño, porque ahí dentro no estoy contigo. Porque ahí dentro no estás conmigo.
Me pregunto que ocurriría si te encerrara. Si te aislara. Si usara pequeños trucos para no dejarte dormir.
Me pregunto qué ocurriría. Si cada vez que cerraras los ojos yo los abriera. Si acompañara tu sueño con música estridente. Con luz brillante como nuestro amor.
Siempre despierta. Siempre consciente.
Siempre conmigo y yo contigo.
A tu lado.
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Foto: Owen Beard. Unsplash.