Título completo: Los perros del aire: La historia de Manana
Año: 2015
Editorial: Saco de huesos
Género: Novela
Valoración: Pasable
Seguimos a lo nuestro, navegando en las profundidades del Mes Kubrick pero sin perder de vista la costa, esto es, la sección oficial del Premio Guillermo de Baskerville 2016. Con la crítica de hoy ya igualamos el número de obras que compitieron en la primera edición del premio, y todavía quedan 8 meses para que finalice el plazo actual. Esto es un indicador bastante fiable del crecimiento del PGB, cosa que nos llena de gozo. Vamos ya con la sinopsis de Los perros del aire.
Algo ha ocurrido con el mundo, no se sabe muy qué (pero se intuye). La civilización (el nuevo centro neurálgico conocido como la Metrópolis) se encuentra varada en un clima tropical lleno de selvas y ruinas de antiguas ciudades. En este territorio salvaje lleno de contrabandistas, asesinos, militares, e incluso espectros, los perros del aire tienen su hábitat.
Vamos a empezar por el principio. La historia original arranca de Hipótesis de un muerto en una metrópolis, del mismo autor, elegido mejor relato del año por los lectores de la difunta revista digital Ociojoven.com. Ya ha llovido desde entonces, y se nota. Juan A. Laguna no ha parado de escribir en los últimos años, siendo esta obra uno de sus primeros trabajos. Posteriormente, desconozco cuánto después, se le agregaron dos relatos más para completar la novela. La combinación no ha terminado de quedar bien, pues se nota la diferencia entre relatos y el vacío argumental que queda entre ellos. La temática, la ambientación y los protagonistas, sobre el papel, son los mismos, pero el lector no termina de saber a ciencia cierta de qué van los personajes, o cuáles son sus motivaciones reales. Este trasfondo que no termina de carburar lastra toda la historia pese a contar con todos los ingredientes para hacer disfrutar a los amantes de los futuros distópicos.
Entre estos ingredientes contamos con un mundo distinto al nuestro, que entre la lejanía (está en algún punto entre los océanos Índico y Pacífico), la destrucción, y el desconocimiento de qué, cómo y por qué, levanta una marejada de incertidumbre. El misterio es, además, alimentado por unos espectros que andan pululando por las zonas devastadas. La ambientación también está maravillosamente construida, así como la estética. Tanto es así que el libro entero parece más cómic que novela. ¡Qué demonios!, me mojo: creo que funcionaría mejor como cómic que como novela. Además, todo ese rollo dieselpunk y la imprecisa situación geográfica recuerda sobremanera al interesante anime de Hayao Miyazaki Conan, el niño del futuro.
Sin embargo, y volviendo a los contras, hay otro problema que dificulta la fluidez en Los perros del aire: la indecisión entre dar detalles de lo que ha ocurrido en el mundo o pasar de todo y centrarse en la acción. La narración tiene tendencia a lo segundo, dejando a la imaginación del lector qué ha ocurrido. Esto mola, pero claro, uno no tiene entre manos un futuro tan suculento sin sentirse tentado a hincarle el diente. Es entonces cuando el narrador se pone nervioso y reparte detalles alocadamente, resultando forzado y poco natural. Como muchas otras veces hemos dicho aquí, es preferible mostrar a contar, pero, de nuevo, es comprensible que el autor tenga deslices cuando el lienzo sobre el que está pintando la obra es tan complejo y lleno de matices (abarca sociedad, política, geografía, historia, economía, intrigas, espionaje, fenómenos paranormales…).
Con referencia a este último punto, Los perros del aire también cojea en que quizás hay demasiadas líneas argumentales para una obra tan corta (128 páginas). La sensación que queda al lector es de vértigo, de mareo, en algunas ocasiones de incomprensión, y casi seguro de querer saber más. De hecho, me acercaba a la última hoja temiéndome encontrar el odioso mensaje de esta es la primera parte de una saga; continuará...
Mi intención es seguir leyendo más sobre el mundo de Los perros del aire, ya sea en novela o en cómic, pero hubiera disfrutado mejor si tuviera mayor cohesión entre sus partes y, más que posiblemente, si fuera más largo. De todos modos ahí queda, sobre todo para los aficionados a las distopías, el dieselpunk y los futuros desintegrados.