Título original: The magic circle
Idioma original: Inglés
Año: 1998
Editorial: Ediciones B
Género: Novela
Valoración: A los leones
Todo aquel que se haya detenido a ver los entresijos de este blog, habrá descubierto que nos hemos propuesto firmemente reseñar libros frescos, de autores poco conocidos, o de editoriales independientes, o por lo menos obras que hayan quedado relegadas a un segundo plano. Digamos que ayudar al lector sediento de buena literatura es nuestro compromiso. Las obras que no despiertan nuestro interés simplemente no las reseñamos.
¿Pero qué ocurre con los grandes y rimbombantes títulos, rodeados de suntuosidad, presentaciones de alto copete y publicidad a espuertas? ¿Son ésos libros de calidad? ¿Tienen su fama innata justamente merecida? ¿Debemos permitir que vendan y vendan gracias al dineral invertido en su promoción, y a la desidia que muchas veces mueve al lector al entrar en la librería? Nuestra respuesta, obviamente, es NO. Y si bien desde este humilde rincón de internet no vamos a poder evitar la inercia de ventas de best-sellers que convierten a la literatura en un vulgar negocio, al menos sí vamos a poner en sobreaviso a sus potenciales clientes.
Es por eso que aquí tenemos “El círculo mágico” de la inefable Katherine Neville. Que conste que no odio a esta mujer, aunque me haya robado varias horas de mi vida con éste y su no menos infame obra maestra “El ocho” (con el que ya arreglaré cuentas en el futuro). Esta novela cayó en mis manos hace ya un buen puñado de años, y yo, un melenudo y alocado jovenzuelo por aquel entonces, me dije que si el destino había querido que un libro escrito por la autora del conocidísimo “El ocho” viniera a mí, debía de ser un síntoma de buena suerte. Craso error.
Debo añadir en mi defensa, no que abusase del botellón más de lo recomendable, sino que yo aún no había leído “El ocho”. Lo que encontré allí fue, fue… Pues fue una novela de ritmo constante, con una trama muy bien armada, cargada de giros, emoción, no exenta de suspense, y con unos personajes, que si en principio pueden parecer demasiados, luego se van sucediendo los unos a los otros de manera que esto no se convierte en un obstáculo para la comprensión del libro, sino que le añade todavía más intriga.
Hasta aquí todo bien: el libro pinta cojonudamente, y parece que puede ser uno de estos tochos que te bebes en tres tardes tontorronas. Tomo un poco de aire y antes de ponerme aspoilear como un cosaco os dejó aquí la sinopsis:
“Ariel hereda unos viejos manuscritos que guardan un secreto vinculado a los objetos sagrados de las tribus de Israel. Quien consiga desvelarlos, adquirirá la sabiduría suficiente para encontrar el nacimiento de los mitos, las creencias y los símbolos de todas las grandes culturas de la historia, así como las claves para interpretar el devenir. Naturalmente, en cuanto Ariel recibe la herencia se convierte en el centro de mira de no pocos personajes codiciosos”.
Y los personajes no son unos cualquiera, no: la autora se atreve con José de Arimatea, el emperador romano Tiberio, Jesucristo, e incluso Hitler, por qué no, entre otros. También tienen especial importancia los boers, los indios apaches, la CIA y los druidas celtas, claro. Conforme se van pasando páginas y más páginas, la trama va dando vueltas y más vueltas, liándose un embrollo de mil pares de huevos que misteriosamente consigue tenerte en vilo… hasta que te quieres dar cuenta de que nada tiene sentido, y que semejante sarta de patrañas sólo puede llevar a un desenlace tremendamente decepcionante. Pero no, la autora sorprende una vez más regalándonos un final… inexistente. Sí, amigos, la querida Katherine Neville quiso legar a la humanidad este bodrio sin misecordia, que te engancha para luego llevarte al más absoluto vacío (muy al estilo de “El ocho”, todo sea dicho). No tienes corazón, Katherine.