Texto: Lucas Martín
Ilustraciones: Manuel Olmo y Clara Pajares
Año: 2016
Editorial: Ediciones En Huida
Género: Poesía
Valoración: Recomendable
Lo que la erosión dejó en un cuaderno
Resulta que hay tantas voces dispersas, tanto poema suelto y tanto poeta por descubrir que uno se pregunta si no merece la pena quedarse con lo que ya ha reposado, con lo que ya tiene el peso de los años y nos ha llegado rotundo y vivo. Pues bien, Cuaderno intervenido es una prueba fehaciente de que la actitud descrita nos puede llevar a obviar muchos, demasiados, textos interesantes, llenos de hallazgos expresivos, de riesgo y de intención. En Libros Prohibidos, hemos decidido arrimar el hombro y traer algunas de esas voces que hoy, ahora, quizás en tu ciudad o en tu barrio, están haciendo poesía, nueva y gratificante poesía.
Quizás muchos de nosotros no hayamos oído hablar de Lucas Martín, pero este Cuaderno intervenido no es su primera obra. Tiene también publicados Anotaciones a la gran ópera del pequeño Alprazolam 0.5 y Cronopeas, y se nota cierto bagaje, una forma particular de acercarse al léxico y al hecho poético, con una extraña seguridad y también con una rabia que no es más que la puerta de acceso a un texto que, continuamente, nos sorprende, nos impacta y que tiene algunas imágenes poderosas y efectivas.
El libro se articula en torno a doce cortes de poesía en prosa. Cada uno se relaciona de forma implícita con los demás, tienen tonos parecidos, fuerza similar a pesar de lo complicado que el propio autor se pone el listón a sí mismo. Su forma es también, si no equivalente, si semejante: todos dan la impresión de ir de lo más concreto a lo más abstracto, de la imagen o incluso la acción armada con más recursos —lo que se traduce en mayor cantidad de texto y un aspecto más abigarrado—, hacia el estallido del significado, la presentación de imágenes que usan elementos anteriores pero de forma fragmentaria, desligándose aún más de una gramática que ha saltado por los aires de forma controlada y consiguiendo el efecto de que los textos vayan menguando hacia lo esencial. Parece como si las anotaciones de la voz poética en este cuaderno se fueran disolviendo, erosionando para, poco a poco, desvelar de forma pura y sin florituras el latido oculto, muchas veces no interpretable desde la razón acostumbrada, o presentarnos una conclusión rotunda que nos deja pendientes y pensativos, además de conmovidos.
Dispersas entre los capítulos encontramos tres ilustraciones que siguen un patrón relacional con lo escrito basado en parámetros similares. Intuimos que son parte de la irracional presentación de los hechos, lugares y situaciones; encajan como un verso suelto, como una línea más dentro del cuerpo del poema.
Apariencia de caos para buscar los asideros
Se lee este cuaderno de notas como un hallazgo en casa ajena, con algo de pudor pero con curiosidad y duda. Puede parecer en un principio una amalgama de ideas inconexas, pero poco a poco avanzamos hacia la hipnosis que consigue la voz poética con el uso de imágenes que se repiten casi como mantras, pero a las que siempre podemos asirnos para extraer una interpretación personal. Este recurso, la repetición desordenada, también se da con los referentes léxicos y con los temas. Se nos habla de un dios indiferente y desdibujado que está en todas partes —en el texto tercero se erige además como protagonista—; de la importancia de la memoria y su capacidad de evocar-distorsionar lo que recupera o de dolores universales que se condensan en experiencias particulares.
Carretera con espinas para que tropiece. Toco la enfermedad del huevo y me caigo. El lenguaje divino se queda sin celosías, la gran viuda reza y despeja la casa.
En definitiva, estamos ante textos de prosa críptica que se nos ofrece y se nos abre, fértil, preparada para ser transitada. Poemas llenos de caos aparente que se apoya sobre un andamiaje de repeticiones cercanas a la verbalización de un pensamiento sin el tamiz de la razón. Textos llenos de «bandazos» léxicos, semánticos e, incluso, gráficos. Prosa de líneas claras y ritmo entrecortado para dar impulso a lo poético, para contar y exponer, para recuperar, a veces desde lo más profundo de nuestro imaginario, y reinterpretar sentimientos y vivencias.
La dificultad de aprehensión le sienta muy bien a este libro. Como dije antes, es complicado sacudirse la desorientación y el misterio de estar frente a un texto que palpita y que nos reta. Acaso intentar hacerlo sea una manera de no aprovechar lo que esta lectura ofrece. Cuaderno intervenido es un claro ejemplo de que la poesía no necesita la razón. Una obra con mucho vuelo, que da prioridad al sentir y que nos enseña, y esto es reconfortante, a dejarnos conducir por la palabra desprovista de lastre, la palabra puente o portal.
Comienza la huida de los huesos. Los ángeles disparan flechas, los cuervos tocan el arpa. Indiana Jones ha puesto a la venta el cáliz. Los cerdos gruñen en la ciudad sagrada, el verbo derrite sus pezuñas contra el barro. Dios ha engordado mucho después de muerto. Su dedo de senador me apunta y se derrumba hacia la nada. Mi corazón se queda sin ventanas, el cierre se tambalea, la tormenta permanece sola en la parábola.
Para mí siempre es grato descubrir coherencia y valentía poética. Claro que es complicado mantener la rotundidad y la fuerza de algunos momentos puntuales en toda la longitud del texto, por eso no me he atrevido a ponerle una valoración mayor, pero hay muchas otras virtudes que hacen de Cuaderno intervenido un libro que ofrece más de lo que demanda. Poesía con apariencia de rabia; que exige, como tiene que hacer la buena poesía. Una obra que marea por su ritmo centrifugado, si me permitís semejante concepto, pero que también está llena de asideros y rellanos. Realidad dura y opresiva que podría ser la de cualquiera, reflexiones más allá del tiempo que son ahora y son en todo momento. Una visión descarnada, por momentos hastiada y cínica, que nos lleva hasta la ridiculización de lo evidente para dejarnos a nuestra suerte en lo que hay detrás del recuerdo y del ahora. Violento, descreído y melancólico, este poemario no debe dejar indiferente.