Año: 2000
Editorial: Alfaguara
Género: Novela
Valoración: Ovación
Esta es la primera reseña de un clásico que hago, y claro, habrá quien me diga que esto es narrativa contemporánea, que si un clásico es Hamlet, que si tal y si cual. Me gustaría decirles a esas personas de antemano que: a) esto es una visión personal, y b) que si quieren una división más exahustiva de los géneros que se vayan a que se la pique un po a la librería delcortinglés.
Desde que publiqué mi primera novela, en cada entrevista o evento en el que he tenido la oportunidad de participar, me he permitido el lujazo de compararla con esta obra de arte llamada La fiesta del Chivo. No me tomen a mal, ni soy un ignorante (bueno, un poco sí), ni me ha podido la pasión de padre (puede que en realidad sí), ni he entendido mal esta novela. Lo que ocurrió fue que leerla (junto a La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes) supuso un antes y un después en mi forma de concebir la narración. Después hubo muchas otras obras, pero la lectura de este libro de Vargas Llosa resultó determinante para la novela que justo después escribí.
Esta novela, que el año pasado resultó elegida como la mejor novela española (eso de española, muy entre comillas, por cierto) del siglo XXI por el Cultural de ABC, realiza una radiografía del régimen dictatorial dominicano del infame Rafael Leónidas Trujillo (alias el Chivo). Lo hace de una forma magistral, usando una estructura dividida en tres cuerpos que se van entremezclando, tejiendo. Así, por un lado relata la vuelta a casa después de muchos años de Urania Cabral en 1992, la hija de uno de los hombres fuertes de Trujillo; por otro trata el último día de Trujillo, durante la conspiración en la que es asesinado; y finalmente, narra la historia de estos conspiradores, sus causas para terminar con el dictador, y sobre todo, lo que pasó con ellos después del asesinato.
Explicado de esta forma, podría parecer que leer este libro resultaría de lo más complicado, y es posible que así sea en sus primeras 100/150 páginas. Sin embargo, la pasmosa fluidez que el premio Nobel le imprime a la narración transporta al lector hasta un punto de no retorno, allá por la mitad de la novela. Las tres historias van surgiendo, posicionándose una detrás de la otra, interrumpiendo el avance cuando en realidad quieres seguir sabiendo qué va a pasar. Y, sin embargo, al poco vuelves a caer en el nuevo hilo argumental, quedando atrapado hasta que, de nuevo (¡mil demonios!), vuelve a haber un cambio de historia. Esto se va repitiendo sin orden establecido, y sin piedad, hasta el mismo final.
Ni que decir tiene que los saltos se efectúan independientemente del año que están narrando. Así, de estar leyendo qué hace Urania en 1992, se puede saltar a la noche del asesinato de Trujillo en 1961, y luego pasar al recuerdo de otro de los conspiradores protagonistas, en la década de los 50, por ejemplo. La información, pese a los numerosos saltos y la multiplicidad de personajes, llega en su justo momento y en su justa medida. Así de complejo, así de fácil, así de genial.
Además de su cuidada estructura trenzada, tomé para mi primera novela el realismo, qué digo realismo, la crudeza lacerante que acompaña a todo el relato. La conversación de Urania con su padre enfermo, de nuevo el asesinato del dictador, las descripciones de las perversiones sexuales de éste, las torturas… La fiesta del Chivo está repleta de escenas donde las imágenes son tan poderosas, que a veces es preferible no tener ojos para seguir leyendo.
Para finalizar, en su día traté de extraer de esta obra su crítica a los estados autoritarios y a las nefastas consecuencias que acarrea vivir bajo una dictadura militar, así como la lucha por salir adelante pese a que el mundo en el que se vive lo impide.
Estos tres puntos fundamentales en La fiesta del Chivo (estructura, realismo extremo y crítica social) por supuesto no suponen lo único atractivo para empezar a leerla, pero sí que me sirvieron de inspiración. Y no sé si llegué a alcanzar el resultado deseado, pero aquí encontré un filón de literatura en estado puro. Por lo tanto, animo a todo aquel que tenga algo de tiempo, a leerla y disfrutarla.