Nahikari Diosdado: Desollada

Portada de Desollada, de Nahikari Diosdado
Esta reseña se adhiere a la iniciativa #leeorgullo, que busca visibilizar a los autores del colectivo LGTB y los textos que traten del mismo durante el mes de junio de 2019.

Año: 2019
Editorial: Cerbero
Género: Novela corta (terror)

Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019

La opresión del hogar

Teresa es una joven de diecisiete años que vive en un ambiente asfixiante del que somos partícipes nada más empezar el libro. Tras una primera escena estremecedora (ante el título y portada de la novela, ya podéis imaginar por dónde va el asunto), vamos conociendo cómo es la vida de la protagonista.

Esta se encuentra totalmente sometida por su madre, descontenta con su aspecto, asqueada de su vida. Desollada narra, en primer lugar, una difícil relación maternofilial en la que los deseos de una se imponen hasta el punto de que la personalidad de la otra, la que está por debajo en la jerarquía familiar, queda anulada por completo. Teresa ha sido mermada durante tantos años que es incapaz de marcar sus pautas. Dejarse llevar es su modo de vida ante cualquier situación, siempre y cuando se supedite a las normas establecidas por su madre.

Teresa jamás llega tarde. […] Hace tiempo que ha dejado de decir en voz alta que tanta comida es excesiva, así que se traga las ganas de vomitar cuando ya va por lo último, […] Teresa ya no se siente tan bien como cuando se había mirado de reojo en el espejo, […] Aún quedan meses para los exámenes, pero Teresa ha recibido tantos avisos al respecto que hace semanas que sufre pesadillas.

La narración avanza sin prisas mientras esta agobiante atmósfera va cerrándose cada vez más sobre la protagonista a la par que crece el nuevo problema que ha surgido en su vida: se está desollando. Diosdado conforma distintas situaciones para mostrar hasta qué punto la obsesión de la madre es enfermiza, llegando incluso al maltrato, pero sin establecer culpables. Y es que los seres humanos somos así, capaces de hacer lo peor cuando creemos que es lo mejor.

Una inseguridad culpable

Foto de Nahikari DiosdadoEste control sostenido comporta unas normas y, en consecuencia, también unos castigos. Estos se revelan en una inseguridad continua por parte de Teresa o, más bien, la seguridad de que no vale nada, de que todo lo hace mal. Ella sabe que cuando hace lo que realmente quiere (aun siendo algo normal para una chica de su edad) hay consecuencias, por lo que intenta ser en todo momento lo que los demás esperan que sea. Vive con el terror de que su mejor amiga descubra cómo es en realidad y se aparte de ella, y de ese modo quedarse completamente sola. Comprobamos entonces que la protagonista entra en un bucle en el que se aleja de la gente por miedo a que la aparten, y es ese mismo miedo el que la acaba apartando.

Esta inseguridad está afianzada, además, por los condicionantes de su físico. Teresa es negra y está gorda; a lo largo de su vida ha aprendido a identificar estas cualidades como algo negativo, algo a eliminar. Por tanto, ella en buena parte no debería existir, o al menos no merecería ser apreciada. Estos sentimientos se agudizan cuando se compara con su amiga Eva, que muestra una seguridad en sí misma que Teresa está muy lejos de sentir. Ella, por el contrario, ha aprendido a defenderse a través de la invisibilidad, de ocultarse y hacer como que no ocurre nada. Hasta que llega un punto en el que no puede esconderse más.

Diosdado utiliza todos estos factores a su favor para criticar el racismo, la gordofobia, la homofobia, así como muchos tópicos sobre agresiones sexuales. La historia no rehuye los problemas reales de nuestro tiempo, pues son estos los que han dado forma a Teresa, a su actitud y su pensamiento. Ella no es, por tanto, perfecta, por muy víctima que sea, pero nos daremos cuenta conforme leamos que también tiene que aportar a su vida, que debe dejar la pasividad a un lado.

La rotura

Portada de Mamá, el cerdo me mira malEsta falta de actitud ante las vicisitudes que he comentado varias veces se agudiza cuando Teresa comienza a desollarse. Lo que debería ser un momento drástico en su vida pasa a segundo plano con la ilusión de que desaparezca con el tiempo. No lo hace, por supuesto. Pero es una manera muy efectiva de dibujar al personaje en pocas pinceladas. Si solo leyéramos las escenas relacionadas con esta repentina enfermedad tendríamos a una Teresa muy bien perfilada. Y es que, a pesar de narrar siempre desde su punto de vista, son sus decisiones, sus acciones y sus omisiones las que la definen.

La autora utiliza los «enfrentamientos» de Teresa con su problema como una guía para marcar el ritmo de Desollada. Como ya había indicado, la narración es pausada, pero va in crescendo hasta un clímax muy bien llevado, con una tensión palpable que acompaña a los eventos. Diosdado sabe crear el clima apropiado para obtener del lector las reacciones que desea, y creo que lo resuelve con destreza.

Más allá de todas las temáticas mencionadas, la novela está construida para hablar, ante todo, de enfermedades mentales, algo que he venido encontrando en esta reciente ola de autoras del fantástico, como puede ser Enerio Dima con Micosis. De hecho, el personaje de Eva en este punto es clave, y me parece muy importante el mensaje que envía, así como la propia dedicatoria de la novela: «Para las personas que no nos sentimos a gusto en nuestra propia piel». Este último tema es el que liga toda la historia y hace de Desollada una novela redonda, en la que solo he echado de menos un ritmo más acorde al resto del libro en el final.

Por lo demás, si no sois muy sensibles al hecho de que se caiga la piel a tiras, me parece una lectura muy recomendable. Creo que la autora ha sabido aunar a la perfección la narración con los temas que quería tratar, con un estilo efectivo y que anima a seguir leyendo. También consigue un buen equilibrio entre lo real y lo fantástico y sabe utilizarlo a favor del relato.

Hija de su tiempo

Sin duda, Nahikari Diosdado es una autora a la que seguirle la pista, porque tiene mucho que contar y ha demostrado que sabe contarlo muy bien. En ocasiones encontramos relatos de terror atemporales, muchas veces asentados en lugares que nos son ajenos y cercanos a un mismo tiempo, surgidos del imaginario común del terror gótico o la tradición audiovisual. En otras nos hallamos ante historias casi realistas, donde lo fantástico se introduce de forma sutil y densifica poco a poco la atmósfera ya angustiosa de la narración. Desollada entraría en esta segunda clasificación, sin grandilocuencias pero con una crítica aguda a muchos de los problemas que preocupan, sobre todo, a la juventud de hoy en día. La autora apunta a un futuro prometedor desde un presente más que sobresaliente, escribiendo desde su tiempo para su tiempo.

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