Título original: Skullcrack City
Idioma original: Inglés
Año: 2015
Editorial: Orciny Press (2016)
Género: Bizarro
Traducción: Hugo Camacho
Valoración: Recomendable
¡A la mierda! ¿Por qué no?
No, no hemos recurrido a la Ouija para que el espíritu de Fernando Fernán Gómez nos dictara este titular. Es algo bastante peor. Tras La casa de las arenas movedizas y esta otra crítica que también publicamos en esta web últimamente, creo que Libros Prohibidos ha contraído el mal del bizarro (por cierto, que esta palabra ya no solo significa guapo o valiente, sino también raro, como en inglés; lo dice la Fundéu, que no la RAE). Y ahora, encima, esto: Ciudad revientacráneos. Esto es chungo, amigos, muy chungo. No tengo ni idea de hacia dónde se dirige el mundo.
S. P. Doyle es uno de esos tipos que, a cambio de un sueldo y las comodidades de la vida moderna, malgasta su vida ejecutando hipotecas y realizando todo tipo de malas prácticas financieras. Cuando por fin se rebela contra la cruel corporación que le ha estado exprimiendo los últimos años, decide devolverles el daño rebuscando entre su basura informática. Tiene un plan, una montaña de hexadrina, una droga que, bueno, al menos le hace tirar hacia adelante, y una tortuga con muy mal despertar. Como no podía ser de otra forma, todo se le tuerce.
«Sí, el cuerpo que hay en el suelo es el tuyo. Me gustaría disculparme en nombre de todos los que han estado implicados en tu asesinato».
¿Qué puede esperar un lector medio de un libro que empieza así? Está claro que nada dentro de los parámetros de lo normal. De hecho, si la presentación no nos ha desanimado, lo que está por venir es una obra rara, bestia, con una narración que busca encontrar nuevas vías de expresión coqueteando con lo onírico (ya sea por la ingesta masiva de drogas, por la avanzada demencia, o por una retorcida mezcla de ambas). Sí, la cosa va de una ciudad revientacráneos y, si nos descuidamos, el primero en hacer crac va a ser el nuestro, amigos.
«La frase “todo el dinero y las drogas que puedes necesitar” es mentira».
Un caos bajo control
¿Qué pretende el autor, además de darnos en los morros con una historia tan surreal, con una trama que está viva, a la que le salen continuamente numerosos apéndices bulbosos y que no para un instante? Porque Ciudad revientacráneos muta que ríase usted del virus de la gripe. De la presentación delirante de la que hablé al principio, a una historia de un tipo harto de su trabajo; del uso y abuso de las drogas, a una guerra de sociedades secretas; cde onspiraciones para dominar al mundo, a científicos locos que juegan con el cuerpo humano como si se tratara de Mr. Potato.
Ya sé lo que estáis pensando, que se trata de la típica obra en la que al autor se le ha ido la olla y ha escrito las cosas como le venían, casi en escritura automática, y que por algún motivo le ha quedado como muy moderno y muy experimental. En absoluto es así. Ciudad revientacráneos, y no me preguntéis cómo, sostiene una lógica y una coherencia internas impresionantes. Todo, absolutamente todo (narración, temática, argumento, personajes, giros…) es tan absurdo como debería ser. De modo que, bajo esa pinta de escritor perturbado que plasma en el papel lo primero que se le pasa por la cabeza, se esconde un tipo que sabe lo que hace. Me da a mí que, aunque sea de forma extraoficial, Jeremy Robert Johnson es un autor meticuloso que se prepara a conciencia sus textos y que no deja nada al azar y… ¿qué quieren? ¿Por qué me inmovilizan? ¿Dónde me llevan? ¡Suéltenme! ¡Socorro!
«Si tecleas algo parecido a “conspiración del gobierno en pruebas médicas de empresas” en un navegador cualquiera, casi puedes esperar que la pantalla se ponga en blanco seguida de un “ESPERE, POR FAVOR” en negrita, seguida de un pinchazo en el cuello, seguido de un montón de gente preguntándose cómo puede ser que murieras siendo tan joven».
Y entre tanto descontrol (sigo pensando que controlado), pues claro, no resulta complicado perderse. Aunque se lee a bastante buen ritmo, y la historia es, pese a todo, lineal, a veces seguir el hilo no es tan sencillo. Y es que una trama tan demencial que juega todo el rato a tener-no-tener sentido por fuerza tiene que notarse en algún momento. Sin embargo, si la premisa bizarrísima no ha sido capaz de ahuyentar al lector, esta menudencia tampoco debería. Por cierto, mi enhorabuena a aquellos que no se sientan intimidados y la disfruten como se merece.