Año: 2017
Editorial: Amarante
Género: Novela negra
Valoración: Mejor no
Demasiados errores de forma
Sé por experiencia propia lo que puede llegar a molestar, o incluso a doler, una crítica negativa (lo explica Miriam Beizana en esta entrada en su blog). Y creo ser más o menos consciente de la dedicación que exige escribir una novela, las ilusiones, miedos y dudas que uno vuelca en el texto y la esperanza de que todo ello llegue a buen puerto. Por eso es tan importante reivindicar el trabajo del escritor. Y por eso me resulta difícil calificar Las damas justas con un «mejor no». Sin embargo, por respeto a la propia autora, así como al resto de obras que han ido pasando por mis manos a lo largo de este año, creo que lo más apropiado es ser honesto e intentar valorar la novela con la mayor objetividad y neutralidad de la que sea capaz, siendo consciente de que, pese a todo, en literatura resulta imposible dejar completamente de lado las apreciaciones subjetivas.
Las damas justas narra la historia de Emilia Molina, quien, tras el asesinato de su marido, viaja al País Vasco en busca de Olatz Fraguas, cuya pareja ha muerto en circunstancias similares. A partir del encuentro entre ambas se origina una trama de corte policiaco, guiada por el detective Teo Salinas, en la que el lector va acompañando a los distintos personajes que aparecen, descubriendo poco a poco los fundamentos y el sentido de tales crímenes, que por otro lado no dejan de repetirse a medida que avanza la obra.
El texto está narrado en tercera persona, alternando espacios y situaciones, y adquiere en cada caso el punto de vista del personaje que corresponda. El estilo narrativo ya resulta problemático. Pese al uso de la tercera persona, Rosana Foncea no tiene problemas en describir la psicología de los personajes y ahondar en sus motivaciones, que son las que irán articulando la trama. En principio, ello no tendría porque resultar erróneo. Sin embargo, el problema radica en que los motivos que animan a los personajes son incomprensibles, ambivalentes, ilógicos, cambiantes y poco consistentes, al estar construidos al margen del desarrollo dramático.
Da la impresión de que para elaborar Las damas justas se hubieran asignado uno o dos adjetivos a cada personaje y se articularan todas y cada una de sus intervenciones en la obra desde dichos adjetivos, manteniéndose los propios personajes invariables ante el curso de lo narrado, y actuando movidos exclusivamente por esos caracteres internos. De ese modo se genera una continua sensación de confusión y falta de coherencia en los actos y las relaciones entre los personajes.
Así, observamos como por ejemplo, al comienzo de Las damas justas, Emilia Molina acude al hogar de Olatz Fraguas completamente decidida a desentrañar la muerte de su marido, para optar, apenas unas páginas después, por emplearse en la casa como sirvienta y, finalmente ocupar ilegalmente el hogar en los siguientes capítulos, sin sentido o finalidad aparente. Del mismo modo, el empeño obsesivo del detective Salinas por vigilar y proteger a Emilia, sin conocerla absolutamente de nada, carece de fundamento lógico. De esta manera, son las acciones de los personajes las que van desplegando la trama, pero al estar movidos a la acción por razones poco comprensibles e ilógicas, resultan poco convincentes.
Durante varios días, siempre al atardecer, Teo Salinas regresó a su puesto en las inmediaciones de La Encendida. Ya no estaba obligado a ello, pero demoraba el momento de abandonar a su suerte a Emilia […] supuso que tras ella estaría Emilia, la mujer con quien nunca había hablado, pero a quien conocía desde su llegada a La Encendida. Sintió deseos de entrar y abrazarla antes de despedirse de ella.
Además, Foncea comete el pecado capital de alternar los tiempos verbales, utilizando el pasado para describir el hilo dramático, y el presente para remitirse a descripciones de las torturas que sufren los ajusticiados, las cuales va intercalando en distintos momentos de Las damas justas. Esa distinción temporal impide ubicar dichos asesinatos en el tiempo de la historia, manteniéndolos en un limbo indefinido y separado de la narración general. También, en las últimas páginas de la novela, cuando ya se ha resuelto la trama, el tiempo pasado transmuta como por arte de magia en presente.
A tal confusión temporal se agrega el recurso a la lectura de un diario, escrito por Olatz y hallado casualmente por Emilia, que en principio sirve como muleta para ir clarificando la trama. De esta manera, la narración ambivalente en presente y pasado se intercala además con fragmentos de un diario escrito en primera persona. Lo cual sería sin duda aceptable, si no estuviera redactado exactamente de la misma manera que el resto del cuerpo narrativo, con la salvedad de las formas personales. Lo cual tampoco resulta verosímil y genera mayor confusión, ya que se entiende que nadie escribe un diario personal utilizando los mismos recursos que usaría para escribir una novela, es decir, introduciendo diálogos, descripciones de espacios, secuencias temporales ordenadas, etcétera.
Octubre […]
—¿Qué esta pasando aquí? Cuéntamelo —me ha exigido mirándome con mucha atención—, pero se breve y clara.
—Estoy enferma. Puedo soportar muchas cosas, pero no la muerte de Izan. […]
Hemos escuchado un ruido en la planta baja y después, al reconocer el sonido de los pasos, la mujer se ha puesto alerta y se ha acercado de puntillas al baño de la habitación. […] Después no he escuchado nada. Bueno, sí, un frotar de hojas, como de pasos en los árboles.
Por otro lado, Las damas justas contiene demasiadas explicaciones, apoyándose sobre todo en las ya mencionados motivaciones psicológicas de sus personajes, así como en su biografía personal. En general, a la hora de construir una obra de ficción, no es saludable sumergirse en largas explicaciones y justificaciones extrínsecas al propio desarrollo de la trama, pues ellas deben mostrarse de manera natural en el curso de la lectura (el ya conocido show, don´t tell). Pero, además, al estar el carácter de los personajes definido por un par de notas predominantes y recurrentes, y al resultar sus acciones, como decía más arriba, poco verosímiles, tales remisiones a la psique y a la biografía de los personajes resultan tediosas, superfluas y del todo innecesarias.
Lo positivo de las críticas negativas
De esta manera, encontramos que Las damas justas presenta una trama carente de verosimilitud, animada por las motivaciones cambiantes y aleatorias de unos personajes insuficientemente definidos, que encierra errores importantes en el uso de los tiempos verbales y las formas personales y que, además, explica con demasiada insistencia todos y cada uno de los detalles que rodean a cada una de las acciones.
Como señalaba al principio de la reseña, entiendo y comparto las dificultades que entraña digerir una crítica negativa. Por ese motivo, he intentado limitar mi análisis a cuestiones de forma, donde en principio resulta más sencillo apoyarse en criterios objetivos. Indicar que, en mi opinión, Las Damas Justas encierra también un problema ideológico importante, pues contextualiza la trama en la problemática más general de la violencia de género, pero, por el propio desarrollo de los acontecimientos, y al no estar bien documentada, parece culminar exculpando al agresor y culpabilizando a la víctima. Sin embargo, en este caso entiendo que el fundamento objetivo de tal apreciación exigiría un análisis más extenso que no tiene lugar aquí.