Título original: Doskonała próżnia
Idioma original: Polaco
Año: 1971
Editorial: Impedimenta
Género: Inclasificable
Valoración: Recomendable
La casualidad, y la encarecida recomendación de nuestra querida colaboradora Susana, hicieron que este libro llegase a mis manos. No es una novela, pese a que es lo que me está pidiendo el cuerpo últimamente. Y sin embargo, no pude decirle que no a la idea de leer una colección de críticas de libros que no existen. Pues eso es Vacío perfecto.
Y aquí me tienen, haciendo una reseña de un libro de reseñas sobre libros sólo existentes en la mente de Stanislaw Lem. ¿Suena enrevesado, verdad? Pues ya verán cuando les diga que la primera reseña de este libro de reseñas que ahora reseño, trata sobre el mismo libro: Vacío perfecto. Demencial.
Cabe aclarar que este subgénero (por llamarlo de alguna manera) de reseñas de libros imaginarios de autores inexistentes, ya fue tocado anteriormente por otros grandes como Borges, Swift y Rabelais. No ser el primero no le resta mérito a Lem, quien aprovechando la inercia que la propia temática del libro incita, acomete los textos con un acusado y punzante sentido del humor.
Es el humor el principal protagonista de este libro, sin duda. El ya fallecido autor utiliza las reseñas como coartada, pero el humor es su arma arrojadiza, y con ella ataca las novelas en las que aparecen nazis sin ton ni son, los libros que tienen el sexo como su único reclamo, o las insufribles secuelas que de vez en cuando escriben los seguidores snobs de James Joyce, por ejemplo. En general, viene ridiculizando libros y autores, destacando a todos aquellos cuyo único fin es atraer a compradores, síntoma que no sé cuán frecuente era cuando apareció este libro, en 1971, pero que ahora afecta a la inmensa mayoría de publicaciones. También, cómo no, Lem utiliza esta obra para atizar a esos reseñadores y críticos literarios que, con el fin de desmarcarse del resto, mostrar su propia erudicidad, o defender caprichosos puntos de vista, encuentran rocambolescos significados y porqués entre líneas. ¡Cómo se las gasta el amigo Stanislaw!
Y la fórmula funciona, ya lo creo. De todas las reseñas creo que hay que destacar las de las siguientes obras: “Perycalipsis”, ensayo en el que se propone pagar a toda la gente que no escriba, pinte, componga, invente, ni construya nada, penalizando a los que así lo hagan para evitar lo superfluo; “Toi”, donde se equipara al editor con un proxeneta, al escritor con una prostituta, y al lector como su cliente; y “Non serviam”, en la que se pone de manifiesto la “personética”, la creación mediante computadoras de seres digitales que son capaces de razonar (y que tienen gran parecido con los seres humanos). Son 16 títulos en total, mereciéndose todos ellos de verdad existir.
Lo negativo viene de que, tal vez, al tratar de imitar tan crudamente a los críticos literarios, el lenguaje del libro se hace demasiado farragoso, a veces incluso arduo. No ha sido raro que me perdiera en medio de la reseña, y tuviera que volver atrás sin haberme enterado de nada (sobre todo en los “libros” más científicos o filosóficos). Definitivamente, no es una novelita que se lea de un tirón. Pero esto no quita que sea una auténtica maravilla, tremendamente interesante y de un alto valor literario. Deja huella.