Título original: The Silent Gondoliers
Idioma original: Inglés
Año: 1983
Editorial: Ático de los libros (2018)
Traducción: Mercedes Herrera
Género: Novela corta (humor)
La historia que se oculta tras el silencio
Hubo un tiempo en el que los gondoleros de Venecia eran los mejores cantantes del mundo, pero ya nadie recuerda esa época, pues un día dejaron de cantar sin explicación. Nadie sabe por qué ahora guardan silencio, pero hay alguien que está dispuesto a averiguarlo.
Mientras que en La princesa prometida William Goldman decía seleccionar las partes buenas de la prolija y compleja obra de Morgenstern, en Los gondoleros silenciosos asistimos de primera mano al relato resultante de las pesquisas del florinés, que, disgustado por el proceder de los gondoleros, decide desvelar el secreto de su silencio. No le será fácil, pues algunos detalles están profundamente escondidos, pero Morgenstern es un autor concienzudo, de los que indagan, entrevistan e incluso invocan los Informes de Turismo. Y si no, podéis consultar los almanaques, partes meteorológicos y otros documentos que cita en a lo largo de la narración y que refuerzan la innegable veracidad de su historia. Gracias a todo ello, descubrimos las desventuras de Luigi, un joven cuya razón para vivir es ser gondolero.
El Gran Canal es la calle más espectacular del mundo. La verdad es que no es una calle, sino una vía de agua que zigzaguea atravesando la ciudad […] De noche, especialmente cuando hay luna llena y la tenue luz se refleja en el agua e ilumina los palacios… No sé cómo describirlo, así que no lo haré; pero, si usted pide que, al morir, sus cenizas sean esparcidas suavemente en el Gran Canal a medianoche bajo la luna llena, todo el mundo sabrá una cosa de usted: que conocía y amaba la belleza.
Fue en una noche como esa (tengo el parte meteorológico de Venecia, otra fotocopia, aquí mismo, y la luna que había era oficial e innegablemente llena) cuando Enrique Caruso se encontró contemplando el Gran Canal.
Un viaje para cumplir un sueño
Me acerqué a esta historia con grandes expectativas. Al fin y al cabo, estamos hablando del mismo autor que escribió La princesa prometida y me entusiasmaba la idea de recuperar las risas, pero sobre todo la magia de aquella novela. Sin embargo, el relato que aquí nos atañe no tiene nada que ver con ella. No quiero decir que la historia de Luigi sea mala, pero supongo que muchos estaréis de acuerdo conmigo en que igualar una obra como la de Wesley y Buttercup era muy difícil. Yo esperaba algo más disparatado, no más épico (ya que no me imagino a los gondoleros saltando de embarcación en embarcación con una espada en la mano y bramando cosas al estilo de Íñigo Montoya), pero sí más grande, más extraordinario. Más. Como en esas fiestas que se exceden con el brilli-brilli y los fuegos artificiales.
Quizá ese fuese mi error, porque esta no es esa clase de historia.
Con su jocosa inventiva, Goldman consigue envolvernos en un mundo propio, saturado por el despliegue de mitología que crea alrededor de sus personajes: la esquina plaf, los Juegos Olímpicos Vocales, la taberna de los gondoleros, la Iglesia de las Almas que Murieron en el Mar o el hecho todavía más impactante de que los gondoleros son como los elefantes, nadie los ha visto jamás morir.
Cuando un gondolero llega a una edad muy anciana, demasiado viejo para vivir mucho más tiempo, o está muy enfermo, tan enfermo que la ciencia médica no puede ayudarlo, murmura las palabras:
—Debo ir a mi iglesia.
Y su familia lo lleva a su góndola y lo tiende en ella. Y le entregan su remo, o si está demasiado débil para sostenerlo, le atan el remo a la mano. Y entonces lentamente, muchas veces con lentitud dolorosa, mueve su querido remo, y su bote de aparta de su amarre y se dirige hacia el mar Adriático, que lo acoge. Esto pasa de noche. Siempre, siempre de noche.
Pero aunque Los gondoleros silenciosos no es su antecesora, continúa manteniendo su estilo, jugando con el absurdo y con esas notas para el lector que todos recordamos. Una divertida fábula que nos habla sobre la vocación, sobre el modo de poner buena cara ante las vicisitudes de la vida o el impulso que nos puede dar la lucha por cumplir nuestros sueños. Pero una de las cosas que más me ha gustado ha sido esa idea de ver regalos en los desastres, oportunidades hasta entonces negadas e incluso felicidad.
La belleza de la simplicidad
Habría sido atractivo de no ser porque tenía esa sonrisa que los italianos llamaban de tontone, un término difícil de traducir, pues no hay ningún equivalente en castellano. Lo más parecido que se me ocurre es bonachón. Tenía una sonrisa de bonachón.
Los gondoleros silenciosos es un relato mucho más corto de lo que imaginaba, apenas 160 páginas que se pasan en un suspiro y que, además vienen acompañadas por las preciosas ilustraciones a plumilla de Paul Giovanopoulos. Es un texto divertido que juega con muchos tópicos sobre Italia y que nos lleva a un mundo alterado por el absurdo y la viva imaginación del autor. Podríamos destacar algunos de los más exagerados elementos que acontecen y rodean a Luigi y sus compañeros, como el torbellino de los Cuatro Días o la Tormenta Asesina, y todavía quedarían muchos otros.
En definitiva, debo decir que es un relato sencillo, que se lee dulcemente. Es como esas personas que siempre tratan de pasar desapercibidas y parecen esconderse en su simplicidad, pero bajo cuya fachada anodina ocultan secretos maravillosos. Es una historia inesperada, en la uno puede llegar a encontrar mucho más de lo que imaginó al comenzarla.