Año: 2019
Editorial: Editorial Periférica
Género: Libro de relatos (fantasía/ciencia ficción)
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2020
Yuri Herrera cuenta con una obra de relativa amplitud e incuestionable calidad que lo ha situado como uno de los autores latinoamericanos más destacados de la contemporaneidad. Este reconocimiento lo alcanza justo al inicio de su carrera literaria, pues su ópera prima, Trabajos del reino, recibió el Premio Binacional de Novela Border of Words en 2008 y la crítica se interesó en el escritor y su promisorio futuro. Una promesa que fue bien cumplida, puesto que a lo largo de estos años Herrera ha publicado excelentes textos, tanto en el formato de novela ―Señales que precederán al fin del mundo (2009) y La transmigración de los cuerpos (2013)― o de no ficción ―El incendio de la Mina El Bordo (2018)―. Diez planetas (Periférica, 2019), por su parte, es un libro de relatos. Todos ellos entran en el dominio de lo fantástico, aunque este fantástico viste, sucesivamente, las máscaras de la ciencia ficción, la fantasía pura o lo bizarro. Se caracterizan por la frescura, la brevedad y la concisión, y se inscriben en la tradición de cuentos filosóficos o alegóricos, cuyas influencias se pueden adivinar en autores como el Ray Bradbury de las Crónicas marcianas, el Ítalo Calvino de Las cosmicómicas y Las ciudades invisibles, el Olaf Stapledon de El Hacedor de estrellas y el Franz Kafka de los microcuentos.
Alrededor de la hora del bochorno advirtió que algo pasaba. Los marcianos habían interrumpido su trayecto y estaban absortos en las noticias que lentamente asimilaban del entorno. ¿Qué ha pasado?, preguntó. Él recién aprendía a leer el ambiente, así que tuvo que esperar a que un marciano le informara de que un volcán había hecho erupción del otro lado del planeta. Se había enterado mirando las nubes. Otro supo, por la manera en que se proyectaban las sombras, el lugar exacto en el que había sucedido.
Si lo que él había visto era noticia, lo era solo para él.
Encontrar en lo latinoamericano lo universal
A pesar de que los textos con los que uno pudiera emparentar a muchos de los relatos que componen Diez planetas pertenecen a la «literatura universal», creo que no es descabellado concebir al de Yuri Herrera como un libro profundamente latinoamericano. Y esto se ve en el manejo desenfadado de un lenguaje que tiende a lo argótico pero, sobre todo, en la pulsión borgeana que recorre el libro entero. Pues, si bien este ha sido clasificado en varias ocasiones como un libro de cuentos de ciencia ficción ―se designa de esta manera, incluso, en la nota de contracubierta― no todos los cuentos pertenecen a este género; sin embargo, cuando sí resultan ser de ciencia ficción, se trata de una que se introduce de lleno en la especulación filosófica, al más puro estilo de Jorge Luis Borges, por más que se trate de óperas espaciales, historias protagonizadas por alienígenas o del esbozo de distopías. Por si esto no fuera suficiente, hay títulos específicos que aluden a la obra del argentino ―«Zorg, autor de El Quijote»― o que se llaman como otro grande de la literatura rioplatense, Julio Cortázar, titulara uno de sus más célebres cuentos, «Casa tomada».
Cuando no estaba tocándose el tet con fruición, Zorg inventaba historias sobre mundos improbables. Hacía apenas setenta y cinco años que había abandonado el nido de sus padres y sus madres y sus tadres para gran regocijo de ellos, de los siete, y desde entonces había aprovechado la intimidad de su propio cubil para tocarse con fruición; más que movimientos extraordinarios que no hubiera ya ensayado con su garra, lo maravilloso era la confianza con la que podía quitarse el caparazón en cualquier habitación y tocarse el tet y descubrir en él nuevas posibilidades conforme pasaba el tiempo (…) Y esa pasión por las posibilidades de la existencia fue lo que le hizo empezar a inventar historias, algunas sobre gente que conocía, que era poca, la mayoría sobre gente que quizás alguna vez había llegado a existir.
Con los pies bien afincados
Diez Planetas posee una sutil cohesión que se da a partir de repetición de ciertos términos, atmósferas o temas. Está todo tan bien hilado que se llega a establecer una complicidad con el lector, quien intuye, a pesar de la fragmentariedad lógica que propician estos cuentos tan breves, que una red invisible ha sido tejida por la vivaz mente del autor para sostener esa multiplicidad de mundos, y que él, frente a la página, de una inexplicable manera, también se ha convertido en responsable de que estos mundos no caigan al suelo y se desperdiguen en todas direcciones como un montón de canicas escurridas de una bolsa rota.
En cada uno de los relatos persiste una distorsión de la perspectiva humana para entender y explicar la realidad. Esto puede desembocar en el desplazamiento del antropocentrismo hacia una relativización cultural o existencial ―como ocurre en el mencionado «Zorg, autor de El Quijote» o en «Entera»― o directamente en un antihumanismo que vaticina nuestra conversión en unos entes distintos, que no tienen siquiera que ser de naturaleza animada ―el primer cuento titulado «Los objetos», puesto que hay dos con ese título, es el ejemplo perfecto de esto último―. En todo caso, a pesar de este ánimo filosófico que se ha mencionado, Diez planetas es un libro afincado, en todo sentido, en su contexto y en su tiempo. Remite, constantemente, a cuestiones puntuales de nuestras sociedades como el colonialismo, la apropiación cultural, la alienación, la explotación y, al mismo tiempo, aborda otras temáticas más abstractas como la soledad, la injusticia o la muerte.
Hicieron suya nuestra lengua, dijeron que era la suya, que siempre había sido la suya, y para que olvidáramos que había sido nuestra nos la impusieron, la convirtieron en una espátula basta para moldearnos como necesitaban. Y la olvidamos. Olvidamos que había sido nuestra y la aprendimos de nuevo a través de ellos.
Pudiera pensarse que me contradigo al escribir que es este un libro muy latinoamericano y a la vez totalmente universal; o que toca temas álgidos para nuestro contexto y al mismo tiempo, se imbuye en territorios atemporales o imperecederos. Pero es en esas mismas contradicciones ―que no son tales, sino más bien resoluciones― que radica su universalidad. Pues, por contundente que pueda parecer esta declaración, la hago con total convencimiento y tranquilidad: Diez planetas está fabricado con el material de los grandes clásicos de la literatura, y llega a nosotros en tiempos de descreimiento y pesimismo, cuando pensábamos que todo lo importante ya estaba escrito, para demostrar que aún quedan muchísimas cosas por decir y otras tantas maneras de hacerlo.