Año: 2014
Editorial: Autopublicado
Género: Novela
Valoración: Sin calificar
Hacía tiempo que no me descolgaba por aquí con un libro autopublicado, y no porque no nos estén llegando, sino porque la gran parte de ellos no superan el corte, o lo que por aquí conocemos como la ley de las sesenta páginas (si el libro tiene demasiados fallos, está mal escrito y/o no suscita interés antes de la página número sesenta, es automáticamente descartado). ¿Por qué sesenta y no cincuenta o cien? Manías, supongo. Ocurre que hay libros que, pese a superar la ley de las sesenta páginas, luego no cumplen con las expectativas, o a lo mejor decaen, o empiezan a hacerse un lío, o tal vez llevan a un desenlace predecible. Estas cosas ocurren muy a menudo con nuestros queridos autopublicados, y La vida leída, el protagonista de hoy, es un claro ejemplo.
La acción ocurre en Guardabarros, pueblo imaginario de la España profunda, donde, de buenas a primeras y sin que nadie lo espere, Ray, uno de sus vecinos, lo deja todo para dedicarse única y exclusivamente a leer, y leer, y leer. Su madre, desesperada, trata por todos los medios de que el párroco local le consiga un exorcismo, a la vez que la prensa va llegando de todas partes para cubrir semejante noticia. Mientras tanto, Bruno, un quinceañero de la ciudad, llega al pueblo para pasar el verano en casa de un familiar y librarse así del proceso de divorcio de sus padres. Allí descubre el amor y que tal vez el mundo no es como él se lo imaginaba.
Sólo leyendo esta sinopsis, vemos que el planteamiento del libro es inmejorable, lleno de unos ingredientes bien seleccionados que, agregados de la forma correcta, pueden dar lugar a una muy buena obra. Y así es, al menos al principio. Guardabarros se presenta (salvando siempre las distancias) como una especie de Macondo (si buscas Macondo en Google quedas expulsado inmediatamente de esta página) a la española. Hay un punto de realismo mágico en el estrafalario caso del tipo que se pone a leer como si le fuera la vida en ello, y todo cubierto de un fino sentido del humor con la madre azuzando al cura para el exorcismo, con los periodistas obligados a acampar en un pueblo en mitad de ninguna parte. Y finalmente se suma Bruno, desengañado del mundo, que descubre su amor platónico en una laguna, como si de una ninfa se tratase.
Repito, planteamiento perfecto, interés por las nubes, ley de las sesenta páginas superada con holgura, y deseos por ver qué más va a pasar. Entonces, una vez superado el primer tercio del libro, llega el estancamiento. Es cierto que, desde el principio, La vida leída tiene los típicos fallos en un autoeditado: repeticiones de palabras, redundancias, exceso de explicaciones, demasiadas descripciones, erratas, etc. También es cierto que se trata de fallos perdonables que no interrumpen en absoluto la lectura. Sin embargo, una vez superadas las cien primeras páginas, estos detallitos se hacen enormes coincidiendo con un problema más serio: el interés decae.
Esto supone un frenazo, más todavía, un jarro de agua fría para el lector, que se tiene que enfrentar a más y más descripciones que no llevan a ningún lugar, y que para colmo tampoco sirven de ayuda para formar debidamente a los personajes. Estos últimos resultan anodinos y superficiales, lo que luego se nota (y mucho) en las conversaciones, que apenas aportan algo de valor y que resultan demasiado forzadas y poco naturales. O yo vivo en una cueva, o la gente no habla como los personajes de esta novela.
Estos factores, unidos al inexplicable hecho de que Ray, el lector impenitente, va quedando relegado a un segundo plano, hacen más y más pesado el avance, convirtiendo en inevitable la lectura en diagonal. Y todo esto para llegar a un final que ni fu ni fa…
En fin, yo como lector tengo mi opinión muy clara sobre este libro, pero como lo que pretendemos es ayudar a los autores, y como se trata de una obra autoeditada, lo que vamos a hacer es recomendar a Alejandro F. Orradre que saque La vida leída del mercado, la deje reposar, se la replantee entera aunque esto le lleve varios meses, haga pruebas, busque erratas, siga leyendo, siga escribiendo, siga mejorando. No pasa nada, todos estamos aprendiendo.