Año: 2016
Editorial: Cassandra 21
Género: Novela corta erótica
Valoración: Está bien
No recuerdo haber leído novela erótica antes de este libro. Sí que es cierto que han pasado por mis manos otros títulos con mayor o menor carga de sexo, pero nunca uno que, por definición, fuera erótico. De modo que con Yo desobedezco me estreno en este aspecto. ¿O sería más adecuado decir que pierdo mi virginidad erótica?
Sara y Diego son dos jóvenes españoles que, como muchos otros, se encuentran en Ámsterdam. Ella acaba de llegar sin saber muy bien por qué se ha embarcado en ese viaje, y él estudia allí. Este paraíso de la libertad, sumado a una edad propicia para la experimentación, lleva a los chicos a emprender un viaje interno y personal que reflejará las primeras dudas existenciales; las primeras preguntas y sus inquietantes respuestas.
Antes de entrar a realizar valoraciones técnicas, hay que dejar claro que Yo desobedezco no pretende ser un reflejo preciso de la realidad. Su temática, al igual que los motivos de Sara por emprender ese viaje a Ámsterdam, es difusa y se pierde entre el mundo de lo onírico, la fantasía, las ilusiones propias de la adolescencia, cierta demencia y los efectos de los psicotrópicos. El mundo en el que vive la protagonista oscila entre lo real y lo ficticio, sus escritos y lo que pasa delante de sus ojos, sus alucinaciones y su pasado. De este modo asistimos a la conversación de Sara con Suzanne Valadon, la musa y amante de Toulouse-Lautrec, o con Regina, un personaje creado por ella misma que representa a todas las grandes reinas del pasado. También hay espacio, y no poco, para las referencias mitológicas, lo que, combinado con todo lo anterior, apunta a una alta tendencia al misticismo y al simbolismo, convirtiendo la obra en una verdadera alegoría sembrada de mensajes y significados ocultos.
Vayamos ahora a la chicha. Yo desobedezco es una novela corta que, pese a los diversos significados y lecturas que puede contener, se lee de un tirón. Buena parte de culpa la tiene el pulso narrativo siempre fresco y veloz, y el ritmo altísimo desde el principio. Tanto es así que la historia parece galopar, e incluso ir a trompicones en ciertas partes. Por esto pienso que a veces las conversaciones son atropelladas por esa velocidad que lleva el texto; y esto hace que pierdan naturalidad y tiendan a liar al lector (esto se solucionaría agregando más acotaciones explicativas de diálogo como “—dijo Sara”, por ejemplo). Esta aceleración, que en ocasiones da la sensación de que la historia corre pendiente abajo cual torrente en tormenta de verano, no deja espacio al lector para comprender de verdad las motivaciones de los personajes. En muchas ocasiones, esta prisa hace parecer a los protagonistas más simples de lo que en realidad son, los desdibuja, e incluso hace que se parezcan demasiado entre ellos. No había necesidad de esto, sobre todo contando con espacio de sobra para desarrollar más despacio las tramas. Pero esta historia es así, arrolladora, impredecible.
También me gustaría comentar el viaje de Sara, la prota. No se trata de un simple desplazamiento espacial, sino que implica significados más profundos. Es una especie de iniciación mística a la vida adulta y, al mismo tiempo, una defensa a ultranza de la juventud y sus rebeldes valores. Los accesos de locura, la ingestión de sustancias alucinógenas, el sexo desenfrenado y sin ataduras, guían a los protagonistas y arrastran al lector. Es Yo desobedezco una historia por la que merece la pena asomarse.