Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, Alicia es periodista y escritora de novela y relato.
Su última contribución al terror es El dulce líquido (In Limbo, 2021). También podemos encontrar su voz en obras más largas, como en Violeta en el jardín de fuego (Applehead Team, 2016) y En carne extraña (Apache, 2018), y en colaboraciones con más autoras de género, en antologías que viajan de los cuentos de hadas al steampunk.
Finalista en varios certámenes, como la Antología Visiones 2006 o el I Premio Ripley, fue galardonada con el primer premio en el concurso de relatos de terror de Editorial Círculo Rojo 2011.
Al terror de Alicia le gusta deformar lo cotidiano y hacernos viajar entre la oscuridad de nuestra propia ciudad. Aprovechándose de los ambientes comunes nos habla del horror que en ellos se gesta, de los demonios y espíritus que moran en nuestro interior, a punto de estallar, de metamorfosear la carne y mutilarnos… Cuenta historias sobre feminidad atrapada, retorcida, sobre relaciones que convierten las miradas en pesadilla.
I: Hola, Alicia. Gracias por concederme unos minutos de tu tiempo.
Me gusta iniciar la entrevista con un par de preguntas personales, para saber cuáles fueron tus inicios en el mundo de las historias.
¿Cuál es tu primer recuerdo ligado a ellas?
A: Cuando tenía unos 8 o 9 años, le conté a un compañero un relato inventado sobre esclavos egipcios que le dio mucho miedo. No pude acabarlo, tuvo que ir pitando al lavabo por que se estaba orinando. Me dio que pensar.
Los poemas y los cuentos de Gloria Fuertes. Y, más adelante, las novelas de Ana María Matute. Sin su luminosa influencia, muy probablemente, me hubiera dedicado a otra cosa.
I: Si, entre todo lo leído, tuvieras que escoger solo un título, ¿cuál sería y por qué?
A: Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. Aunque no se trate propiamente de literatura fantástica, es un libro que supuso un antes y un después en mi forma de escribir. En Los detectives salvajes, Bolaño rompe con todos los esquemas para alumbrar un estilo nuevo y desbocado. Una obra maestra.
I: Como autora y lectora de género, ¿qué piensas sobre la visualización de la mujer en el mundo de la escritura?
A: Yo vengo de una época en la que la presencia femenina en la literatura de género era una pura anécdota. O les hacías mucha gracia porque les resultaba exótico o te subestimaban con expresiones como «bonita historia de terror de marcado estilo femenino» o la famosa «escribe tan bien que no parece una mujer». En fin… Era un momento en el que las mismas mujeres nos echábamos para atrás a la hora de mandar manuscritos o participar en concursos. Creíamos que por ser mujeres no nos iban a tener en cuenta y muchas veces era así. Por suerte, esta situación ha cambiado bastante, gracias a genias que abrieron camino como Pilar Pedraza o Élia Barceló, aunque aun queda camino por recorrer.
I: Oscuridad y feminismo, ¿por qué crees que está tan en boca de todos ahora mismo la literatura oscura escrita por mujeres?
A: La irrupción de la mujer en lo insólito ha sido apabullante. No podía haber sido de otra manera. El insólito femenino es diferente por lo visceral y lo anatómico, por la rabia retenida, por las brujas ancestras, por la magia. La mujer llega hoy en día a lo insólito con un bagaje acumulado durante siglos. Está más apegada a la tierra y tiene una gran conexión con los espíritus, con lo inmaterial.
I: ¿Cuanta de esa brujería ancestral hay en ti? ¿Te consideras una autora oscura?
A: Oscura no, oscurísima. Jajajaja. Aunque he hecho incursiones en literatura menos fosca, lo mío es vestir el negro. Bécquer fue mi primer amor, luego siguieron Poe y Lovecraft, por supuesto. Nunca me he apartado de su pérfida influencia. Y que siga.
I: En cuanto a tus obras y método, sin duda tus personajes y escenarios destilan esa oscuridad y malestar…
A: Bien visto. Siempre me han dicho que mis personajes resultan antipáticos, pero lo que ocurre en realidad es que acumulan mucha rabia en su interior. Suelen ser mujeres a las que la vida les ha vapuleado de lo lindo, están cansadas de transigir y explotan de forma inesperada, ya sea mediante la automutilación, la metamorfosis, el asesinato…
I: Una ciudad no solo como trasfondo y atmósfera, sino como personaje vivo que empuja y evoluciona. ¿Por qué Barcelona y qué deseabas provocar con este recurso?
A: Barcelona es mi ciudad, la conozco bien y la amo con locura. Aunque he viajado por diferentes países, me da la impresión de que, si sitúo la acción en otros lugares, no seré del todo sincera y quedará un poco falso. Hay autores que sí lo hacen y les sale de maravilla, pero no es mi caso. Además, Barcelona es un lugar ideal para fabular. En relativamente poco espacio se encuentran los barrios más bellos y también los más sórdidos. Yo veo a Barcelona como una mujer hermosa pero llena de cicatrices, bondadosa pero capaz de cometer las peores atrocidades. Como tú dices, un personaje más.
I: ¿En qué géneros te mueves más cómoda, como lectora y como escritora?
A: Me gustan todos los géneros fantásticos. Por supuesto, soy una fiel devota del terror y de lo insólito, aunque también me interesa la ciencia ficción. Este último género, sin embargo, me resulta más difícil a la hora de escribir. Lo de crear mundos es más complicado de lo que parece. La fantasía me gusta, pero tan solo como lectora.
I: ¿Inspiración o método? ¿Orden o caos? ¿Cómo es tu proceso?
A: La gran pregunta. Soy más de inspiración, pero, con el tiempo, me he dado cuenta de que, sin método, se te puede desmoronar la historia en un abrir y cerrar los ojos. Para mí, lo ideal es combinar los dos aspectos. No pueden vivir el uno sin el otro.
Digamos que soy de caos ordenado. Mi método, sin embargo, cambia según el formato de la obra. En cuanto a los relatos, soy más libre. Me basta con crearme un esquema mental y tirar para adelante. En las novelas, mal que me pese, debo ser más metódica. Si quiero que la cosa llegue a buen puerto, necesito tener muy clara la trama principal, las subtramas y más o menos el final. Si no lo hago así, corro el peligro de perderme por el camino.
Y, como persona, bueno, más o menos lo mismo, soy caótica pero contenida, lo que yo llamo una anarquista de salón.
I: ¿Qué opinas de la documentación?
A: Es útil, pero no imprescindible. Además, si te documentas muchísimo, tomas notas, etc., corres el peligro de caer en el efecto Wikipedia, y convertir la ficción en un ensayo. Yo prefiero digerir la documentación, es decir, quedarme únicamente con lo que me queda en la cabeza. De esa manera consigo que resulte más natural o, al menos, lo intento.
I: ¿Crees que el autor tiene la obligación moral de transmitir un mensaje, de hacer una crítica de época y sociedad?
A: Yo, cuando empiezo a escribir, no tengo intención de transmitir ningún mensaje ni realizar ninguna crítica. Eso no quiere decir que, durante el proceso, no incorpore algunas ideas (casi siempre de forma inconsciente) que puedan sonar a reivindicación. Es algo que llevo dentro y evidentemente queda plasmado.
A posteriori, reconozco que mi obra es feminista y con algunas dosis de crítica social. Son temas que me interesan a todos los niveles y es normal que acabe escribiendo sobre ellos. De todos modos, no creo que sea obligatorio transmitir mensajes morales. No estamos haciendo panfletos. Y, por supuesto, entretener es vital, porque, de lo contrario, el lector va a empezar a bostezar y eso nunca es bueno.
I: ¿Con qué autora iniciarías a un/a profano?
A: Pues yo recomendaría los dos magníficos libros de relatos de Mariana Enríquez: Las cosas que perdimos en el fuego y Los peligros de fumar en la cama. Son cuentos en apariencia muy sencillos, pero con una estructura interna casi invisible que los convierte en excepcionales.
I: Además de autora y lectora eres periodista y nos interesa tu opinión, ¿qué opinas del mundo editorial actual? Actualmente muchas pequeñas y medianas editoriales independientes emergen con una interesante propuesta editorial de géneros fantásticos, ¿qué opinas sobre el fenómeno? ¿Hacia dónde crees que nos encaminamos?
A: Cuanto más mejor. Y te lo digo en serio. Aunque las editoriales pequeñas tengan sus problemas (dificultad de distribución y de difusión, etc.), son una buena oportunidad para los escritores que difícilmente publicarían en editoriales más grandes. Y a los lectores les permite descubrir autores nuevos con propuestas más arriesgadas y originales. A las editoriales pequeñas habría que subvencionarlas por la gran labor que realizan.
I: Y sobre los lectores, ¿qué opinas sobre eso que dicen de que la gente no lee y que el libro en papel está acabado?
A: Los frikis leemos, y mucho. Otra cosa son los normies, estos gandulean más. Fuera bromas, yo creo que, en general, se lee menos. La irrupción de las nuevas tecnologías lo ha trastocado todo. Solo hay que fijarse en el metro o en el autobús: donde antes había libros y periódicos, ahora solo hay móviles. Yo soy optimista y creo que, pasado el susto, las aguas volverán a su cauce, aunque de forma diferente. ¿Papel, tablet, holograma parlante…? Da igual, lo importante es que la gente lea.
I: Como broche final, ¿nos hablas de tu último libro?
A: El dulce líquido es una antología de relatos que giran en torno a la mujer, su sexualidad, la relación entre madres e hijas, etc. Todo está articulado en torno al líquido: la sangre, la leche, el veneno, las heridas supurantes. Es un libro que podía englobarse dentro de la literatura de lo insólito y que me está dando muchas alegrías. Y no me olvido de la maravillosa edición de InLimbo y la foto de portada de Pilar Lozano (Plástico Cruel). Un equipo ganador.
I: Muchas gracias por prestarnos un ratito de tu tiempo. ¡Nos leemos!