Guillermo Jiménez: Testosterona

Testosterona. Libros Prohibidos

Año: 2017
Editorial: Autopublicado
Género: Novela corta (fantasía urbana)
Valoración: Está bien

Pequeñito pero matón

Guillermo Jiménez es un joven escritor español fanático del mundo de la literatura, especialmente de la fantástica. En su blog, Lecturonauta, ofrece un buen surtido de recursos para escritores y, de nuevo, aficionados a la fantasía. Y desde hace unos pocos meses, además, ha comenzado su faceta de escritor con su primera obra, Testosterona, una novela corta policial mezclada con, sí, lo habéis adivinado, fantasía (urbana).

En cierta isla perdida que no debe de estar demasiado lejos de Hawaii, el color del pelo determina el estatus social y, además, la capacidad mágica distintiva (también conocida como pilomancia). La capitana de la brigada pilomántica, Mila Kiwua, tiene como objetivo poner entre rejas a Davidson, un peligroso delincuente obsesionado con ella. Contará con la ayuda de Aleksei Pukuipelekawahine, un pelirrojo que, en contra de lo que suele ocurrir, forma parte del cuerpo de policía y, además, tiene la poderosa e inconsciente capacidad de revolucionar las hormonas de la capitana.

Conocí este libro desde casi el momento en el que salió, pero no creí que fuera a leerlo, y no por su portada, cuya ilustración es más que molona, sino por el título. Me estaba esperando una forocochada muy seria y no, no es así en absoluto. Testosterona es un libro caliente, lleno de acción, sexo y palabras malsTestosterona. Hawaii. Libros Prohibidosonantes más grandes que el libro en sí, pero no alberga —gracias al cielo— espacio para la caspa o el cuñadismo. Muy al contrario, esta novelita —que por extensión está entre el relato largo y la novela corta— se preocupa por ofrecer una visión igualitaria del mundo, dándole el mismo protagonismo al chico que a la chica. Además, su autor ha querido aprovechar la coyuntura para colarle al lector, entre persecuciones y escenas de cama, con bastante habilidad y no menos acierto, una historia de enfrentamiento contra el racismo, la desigualdad, la segregación y el resto de -ismos prejuiciosos. Y el mensaje cala, constituyendo lo que probablemente sea el mayor puntazo que esconden estas 90 páginas escasas.

Conociendo los antecedentes literarios de Guillermo Jiménez en su blog, resultaría muy extraño que se conformase con quedarse ahí, con no llevar más lejos la experimentación. Además de conseguir un meritorio efecto con el mensaje igualitario, ha querido transportar esto a la misma estructura. Testosterona se compone de dos partes divididas en cuatro capítulos cada una. El nombre y la temática de esos capítulos son los mismos en una y otra parte, solo que el orden está invertido. ¿Qué diferencia ambas mitades? Pues que la primera está narrada por Mila y la segunda por Aleksei. Esta pirueta que el autor se permite nos indica que está en todo momento en control de la situación, lo que es de agradecer. Seguramente, si la obra tuviera una mayor extensión aumentaría también la complejidad de su trama y esto sería más complicado de conseguir, pero Testosterona es una historia cerrada que no necesita más texto para alcanzar sus objetivos. Aunque, y pese a todo, desde aquí animo a Guillermo a atreverse con más páginas para la próxima.

Como ya comentase antes, tenemos entre manos un libro caliente, que te quema, vamos. Sus personajes no tienen ningún reparo en mostrar su sexualidad abiertamente, destacando a la capitana. El sexo es explícito, tórrido y tiene una importancia fundamental en el total de las páginas, tanto que no sé si se podría catalogar a Testosterona dentro de la literatura erótica; amigos de las etiquetas, os toca poneros las pilas. Pero no solamente nos limitamos a hablar de sexo en las escenas de cama: la actitud de los personajes es siempre tendente a dejarse llevar por las calenturas del cuerpo. Son jóvenes, están en celo y no tienen por qué ocultarlo —más bien, al contrario—. Esta actitud desinhibida se refleja, claro, en el lenguaje que se desarrolla página tras página.

Me contuve para no morderme el labio de manera tan indiscreta, pero fue difícil. Era enorme, y tan peludo… Los azules y los añiles no llegaban ni a tener pelusilla, pero su barba era espesa… ¿Cómo sería recién afeitado?
Intenté no imaginármelo con barba de tres días. También intenté convencerme de que no tenía un fetiche con los rojos. Fracasé miserablemente en ambas cosas.

¿Magia? ¿He oído magia?

Y ahora vamos con otro de los puntos interesantes y controvertidos del libro. Se trata del sistema de magia introducido en Testosterona y creado para la ocasión: la pilomancia. Como los  buenos aficionados a la fantasía ya habrán notado, este sistema está basado en la alomancia que podemos encontrar en muchas de las novelas del escritor estadounidense y medio tarum Brandon Sanderson. Y no solo se parece a la alomancia en el nombre, sino en sus características. Si bien en los libros de Sanderson los personajes sacan sus poderes de distintos metales, en el caso de la pilomancia se saca de los distintos tipos de pelo. Y para poder activar los tipos de poderes, en Testosterona los personajes portan un brazalete donde guardan pelos de otros colores diferentes al propio, para tener así un mayor repertorio de habilidades mágicas.

Son bastantes los problemas que surgen de esto. El primero de ellos es que no hay una explicación clara de qué es exactamente la pilomancia ni cómo funciona. Simplemente, es algo parecido a la alomancia, pero el lector está en su derecho de NO saber lo que es la alomancia. ¿Qué pasa entonces? Por otro lado, en la magia de Sanderson los personajes se tragan diminutas piezas de metal y, una vez dentro de sus organismos, las queman a su voluntad para extraer el poder de ellas. Sin embargo, no las queman en realidad, sino que las activan —quemar es solo una forma de hablar—. En Testosterona también se usa la palabra «quemar» para cuando los protagonistas quieren usar el poder de los pelos, pero no se explica cómo lo hacen, porque desde luego no es arrimando un mechero ni poniéndolos al sol. Tampoco queda claro cómo funciona el brazalete en el que guardan los pelos de otros colores. ¿Hay que tocar el cabello? ¿Con concentrarse ya vale? ¿Es el brazalete también mágico? ¿Huele todo mal con tanto pelo quemado?

Tenía que actuar. Potencié el pelirrojo del brazalete con pelo dorado para aumentar la velocidad de mi cuerpo. Hice lo mismo con el plateado para que mi mente pudiese seguirle el ritmo a mi cuerpo.
El mundo se paró casi por completo, congelado en el tiempo.
Corrí más rápido que la percepción del ojo humano. Arranqué a la chica de las manos de Davidson con cuidado y la cargué al hombro, paralizada como todos los demás. Mientras se me agotaba el dorado y volvía a la velocidad aumentada del pelirrojo que me quedaba en el brazalete, Mila mutó su expresión a una de sorpresa.

Cualquiera que me conozca sabe que no soy precisamente un especialista en pelo, pero tampoco estoy muy conforme con el nombre elegido para este poder tan especial. Lo veo poco atractivo y creo que existen múltiples variantes que, sinceramente, quedarían más vistosas que «pilomancia». Dejo aquí algunos términos que podrían dar lugar a nombres más interesantes: fibra, filamento, crin, hebra, hilo, capillum (latín), malliá (griego), hair o fur (inglés), durch (alemán), ilea (vasco), by (maorí), e (hawaiano), y cualquier otro idioma que se ocurra poner en un traductor online cualquiera. A eso le podemos sumar otros sufijos que no tienen por qué obligatoriamente ser -mancia, como -ía, -ón, -ia, -a, etc.

Salvo este escollo —que tampoco es para tanto dentro de la impresión total—, Testosterona es un libro muy completo, atrevido, fresco, redondo, hot —como dirían en Hawaii—, complejo dentro de su brevedad; una pequeña maravilla que se lee en una tarde y que se deja disfrutar.

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