Título original: O imposible de desatar
Idioma original: Gallego
Año: 2015
Editorial: Mar Maior
Traducción: Carmen Torres y María Dolores Torres
Género: Novela
Valoración: Muy Recomendable
Dos de dos. Ya tuve la suerte de leer como miembro del jurado del pasado premio Guillermo de Baskerville 2015 otro libro editado por Mar Maior, El último libro de Emma Olsen, y con esta novela me ha vuelto a suceder como con aquella, he encontrado una lectura provechosa, interesante, por momentos complicada, llena de hallazgos, de claves por descifrar. Una obra que reta al lector, que lo considera parte del proceso creativo ya que es él el que debe aclarar las sombras y seguir los indicios que el narrador apunta. Porque Imposible de desatar es como una amenazante y bella tormenta en la que vemos primero el rayo y después empezamos a contar los segundos hasta que oímos el trueno, la explosión que no acaba de llegar. Al terminar la historia nos queda una sensación de fascinación e inquietud. Cerramos el libro confusos, no sabemos qué hemos leído, qué se nos ha contado y una frustración difusa queda en nuestro cerebro que no tiene más remedio que ponerse a trabajar para sacar conclusiones y rellenar con nuestra propia imaginación lo que nos falta.
No es sin embargo una novela enrevesada a pesar de sus alternancias de narrador y estilo. Tampoco hallaremos en sus párrafos una linealidad al uso, la narración avanza en varios planos y se enfocan los personajes desde diversos ángulos, ubicándolos además en diferentes tiempos. Me atrevería a decir que se trata de una no narración que se apoya en los sentimientos del lector, que apela a ellos y que pretende despertar nuestra humanidad, eso que todos compartimos y que solemos dejar de lado para poder soportar el devenir de lo cotidiano. La ingeniería narrativa es para mí la mayor virtud de la obra, lo que más sorprende y que entusiasmará a los amantes de la técnica literaria; ingeniería que toma apariencia de naturalidad y que es efectiva y no efectista. ¡Qué complicado es conseguir este equilibrio! Pero el autor logra escapar ileso de este berenjenal en el que decide meterse. Iván García Campos explora la superficie de unas vidas, de una familia en crisis sin profundizar en motivos ni acontecimientos concretos, simplemente nos muestra pensamientos y sentimientos inconexos que nuestro bagaje personal convierte en hondura y detalles; el narrador apunta y el lector concreta. Se huye de la introspección, los personajes —que padecen un acusado bloqueo emocional— la evitan a toda costa, somos nosotros los que hacemos ese viaje, los que planteamos hipótesis sobre sus vidas, somos cómplices del autor que nos propone la contemplación de la inmensa tristeza y desorientación de unos actores al borde de la debacle existencial.
En los numerosos cambios de registro narrativo la distancia está siempre bien medida, la voz que aporta luz al relato parece ser siempre la más adecuada y, con pinceladas contenidas y apenas suficientes, nos lleva a seguir adelante en la lectura. Es curioso cómo el autor consigue transmitirnos lo que piensan y sienten sus personajes prescindiendo de racionalizaciones e interpretaciones psicologicistas; con muy poco y una dosificación adecuada de datos y descripciones nos presenta un todo más que convincente. Es cierto que puede costar acostumbrarse a este tipo de historia que avanza a golpes de instinto, de impresiones, que se empeña en viviseccionar ante nuestros ojos existencias comunes y de apariencia gris. Pero creo que merece la pena realizar un pequeño esfuerzo porque Imposible de desatar nos permite llegar a rincones polvorientos de nuestra mente, ejercitar la empatía, la deducción, la capacidad de usar la imaginación combinada con sentimientos que solemos reprimir.
El punto de partida y de llegada de esta novela es el mismo, una familia destrozada. Sus miembros se nos presentan en un ambiente opresivo: el piso que habitan. Esta sensación de agobio y tensión no viene dada por el entorno físico en sí, que apenas se describe, sino por el psicológico. El narrador nos muestra en una confusión de voces (es frecuente y pertinente el uso del monólogo interior alternando con los diálogos sincopados) y espacios a los cuatro personajes principales, podemos leer lo que piensan de los demás y de ellos mismos, podemos verlos conviviendo en el mismo lugar pero a una distancia abismal unos de otros, ensimismados en pensamientos circulares y derrotas personales.
Imposible de desatar es un tríptico al que se añade una conclusión, que funcionaría a la perfección como relato aislado, que aclara y confunde, un final abierto que recuerda a Carver. En cada una de las partes que componen la obra, el narrador varía enfoques, voces y puntos de vista. La técnica al servicio de una historia cercana, inquietante y perturbadora.
Esta novela rezuma derrota, pesimismo, inercia y humanidad. Pero la auténtica intención del autor parece ser enfrentarnos a los efectos de la soledad y la incomunicación, golpearnos fuerte con una presentación cruda de lo que esos dos males pueden hacerle a las personas. Ese es el tema principal, la razón de ser de esta historia común que es como un molde del que podríamos haber salido cualquiera; el dolor que la vertebra es nuestro dolor.
Quería destacar también el final que ejerce de contrapunto a todo la negatividad deslumbrante a la que hemos asistido. La historia que no nos han contado queda abierta y es sustituida por el inicio de otra. Sobre las ruinas y la derrota germinan la alegría y la vida, pero incluso en esta conclusión “amable” se cuela la amargura, para dejarnos extrañados, para dar un último puñetazo en la mesa que nos pone sobre aviso, que nos advierte de que sólo con la intención de ser feliz no es suficiente.
Este libro es una magnífica confusión, un galimatías diáfano, una duda que completar con nuestras certezas, una espera que nos tensa y nos agarrota. Quiero dejar algo claro, aunque lo que se nos cuenta no es precisamente alegre, esta es una de esas historias capaces de reconciliarnos con la vida, de hacernos pensar en por qué hacemos lo que hacemos.
Para que luego digan que la buena literatura no sirve para nada. La que contiene Imposible de desatar es muy útil para reconectar con nuestros sentimientos, con nuestra tendencia a recurrir al autoengaño para paliar la frustración aunque, a cambio, lo que obtengamos sea una vida demediada.