Año: 2015
Editorial: Autopublicado
Género: Relatos
Valoración: Recomendable
Últimamente no paramos con dos tipos de libros: los autopublicados y los de relatos. Tanto es así que no es de extrañar que a veces traigamos algún libro de relatos autopublicado, como es el caso de este Cosas que escribí mientras se me enfriaba el café, ópera prima de Isaac Pachón.
Lo primero que llama la atención de esta obra es que no parece autoeditada. La portada, la sinopsis, el booktrailer, el título, el formato… Todo parece haber sido preparado en el laboratorio creativo de algún grupo editorial importante. Y, sin embargo, todo sale de la pasión y las ganas que le pone el tipo que está detrás de todo esto: su autor. Isaac Pachón ha sabido rodearse de gente muy válida que le ha dado impulso. Y está aprovechándolo muy bien, ya que por su cuenta ha conseguido poner a la venta el libro en 18 librerías de Barcelona, 3 de Madrid y una en Girona, además de haber aparecido en El Cultural de El Mundo, o en varios programas radiofónicos, destacando RNE. Nada mal para un autopublicado, ¿eh?
Lo que podemos encontrar entre las páginas de Cosas que escribí mientras se me enfriaba el café es una colección de relatos, cortos en su mayoría, de narrativa pura y dura. Aquí no se cuentan historias extrañas, sino que se celebra la cotidianeidad, lo que puede ocurrir un millón de veces cada día. Se coloca el foco sobre algo que, de otra forma, pasaría desapercibido, como una forma de reivindicar el valor único del instante, como el bostezo en El contagio. Aunque también hay espacio para un cierto toque de realismo mágico, como es el caso de Bellini (en mi opinión la pieza más sobresaliente de toda la colección) o El gran Loussini.
Si bien la taza de café está más o menos presente en casi todos los relatos, otro de los hilos conductores suele ser el juego con el lector, la sorpresa final a la manera Cortázar (salvando siempre las distancias), como en Prisionero (¿hay aquí un guiño al celebre Axolotl cortaciano?) o en Autobiografía.
La voz de casi todos los relatos es fácil de identificar con la del propio autor aunque los protagonistas de cada historia sean personas distintas. Suelen ser hombres jóvenes, treintañeros quizá, más preocupados en las relaciones de pareja (o líos de faldas) que en otra cosa, como en El amante o El niño imaginario. Pero estos hombres también aparecen retratados en otros momentos vitales, como la niñez en Los libros que nadie lee, o la vejez en El señor Damián, o incluso ambos en El cielo.
Como contrapunto negativo, he de decir que el orden de los relatos también ha sido manufacturado hábilmente. Eso no es algo malo, podrá decir más de uno, pero sí lo es cuando los mejores cuentos (a mi parecer) están en la primera mitad del libro, y los menos buenos están hacia el final. Ojo, yo considero que no hay relato malo en esta colección, pero sí es verdad que los más atractivos y frescos están delante, liderando, llamando la atención, dejando buen sabor de boca (regusto a café recién hecho) para que la sensación general sea, como en efecto es, estupenda. Lo que se lleva haciendo toda la vida (salvo honrosas excepciones) en los discos Long Play, vamos. Bien jugado, Isaac.
En resumen, un libro que merece la pena recomendar para leer con o sin café de por medio. Obra autopublicada de calidad, que no se diga.