Año: 2017
Editorial: Boria Ediciones
Género: Relato
Valoración: Pasable
Párrafos inconclusos, relatos en construcción y trazos en falso.
Trazos en falso, ópera prima de Javier Tortosa, es un conjunto de relatos, retazos o imágenes ambientados en un contexto rural del medio oeste americano. Los textos se remiten a Bukowski, a Steinbeck, a Fitzgerald, a Paul Auster o a Kerouac. Recuerdan a veces al Truman Capote de A sangre fría o a la literatura de Faulkner. Están escritos con mimo y el autor da muestras de una gran capacidad creativa. No obstante, por los motivos que expondré a continuación, la propia estructura narrativa adolece de errores significativos que restan mucho al conjunto.
El propio título de la obra parece sugerir cierto carácter inconcluso, abierto, en construcción. Trazos en falso posee una línea común (todos los relatos transcurren en el pueblo de Albert Lea), pero se trata de un conjunto de historias independientes, muchas veces meras imágenes o situaciones muy concretas, y otras veces relatos con presentación, nudo y desenlace. Algunos personajes aparecen y reaparecen en distintos fragmentos, algunos llegan al pueblo, otros se marchan. Así, Trazos en falso se sitúa en un plano intermedio entre la novela y el relato, cuyo objeto parece ser mostrar el modo de vida, o incluso el trasfondo existencial, de una zona rural, empobrecida y olvidada por el resto del cosmos. Las imágenes de alcohólicos, parados, personajes sin destino, desengañados o perdedores se suceden en cada uno de los relatos. El planteamiento es hasta cierto punto original, al situar como centro de la narración el espacio físico de Albert Lea e irlo alumbrando a través de los personajes que lo frecuentan. Sin embargo, tanto el contexto como el carácter de los personajes pertenecen hasta tal punto al imaginario colectivo, que resulta difícil que lleguen a sorprender.
Ahora bien, pese a la insistencia en el tópico, Trazos en falso podría haber funcionado. La narración de Javier Tortosa posee elementos muy destacables, especialmente en el uso de las frases simples, que tal y como las utiliza generan un efecto similar al del encabalgamiento en poesía. Donde lo habitual sería escribir «con la bandeja entre las manos, detiene sus pasos. Contempla el salón, coloca el desayuno sobre la mesa y abre la ventana. La temperatura desciende bruscamente, en cuestión de segundos», Tortosa escribe:
«La bandeja entre las manos. Detiene sus pasos. Contempla el salón. Coloca el desayuno sobre la mesa. Abre la ventana. La temperatura desciende. Bruscamente. En cuestión de segundos.»
Este efecto, que se mantiene a lo largo de toda la narración, unido al uso puntual de anáforas y anadiplosis (por ejemplo, en Lloviendo balas, para mí uno de los relatos más destacables del conjunto), dota a Trazos en falso de una carga poética muy valorable, que se pliega totalmente a esas imágenes de decadencia o perversión del sueño americano . Además, Javier Tortosa es capaz de crear imágenes muy potentes utilizando muy pocos elementos narrativos, y maneja muy bien las descripciones, transmitiendo sensaciones o impresiones a través de, por ejemplo, la mera enumeración de objetos.
Problemas con la estructura narrativa
Señalaba al principio que Trazos en falso yerra en la estructura narrativa. Pese al cuidado con el que están construidos los relatos y el detalle en el uso de la prosa, el conjunto resulta difícil de digerir. A medida que el lector avanza, la lectura se torna pesada, previsible. Obedece a varios motivos. El primero, pero no el más importante, es el hecho ya mencionado de que Tortosa abunda en tópicos sobradamente conocidos: la imagen del eterno perdedor americano, sentado en la barra del bar junto a una copa de whisky, nos resulta familiar a todos. Todos sabemos cómo empiezan y cómo acaban las historias de esos perdedores, cuáles son sus motivaciones, etcétera. Quizás ello contribuya en cierta medida a generar esa sensación de pesantez. Ahora bien, en mi opinión, los problemas fundamentales de Trazos en falso tienen que ver con la confusión entre narrador y personajes, y con la construcción de los diálogos. Respecto a esto último, todos y cada uno de los personajes que aparecen en la obra parecen manifestar una tendencia al existencialismo filosófico muy llamativa, teniendo en cuenta que la mayoría son oriundos de una zona rural. Granjeros, parados, trabajadores temporales, solitarias amas de casa, desesperados clientes habituales del bar del pueblo. Todos ellos, con independencia del desarrollo de los hechos, tarde o temprano enuncian soliloquios relativos a la fugacidad del tiempo, el sentido de la vida o la diferencia entre causalidad y casualidad. Los diálogos no son creíbles y llegan a resultar tediosos; no son naturales ni reflejan el habla que uno esperaría del habitante medio de Albert Lea.
Por otro lado, respecto a la confusión entre narrador y personajes, ocurre que no solo todos los habitantes de Albert Lea piensan del mismo modo, sino que ese enfoque existencial se apodera del tono de la narración. De esta manera, Trazos en falso termina adquiriendo los tintes de un monólogo en el que constantemente se repite la misma idea, esa imagen recurrente del perdedor americano, que alcanza tanto al narrador, como a los distintos personajes, como al propio pueblo. A ello no ayuda el uso que Tortosa hace de las formas narrativas, pues en ocasiones utiliza la tercera persona y adopta el tono de un observador imparcial, otras veces utiliza un narrador testigo en primera persona, y otras utiliza la primera persona para exponer el enfoque subjetivo de un narrador protagonista. Dado que en cualquiera de las fórmulas que utiliza mantiene idéntico el tono narrativo, genera muchísima confusión y transmite esa impresión de monólogo interior que sin duda entorpece la lectura.
Pese a todo, Trazos en falso, como decía antes, posee elementos muy destacables en lo que respecta al uso del lenguaje. Resulta muy valorable el empeño por generar fórmulas alternativas y cuidar el lenguaje de la manera en que lo hace Tortosa. La mayoría de relatos, tomados en sí mismos, merecen la pena. Sin embargo, los fallos mencionados en cuanto a estructura narrativa y de conjunto, así como la repetición de tópicos y la insistencia en los mismos patrones, provocan una lectura ardua en la que el lector va perdiendo el interés a medida que avanza.