Año: 2018
Editorial: Cazador de Ratas
Género: Novela (Fantasía, aventuras)
Quien no se aventura, no ha ventura
Hace algunos años, Javier Ikaz y Jorge Díaz tuvieron la genial idea de crear una web llamada Yo fui a EGB. Con ella pretendían acercar los años 70, 80 y 90 a quienes, como yo, estudiamos la extinta Educación General Básica. Tal fue su éxito que decidieron escribir un libro, y otro, y otro… A día de hoy son cuatro los volúmenes publicados, a los que hay que sumar un juego de mesa y un concurso televisivo, todos basados en los contenidos de la web.
Os preguntaréis a qué viene todo esto, si el libro que vamos a reseñar hoy se llama La llave de los misterios y su autor, el gaditano Jesús Relinque, nada tiene que ver, a priori, con los citados Ikaz y Díaz. Tened un poco de paciencia, todo quedará aclarado en las siguientes líneas.
La llave de los misterios es la primera novela de Relinque, conocido en el mundo de los videojuegos y la programación por el apodo de Pedja. Pese a haber publicado con anterioridad varios ensayos y relatos cortos, es con esta novela de aventuras ambientada en su Cádiz natal con la que se estrena en formato largo.
La acción se sitúa en el año 1989. Juan es un niño de 11 años que estudia sexto de EGB (primera conexión con lo expuesto al principio) en el colegio San Felipe. Sus grandes aficiones son la lectura y los videojuegos. En una de sus habituales visitas a la Biblioteca Municipal descubre un libro, aparentemente de programación, que no duda en llevarse a casa para sacarle todo el partido posible. Al llegar al piso descubre que en su interior oculta una obra muy distinta a la que esperaba, cuyo contenido le llevará a vivir múltiples aventuras rodeado de objetos mágicos, árboles con voluntad propia, fantasmas resentidos, laberintos, casas embrujadas y mucho más.
Mientras volvía a impregnarse con el olor de los libros antiguos, miró a su alrededor y comprobó que la habitación permanecía inmutable. Era como si el tiempo viajara en tren y siempre pasara de largo aquella estación.
He de reconocer que la lectura de los primeros capítulos de La llave de los misterios (con el paso de las páginas a uno se le va haciendo el cuerpo) me abrumaron con las infinitas referencias a los años ochenta (he ahí la íntima conexión con Yo fui a EGB): ¿Quién no recuerda los Bollycao de chocolate y su envase dorado, películas como Los Goonies, canciones de La Unión, series como Los Fraggle Rock, programas como Planeta Imaginario, Barrio Sésamo, Un, dos, tres o El precio justo, la doble pletina, los relojes de cuerda, el Cinexin (el primitivo, no el de ahora), las cámaras de fotos instantáneas Polaroid, los teléfonos con dial de rueda o los zombis del Ghost´n Goblins? También aparecen referencias a muchos libros que fueron devorados con devoción por niños y jóvenes egeberos, casos de La historia interminable, El principito, El nombre de la rosa, El hobbit, la colección de Elige tu propia aventura y un largo etcétera.
No obstante, La llave de los misterios va mucho más allá de una colección de innumerables referencias ochenteras. Desde las primeras páginas, el autor logra atrapar al lector y convertirlo en protagonista de la aventura que quiere contar. Además de presentar a la familia de Juan (imposible no sentir una ternura infinita por Eulogio, su abuelo), Relinque pone en escena uno a uno a los componentes del Club de los Pringaos: Emilio el Fosquito, Cecilio el pelirrojo, David Ruiseñor y Marta la Conejo. Juntos intentarán descifrar y seguir las pistas que al parecer contiene el libro de Juan y vivirán innumerables aventuras recorriendo los Lugares de Poder que esconde el Cádiz más oscuro.
Y hasta aquí puedo leer en cuanto a la sinopsis del libro, para evitar destripes no deseados. Pasemos a otros aspectos de interés de la obra, que son muchos.
Para empezar, el retrato que hace Relinque de una clase de sexto de EGB de 1989 es, sencillamente, magistral. Y sé de qué hablo, creedme, porque quien esto escribe nació en 1978, por lo que en 1989 tenía 11 años, la misma edad que el protagonista de la novela.
Uno de los puntos que más llaman la atención de la edición es la introducción de códigos QR repartidos por toda la obra. Utilizando cualquier lector de dichos códigos (existen aplicaciones gratuitas para ello) el lector, valga la redundancia, podrá ver vídeos de aquello a lo que hace referencia el texto. Muy interesante para quienes no vivieron la época en la que se desarrolla la acción y no conocen los programas de televisión, las series o la música de aquellos años.
Ay, Juan. Si algo he aprendido durante mi dilatada experiencia como lector es que existen ciertos libros de los que es preferible no hablar porque dichos libros son… especiales. Deben llegar al lector de forma natural. Nadie debería imponer la lectura de tales ejemplares. Nadie.
Relinque refleja en las páginas del libro un buen número de calles y lugares de Cádiz, algunos bastante desconocidos para quienes no somos de allí, pero logra que el lector quiera saber más sobre dichos lugares y su historia. La leyenda también está presente en las páginas de La llave de los misterios. Es más, son leyendas las que sirven de guía para desentrañar muchos de los misterios que contiene el libro que Juan sacó de la biblioteca.
Otro de los puntos fuertes del libro reside en la capacidad del autor a la hora de contar historias dentro de la historia principal, que ayudan a contextualizar la acción y el objetivo que persiguen los protagonistas. Las escenas están muy bien descritas. Relinque logra crear un clima de suspense y tensión narrativa que aporta fluidez a la novela. El uso de acertijos, pese a ser un recurso típico de este tipo de obras, está muy logrado y en ningún momento perjudica la lectura.
Literatura juvenil de calidad
Al terminar de leer La llave de los misterios, con el buen sabor de boca de haber disfrutado de la lectura y con el amargor de su conclusión, reflexioné sobre mi personaje favorito de la novela. Y descubrí que mi personaje favorito no era Juan ni ninguno de sus compañeros del Club de los Pringaos, sino Eulogio, el abuelo. No quiero desvelar su importancia en la trama, pero su personalidad, el ser poseedor de una envidiable biblioteca, su uso recurrente del refranero popular y la sabiduría que desprende (no os perdáis su reflexión sobre la pérdida de la imaginación y las pérdidas que sufrimos con la llegada de la adultez) le convierten en personaje principal, cuya impronta impregna toda la obra pese a que los protagonistas de la acción sean otros.
He de confesar que cuando comencé la lectura temía que se tratara de una típica novela juvenil de aventuras que no interesara a lectores que hubieran superado la adolescencia. Me equivoqué. La llave de los misterios contiene argumentos suficientes para que incluso cuarentones como yo pasemos un buen rato entre sus páginas, definiendo los contornos etéreos del velo que delimita y disocia el Cádiz luminoso y terrenal del Cádiz oscuro y sobrenatural.