Sergi Álvarez: Alan Smithee no salvó el mundo

Alan Smithee no salvó el mundo. Libros Prohibidos

Año: 2018
Editorial: Orciny Press
Género:
 Novela corta (ciencia ficción/humor)

Una pesadilla Serie Z, pero por lo menos te ríes

No paramos, no paramos. Hoy, sesión doble de reseñas de obras que entran en la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2018. Este año vamos a volver a batir el récord de participación, si no lo hemos batido ya. El día 1 de octubre haremos recuento justo antes de anunciar a los finalistas de esta edición y mostraremos todos los números. Vamos ahora con la reseña que nos corresponde, Alan Smithee no salvó el mundo, de Sergi Álvarez, tercer libro suyo que comentamos en esta web. Así somos, Sergi, nos va la marcha.

Alan Smithee no quiere tener hijos y para evitarlo es capaz de provocar el apocalipsis.
Esta es la historia del día del fin del mundo contada por el propio Smithee. Sin mentiras ni omisiones. La verdad sin pelos en la lengua. Y es que, además de escritor pulp de dudoso éxito, es esa clase de tipo que suele decir cosas como: «Yo no soy racista, pero…» o: «Yo no soy machista, pero…». Mezquino, cobarde y conspiranoico, se verá mezclado con organizaciones criminales dedicadas al tráfico de animales fantásticos y con agencias gubernamentales secretas. Vivirá delirantes persecuciones, secuestros, golpes bajos, tiroteos y explosiones. Descubrirá que los monstruos existen y comprará un perrito muy mono a precio de ganga.
Si todo depende de Alan Smithee, el mundo está condenado.

Es innegable que estamos viviendo un momento dulce para la literatura de género escrita en español. A la gran hornada de títulos de estos últimos años, se le ha sumado la irrupción de un buen montón de autoras que ya no son invisibles y que lo demuestran a base de publicaciones de calidad. Pero eso no es todo, ni mucho menos, ya que hay otros focos que empiezan a arder con fuerza dentro del fandom y a destacar por su producción y su poca vergüenza. Me estoy refiriendo a gente como Bandinnelli, Pablo García Maeso, R. R. López, Noa Velasco, o el propio Sergi Álvarez. ¿Qué ocurre con esto? Pues que a lo tonto a lo tonto, publicando y publicando movidas, y juntándose para liarla en tropel —es mítica la que armaron en el Celsius de 2017 varios de los mencionados junto a Ángel Sanchidrián, Sergi Escolano y Abel Amutxategui— están montando su propio movimiento alternativo de literatura fantástico-cachonda. Y es una gran noticia.

Pero vamos con Sergi Álvarez, que es quien hoy nos interesa. Este autor, ya curtido en unas cuantas batallas, sabe que la primera victoria de un libro de humor está en el título, y ahí demuestra su primera virtud. Lo hizo con el ya mencionado Nunca digas Vodka, nunca jamás y lo repitió con McGuffin contra el defecador del hoyo ocho. Y ahora, con Alan Smithee no salvó el mundo, se apunta un nuevo tanto en su colección de títulos atraelectores. Bien jugado. Para quien no lo sepa, Alan Smithee no es un personaje inventado por Sergi Álvarez, sino que es alguien que, bueno, no existe realmente. Se trata de un seudónimo utilizado por cineastas que, sea por el motivo que sea —normalmente por el grado de cutrismo alcanzado por culpa de otros miembros del equipo— no desean que su nombre aparezca en los títulos de alguna película. Este efecto potencialmente cómico es aprovechado por el autor para construir toda la trama —por llamarla de alguna manera— de la novela. Porque este libro narra una historia que es un refrito descarado de películas más o menos reconocibles que van desde Gremlins a Tener y no tener. Efectivamente, es un caos que ni la M30 a las 8 de la mañana de un lunes 1 de septiembre.

Vodka. Alan Smithee no salvó el mundo. Libros Prohibidos

Lo cierto es que Alan Smithee… empieza un poquito flojo, recurriendo sin complejos a una «broma» que lleva 30 años sin ser graciosa, si es que en algún momento lo llegó a ser, que es poner a un personaje asiático a pronunciar la «l» en lugar de la «r». Eso no auguraba nada bueno, aunque por suerte, de todo se sale; es algo temporal y para cuando aparecen Orson Welles y Lauren Bacall —sí, como lo oyen—, la obra ya ha remontado el vuelo y está ofreciendo sus mejores diálogos. Y no es que llegue a alcanzar nunca un humor demasiado sofisticado, pero te ríes, que es para lo que hemos venido.

Son tantas las referencias al séptimo arte —de hecho, la acción se desarrolla en un cine—, que podría parecer que Alan Smithee… es un homenaje bizarro y muy sui generis a estas películas que tanto nos han dado. Pero pronto comprendemos que no, que lo que Sergi Álvarez pretende, además de hacernos pasar un buen rato, es resaltar las películas cutres, las malas, las que apestan aunque en ellas aparezcan superestrellas inigualables. Un auténtico monumento a la Serie Z más atroz, aunque, en mi opinión le han faltado ninjas y seres de otras dimensiones. Es que nunca llueve a gusto de todos, dicho que es válido para todos los mortales a excepción de los gremlins, claro.

—¿Acaso tengo mal aspecto? —me preguntó, echándome el humo a la cara. El filtro del cigarrillo estaba teñido de carmín. El pulso se me aceleró.
—Para nada. Está usted estupenda —repuse, cada vez más azorado.
—Vaya, es usted un poeta ¿verdad?
—Bueno…
—Vamos, puede mejorarlo.
—Está usted de muy buen ver.
—Flojo. Inténtelo con más ganas. Sin miedo, que no me como a nadie.
—¡Está usted de toma pan y moja!
—¿Quién es usted, Paco Martínez Soria? ¡Haga un esfuerzo, por Dios! ¡Que no es tan difícil!
—¡TIENE USTED OJOS DE MUJER FATAL! —exclamé, por fin.

A lo Torrente

Aparte del batiburrillo que compone el cuerpo principal de esta novela corta, el motor cómico de la historia es el propio personaje de Alan Smithee. El autor explota con buen tino las posibilidades de un tipo despreciable, retrógrado, mezquino, cobarde y con todos los defectos que queráis ponerle. Una especie de Torrente suelto en mitad de una peli de terror hollywoodiense. Y es verdad que disfruté bastante más con, precisamente, otra obra del autor cuyo título es menos impactante, El silenciador. Esa me pareció una obra más bruta, más descarnada, más auténtica, más atrevida y más irreverente. Esta, en cambio, la he visto algo más forzada, más artificial, lo que no quita que me haya hecho pasar unos buenos ratos. Pero no aguanta bien la comparación. Y es que cuando sabes de lo que es capaz Sergi Álvarez, cuesta no exigirle lo mejor.

Voy a seguir leyéndole y, si os queréis reír, os aconsejo que hagáis lo mismo. Si no, os suelto a Bogart para que os convenza:

Bogart dejó de golpear a Welles, pero no lo soltó. Al mirarme me dedicó una de sus sonrisas ladeadas. Una de esas que tienen guardadas los hombres como él para situaciones desesperadas. Esas sonrisas descaradas que dicen: «La hemos cagado, pero que se note que nos importa un comino».

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