Título original: The Borrowers / The Borrowers Afield
Idioma original: Inglés
Año: 1952 / 1955
Editorial: Blackie Books (2015)
Género: Novela juvenil
Valoración: Muy recomendable
Hace unas semanas nos llegó un ejemplar de Los incursores de la mano de Blackie Books (¡gracias!). Desde el primer momento me llamó la atención, no ya solo por la cuidadísima edición, que también, sino por ser un clásico de la literatura juvenil inglesa, algo hacia lo que tengo especial predilección. Y es que los británicos tienen un dominio absoluto de este género. Sin duda, no hace falta que cite ejemplos. El caso es que cogí este libro con muchas ganas, y me he tomado mi tiempo, lo he bebido a sorbitos, saboreando cada página, y ahora que por fin lo he terminado puedo decirles, con total confianza, que es una auténtica delicia.
Por el título, Los incursores, la verdad es que no me sonaba nada. Al ver el título en inglés, The Borrowers, me acordé de aquella prescindible película protagonizada por John Goodman. La que adaptó al cine Hayao Miyazaki y que se supone que es la buena no la he visto, así que tenía poca (y nefasta) experiencia con estos seres. Este libro ha conseguido que me enamore de ellos. Déjenme que les ponga en situación. Los borrowers, o los incursores, como reza la espantosa traducción al español (ya, ya sé que era la mejor que había, que viene de largo y no tiene la culpa el pobre traductor de Blackie Books, que la alternativa sería la cacofónica expresión “los que toman prestado,” que sí, que ya, pero no por ello deja de producirme sarpullidos), son unos seres de forma humana pero mucho más pequeños, que viven bajo los suelos de las casas y que sobreviven a base de incursionar en las habitaciones de los dueños y tomar prestado aquello que puedan necesitar para salir adelante, desde alimentos hasta pequeños objetos (alfileres, imperdibles, trozos de tela…).
Hay que empezar diciendo que la idea en sí es maravillosa. Todos hemos experimentado la sensación de pero-dónde-coño-he-puesto y la de juraría-que-estaba-aquí, y todos hemos sido testigos una y otra vez de la desaparición de horquillas, gomas del pelo, calcetines, etc. que parecen tener vida propia y un buen día se esfuman para no volver a verse más. Norton se aprovechó de esta vivencia común para crear a estos entrañables seres, y llegó a escribir hasta seis novelas distintas con ellos como protagonistas. La edición que nos ocupa contiene las dos primeras de la serie: Los incursores y Los incursores en el campo.
Los protagonistas son Arrietty Clock y sus padres, Pod y Homily Clock. Todos juntos viven bajo el reloj de un gran caserón (de ahí su apellido). Pod es el experto en incursionar para que la familia salga adelante, Homily es una ama de casa mandona pero conforme con su vida, y la pequeña Arrietty está harta de vivir en la oscuridad del subsuelo y sueña con explorar el mundo exterior. Cuando su padre decida dejarla salir para enseñarle a incursionar, ella tendrá la buena o mala fortuna de ser “descubierta” por un chico humano que vive en la casa. A partir de ese momento, su vida dará un vuelco y se sucederán toda serie de aventuras.
Hay que destacar dos cosas de la escritura de Norton. Primero, la maravillosa imaginación que tiene y la cantidad de detalles que le ha dado al texto. Fue capaz de meterse de lleno en la piel de seres tan pequeños y pensar el nuevo uso que se le podría dar a los objetos humanos desde esas dimensiones. Así, los dedos cortados de los guantes se convierten en saquitos, los sellos postales se usan de cuadros, una caja de cerillas puede ser una cómoda, etc. Las meticulosas descripciones logran trasladar al lector a este nuevo mundo, sin resultar tediosas en ningún momento (y lo dice alguien a quien le suelen aburrir sobremanera las descripciones). La segunda cosa a destacar es el sutilísimo sentido del humor de la autora. No sé si es cosa del carácter inglés y su amor por la ironía, pero a veces me dio la sensación de que los chistes iban dirigidos a los adultos que pudieran aventurarse en la lectura de esta novela. En cualquier caso, me ha provocado más de una carcajada.
Aparte de estas dos virtudes innegables, la historia en sí es buena, muy divertida, con giros argumentales constantes y momentos de tensión a raudales. Pero ante todo, tiene que ser maravilloso leer esta novela con 9 o 10 años, cuando se es tan proclive a dejar que la imaginación tome las riendas, y soñar con los incursores que puedan encontrarse en cualquier rincón de la casa. Si tienen hijos, no lo duden, lean con ellos esta joyita y déjense llevar. Es una ocasión perfecta para volver a ser niños por un rato.