Título original: Kishibe no Tami
Idioma original: Japonés
Traductores: Rumi Sato y José Pazo Espinosa
Año: 2010
Editorial: Nocturna (2016)
Género: Narrativa
Valoración: Está bien
Hay dos tipos de fantasmas. Están, por un lado, los recuerdos que nunca terminan de irse del todo, y que no son de ningún modo algo sobrenatural ni extraño. Y por otro están los espíritus, los que de pronto aparecen para pedir un último favor a los que continúan en la tierra o para asolar a una familia en una enorme casa en el campo. Y una noche, Mizuki pasará de convivir con el primer tipo a encontrarse en su salón con el fantasma de categoría dos: su marido, muerto desde hace tres años. Y le acompaña a realizar un viaje a la costa.
El hecho de que Viaje a la costa gire en torno a una aparición fantasmal no la sitúa, creo yo, dentro de la literatura fantástica. Es más, diría que muy poca diferencia existe entre los espíritus y los recuerdos, al menos aquí. Yumoto trata el tema con tal delicadeza que todo parece estar recubierto por una neblina que impide ver lo que realmente pasa. La narración es sutil, tranquila, acompasada. Es la historia de una mujer intentando cerrar el círculo al que le llevó la muerte de su marido. De hecho, pese a aparecer este, no tiene ninguna importancia, pues se nos habla de ella, de cómo soportó la desaparición, de cómo lo buscó después, de sus relaciones con el resto de la gente. Y sí, por supuesto, en un viaje que no habría sido tal de no haber sido por la reaparición del marido, pero ¿qué más da? ¿Qué importa que sea palpable y no tan solo una evocación de la memoria? Yusuke (y el viaje) es tan solo una excusa para hablar del duelo, del dolor e incluso del perdón.
Me ha gustado mucho por esto: porque parte de una premisa muy sencilla y consigue un sentimiento muy patente en la obra, gracias sobre todo a la forma de contarlo y a la forma que tienen los personajes de dialogar. Estos son los puntos fuertes del libro, personajes y diálogos, pues son los que verdaderamente motivan el crecimiento del conflicto; son los puntos en los que se ve cómo Mizuki va desarrollando sus sentimientos con respecto a la muerte de su marido. Su reacción frente a esto y su relación con las personas de su vida son lo más interesante. Aquí la autora hace un muy buen trabajo, también porque cuenta con una sensibilidad muy agradable: todo se desvela en sueños, en visiones y reflexiones en torno a los lugares que aparecen. No hay demasiadas descripciones del viaje, sino que se centra en la gente y las acciones que los personajes realizan, pero me parece un método que podría calificarse de brillante y que funciona bien hasta cierto punto. Es precisamente esto lo que más me ha gustado: pese a que siempre hay un cierto interés por el peculiar Japón en el que se desarrolla la novela, este no pide una descripción, no es un mundo fantástico con unas normas y un mapa, sino una suerte de tierra onírica que se da por sentado. No es necesaria la descripción para comprender cómo es debida la obra, y es por esto por lo que me da tanta rabia que, al final, todo sea una bola de humo.
Cuando lees Viaje a la costa, no da la impresión de estar descubriendo nada fuera de lo normal. Sí, ves aspectos interesantes en referencia a una serie de sentimientos, ves el desarrollo del duelo, ves la perspectiva original que implica el viaje con un fantasma, pero tampoco reporta demasiado sentir. Me falta vida. Las páginas van pasando y no hay nada que arraigue ni cale demasiado como para recordar una vez que termina la lectura: así, el poso que se queda, el análisis posterior, es mínimo. Y esto, que no tendría por qué suponer algo negativo de por sí, lo hace cuando el planteamiento de la novela da la sensación de poder dar más de sí. Precisamente me esperaba (tanto al leer la sinopsis como al comenzar a ver la narración y la sensibilidad de la autora) que al final la reflexión fuese mayor. Ya no sé si es problema mío o de la obra, pero lo cierto es que, pese a que la encuentro una lectura agradable, no tiene todo lo que considero necesario para convertirse en una obra recomendable. Está bien, pero no tanto. Se hace corta, vaya.
Por todo esto considero que pese a ser una obra de lectura amena, Viaje a la costa no se cuenta entre los libros que yo recomendaría. Está bien, pero a la vez termina pasando bastante desapercibido; la forma de escribir de la autora, con una sutilidad muy interesante, se pierde en una narración que al final no motiva mayor reflexión. Me ha gustado cómo escribe Yumoto, no descarto leer la otra obra publicada en español (Los amigos), pero con respecto a este, vosotros mismos.