A los que nos dedicamos a este oficio, a menudo se nos pueden leer comentarios peyorativos indicando que determinada obra resulta muy comercial, o que hace demasiadas concesiones al gusto del gran público. Y ése es un defecto que a este humilde crítico le ha resultado siempre insoportable, hasta el punto de que cuando abro un libro, no puedo evitar pensar que el autor lo ha escrito siendo consciente de que existen personas que lo van a leer, y desde ese mismo momento está prostituyendo su escritura. La pureza de la idea original queda manchada por el mero hecho de pretender que sea leída.
Esta idea me ha estado obsesionando durante años, en los que me esforzaba por encontrar una obra que reflejara el alma del autor tal cual es, en lugar de su proyección hacia el exterior, y finalmente me había convencido de que era algo imposible de encontrar. Hasta que por casualidad, hurgando en el cajón de la cocina, vi la respuesta a mis inquietudes, un libro escrito sin la menor pretensión de llegar a ser leído jamás:
El manual de instrucciones del frigorífico LG GB5135SWCW.
Ahí estaba, intacto, como el día que llegó a casa, envuelto en una bolsa de plástico, mezclado con otros manuales, facturas de reparación, unos vales caducados del LiDL, el abrelatas modelo explorador que sólo aparece cuando no lo buscas, alguna chapa de refresco, alambres de pan Bimbo, un trozo de cuerda, pilas agotadas y todo el resto de la fauna y flora que suele poblar ese medio. Temblé de ansiedad. ¿Qué hacer? Lo tomé en mis manos y lo saqué de su envoltorio sin animarme a abrirlo, demorando ese momento tan esperado.
Por un lado me pesaba enormemente la responsabilidad. Yo iba a ser el primer humano que leería ese libro, y muy probablemente también sería el último, por lo que mi juicio iba a resultar definitivo. Pero luego me alivió pensar que lo que yo opinara de esa obra no iba a tener la menor trascendencia, ya que nadie iba a dejar de leerla por una mala crítica, o animarse a hacerlo por lo contrario.
Así pues, me senté en mi sillón favorito con una copa de vino y me dispuse a disfrutar del primer ejemplar de literatura pura que había caído en mis manos.
Y ahora sí, abandono los preámbulos y entro en materia, es decir, la crítica propiamente dicha.
Título original: Instrucciones de uso Frigorífico-Congelador
Idioma original: Multilingüe
Año: 2010
Editorial: Desconocida
Género: Inclasificable
Valoración: Ovación
La primera impresión es que se trata de una edición cuidada, multilingüe, bien compuesta y adecuadamente encuadernada. Como yo sí tengo la obligación de hacerme entender, usaré las citas de la parte del manual escrita en castellano ya que sospecho que la familiaridad de mis lectores con el idioma original, chino mandarín, es menor de la deseable.
Aunque sea contrario a las convenciones habituales en la crítica literaria, debemos manifestar, ya desde el inicio de este artículo, que nos hallamos ante una obra que sólo podemos calificar de sublime, y lamentar que esté destinada a permanecer en la más obscura ignorancia. Nuestro anónimo autor muestra un firme pulso literario en una audaz mezcla de géneros y estilos, desdeñando con decisión los límites de cualquier encasillamiento que pudiéramos intentar.
Así la primera parte del opúsculo – me atrevo a llamarlo de esta forma por su corta extensión, apenas 28 páginas incluyendo ilustraciones – parece pensada para sugerir nuevos caminos al trillado género de la novela negra, empleando el insólito formato de aviso de prevención de riesgos. Dichos avisos, en apariencia inocentes, cuando no ridículos («No se cuelgue de la puerta, de los estantes de la puerta, de la barra hogar del congelador ni de la cámara frigorífica», «Tenga cuidado al abrir o cerrar las puertas del refrigerador, ya que podría dañar a las personas que se encuentren cerca del aparato» o «No coloque animales vivos en el interior del refrigerador») alcanzan unas cotas de dramatismo escalofriantes cuando advierten de las consecuencias de no seguir esos consejos («El refrigerante que escape de los tubos se puede incendiar o provocar daños en los ojos», «Evitar que los niños queden atrapados en su antiguo frigorífico», «Si coloca el refrigerador en un lugar inestable, al abrir y cerrar la puerta podría caérsele encima y.» – Sí, han leído bien: «y.»)
Mas no pensemos ni por un instante que la obra permanece en ese terreno cercano a lo truculento, porque más adelante, en una pirueta antológica, el autor trasciende nuevamente los géneros al uso para adentrarse, en la sección dedicada a la Instalación y Funcionamiento, directamente en el ámbito de la metafísica y el inferencialismo rabiosamente contemporáneos. Es asombroso cómo de un plumazo consigue hacer que se tambaleen las teorías de Ludwig Wittgenstein («La temperatura interior real varía dependiendo del estado de los alimentos, ya que la temperatura indicada se facilita a modo de referencia; no se trata de la temperatura real dentro del frigorífico»). O cómo ridiculiza sin piedad la inacabable disputa entre las escuelas filosóficas continental y anglosajona («Si no encuentra alguna de estas piezas en su aparato, debe tener en cuenta que pueden ser piezas que sólo se utilizan en otros modelos»).
No se asuste el lector pensando que se trata de un trabajo de difícil digestión o sólo apto para especialistas. Es una obra ligera y me atrevería a decir que insólitamente divertida, como se comprueba en los capítulos siguientes («Recomendaciones relativas a conservación de alimentos, Cuidados y mantenimiento») en los cuales nos seguimos encontrando con un creador en estado de gracia, capaz de escribir frases memorables, como: «Para poder regular fácilmente el mando de la temperatura, evite almacenar comida cerca de la esfera del mando de la temperatura». Me atrevo a utilizar el calificativo de genio para alguien que haya sido capaz de emplear la repetición de términos como recurso para enfatizar lo absurdo de tan fútil recomendación. También resulta memorable ese hilarante momento en el que bajo el epígrafe «Sustitución de la lámpara» se nos dice: «Utilice una lámpara LED de DC12V 0.75W.» para, a continuación, aclarar que «Si la lámpara LED resulta dañada, debe ser sustituida por el servicio técnico no por usted mismo». A mis sagaces lectores no les habrá pasado inadvertida la ausencia de coma junto a la palabra «no»; ¿debería ir antes o después? Brillante, bri-llan-te.
De nuevo los calificativos se agotan cuando llegamos al capítulo dedicado a Localización y reparación de averías. Sólo el talento de los mejores es capaz de producir el despliegue de precisión, ingenio y suspense que muestra dicha sección. Baste un ejemplo donde luce en todo su esplendor la fusión de terror y humor que caracteriza esta fascinante publicación.
Problema:
El frigorífico despide mal olor
Causas:
Los alimentos que despiden mucho olor deben guardarse herméticamente o envolverse.
Compruebe si hay comida estropeada.
El interior necesita limpieza. Remítase a la sección LIMPIEZA.
Lo fácil y lo obvio hubiera sido que esta última sección quedara como apoteósico final; mas nuestro escritor, o mejor, Escritor, no es amigo de los recursos manidos y nos ofrece como colofón dos páginas sobrecogedoramente bellas tituladas: «Para invertir el sentido de apertura de las puertas». Ahorraré al lector la enumeración de las precauciones señaladas al comienzo de este epílogo; discúlpese que, en aras de no ser reiterativo, las reserve para mi disfrute. Pero no me resisto a compartir un párrafo tan excelso como éste:
Coloque la bisagra inferior separada y colóquela en la bolsa, extraiga la bisagra inferior izquierda de la bolsa y coloque la bisagra inferior izquierda en el orificio inferior de la izquierda del congelador y apriete el perno. Para conectarla correctamente, tras fijar la cubierta inferior en la posición normal, alinee la puerta del congelador en el perno de la bisagra inferior. Invierta la bisagra media separada y la bisagra de la hoja para montarlas. Coloque el casquillo y la arandela juntas para apretar el perno. (Al apretar el perno, tenga cuidado de no arañar el embellecedor de la tapadera de la parte superior de la puerta del congelador).
Sobran comentarios.
Y termino con la frase que cierra el capítulo y la obra, y que, de forma magistral, logra transmitir con el mínimo de palabras toda la paleta de sensaciones que hemos experimentado durante la lectura: «El proceso de inversión del sentido de apertura de las puertas no está cubierto por la garantía».
¿Se puede pedir más?
Reciclado por Lord Day de El Canario Nihilista