Robert Jordan: El ojo del mundo

El ojo del mundo. Libros Prohibidos

Título original: The Eye of the World (The Wheel of Time #1)
Título completo:
El ojo del mundo (La rueda del tiempo #1)
Idioma original:
Inglés
Año:
1990
Editorial: Timun Mas (1990) / Reedición en Minotauro (2019)
Género:
Novela (fantasía épica)

Siguiendo la senda

Una de las sagas más épicas, tanto por temática como por extensión y alcance de la fantasía, digamos, anterior a la inmediata actualidad, ha sido sin duda La rueda del tiempo, de Robert Jordan. Ahora, 30 años después de su lanzamiento, Minotauro se embarca en la también épica labor de reeditar los 14 tomos de este clásico. Y yo aprovecho para hincarle el diente y sumergirme también en semejante universo. Con todos ustedes, El ojo del mundo.

La vida de Rand Al’Thor y sus amigos en Campo de Emond ha resultado bastante monótona hasta que una joven misteriosa llega al pueblo. Moraine, una maga capaz de encauzar el Poder Único, anuncia el despertar de una terrible amenaza. Esa misma noche, el pueblo se ve atacado por espantosos trollocs sedientos de sangre, unas bestias semihumanas que hasta entonces se habían considerado una leyenda. Mientras Campo de Emond soporta la ofensiva, Moraine y su guardián ayudan a Rand y a sus amigos a escapar.

No he necesitado investigar casi nada para entender la importancia de La rueda del tiempo en la fantasía que conozco de primera mano, aquella con la que me he criado. Ha sido empezar a leer las primeras páginas de El ojo del mundo y comprender. Para aquellos que empezamos a desarrollar nuestro frikismo en los 90, esta obra supone un pistoletazo de salida para la mayor parte de las aventuras que luego iríamos conociendo. Es algo así como unas instrucciones que, por algún motivo, todos seguíamos a rajatabla. E incluso nos extrañábamos cuando no aparecían. Qué cosas.

El ojo del mundo. Castillo. Libros Prohibidos

No importaba que fuera una serie de televisión, una película, un libro, un juego de rol o un videojuego: cualquier cosa que oliera lo más mínimamente a fantasía en esos años seguía la senda fijada por obras como El ojo del mundo y sus sucesoras. Bueno, para ser justos, como veremos más adelante, esto no es 100% un invento de Robert Jordan, pero sí que sirvió para establecer unos parámetros bastante estrechos que apenas se verían tocados hasta que llegaran monstruos como Martin, Rothfuss, Abercrombie o Sanderson.

Sanderson, por cierto, fue el encargado de terminar los últimos libros de Robert Jordan, cuya prematura muerte, por desgracia, se le echaba encima. Dado el amor que luego demostró el, por aquel entonces, joven Brandon por las sagas compuestas por tochazos, fue una inmejorable elección.

En fin, que no quiero ponerme más pesado de la cuenta con esto, pero insisto: La rueda del tiempo es una saga que sabe a RPG en 16 bits, a expansión de las primeras cartas Magic, a juego de rol, a serie de ridículo presupuesto, a cómic, a velada de cine de verano con bocata de tortilla. Y si este último alegato no hace que todos los aficionados a la fantasía de mi generación se lancen a por la nueva edición de El ojo del mundo, yo ya no sé qué hacer.

Al contemplar, en su carrera, las desoladas colinas que lo rodeaban, a Rand le latía con fuerza el corazón. Aquél no era simplemente un lugar adonde la primavera iba a llegar con retraso; la primavera nunca lo había visitado ni lo visitaría jamás. Nada crecía en la gélida tierra que crujía bajo sus botas, ni tan sólo una mancha de liquen.

Claro, todo lo dicho hasta ahora tiene un pequeño inconveniente que puede convertirse en muy grande para los lectores de fantasía actual: En El ojo del mundo nos encontramos con TODOS —sí, todos, no exagero— los elementos de fantasía prototípica de los que llevamos ya algún tiempo renegando. El viaje del héroe, el aprendizaje, el elegido, la huida, el grupo de amigos, la lucha del bien contra el mal, la profecía, el mundo medieval al estilo centroeuropeo, la mitología MUY influenciada por el mundo celta y nórdico… Es que no le falta ni uno.

Esto, que en su momento era símbolo de buena salud y entretenimiento asegurado, hoy en día ya suena un poco a correa que chirría, a lugares comunes vistos mil y una veces, a recurso manido que, en realidad, no es necesario para montar una buena historia —como ya nos han mostrado tantos autores y autoras—.

Por supuesto que de nada de esto tiene culpa Robert Jordan; él escribió una serie de libros con los mejores ingredientes que por entonces se despachaban. Y lo hizo muy bien, a tenor del éxito cosechado desde el principio. Pero es posible que le resulte más complicado conectar con un público más joven, o con uno maduro pero que ya se ha habituado a obras también fantásticas, pero con otras dinámicas, otros objetivos, otros significados y otros escenarios. Es un factor a tener en cuenta.

La sombra de Tolkien es alargada

Claro, todos esos elementos que hemos visto antes ya aparecían en el libro de referencia de la fantasía clásica: El señor de los anillos. Obviamente, no estoy hablando de copia, ya que la obra de Jordan tiene un lenguaje distinto y ofrece nuevos matices —como por ejemplo la rebaja de la epicidad—. Pero, pese a todo, la sombra de Tolkien es muy alargada y sí que podríamos  hablar de continuismo tolkeniano.

De nuevo, no podemos juzgar esto desde el punto de vista actual. Hoy en día, una obra nueva que apostase por seguir erre que erre con libros a lo Tierra Media serían dejados de lado por su dificultad para despertar interés entre los fans. Pero en 1990, de cuando data El ojo del mundo, esto era lo más lógico y es así como debemos valorarlo.

Pero no nos quedemos en la odiosa comparación con el maestro y fijémonos en lo que tiene que ofrecer la obra de Robert Jordan, que es, a todos los efectos, mucho más ambiciosa, sobre todo en la extensión y el desarrollo de su universo. Sería bastante más atractiva si también hubiera querido llevar más allá las formas y el mensaje, pero no es ningún lastre insalvable, solo la puntualización de un friki empedernido.

Y, sobre todo, sería injusto no comentarlo, El ojo del mundo trae sus propias innovaciones —y sorpresas— y va creciendo mediante la trama avanza. Es algo que ocurre a lo largo de toda la saga, por supuesto, pero ya desde el primer libro se puede comprobar, especialmente desde la segunda mitad.

Según su versión fabulada, había quedado atrapado por las nieves invernales en una localidad minera de las Montañas de la Niebla, más allá de Baerlon. Estando allí llegaron a su oído leyendas referentes a un tesoro de la época de la Guerra de los Trollocs, oculto en las remotas ruinas de una ciudad llamada Aridhol.

Nada más que añadir, sus señorías. Mi opinión es que le deis un tiento a El ojo del mundo y comprobéis de primera mano si es algo para vosotros o no. Pero, cuidado, porque como os enganche os va a costar salir de este agujero negro de 14 libros más que de un Ikea en fin de semana. Quien avisa no es traidor.

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Fotos: Tim Rebkavets. Unsplash