Álvaro Sánchez-Elvira: El congreso de ingeniería literaria

El congreso de ingeniería literaria. Libros Prohibidos

Año: 2019
Editorial: El Transbordador
Género:
 Novela corta (ciencia ficción; humor)

Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019

He venido al futuro a hablar de mi libro

Yo no había oído hablar de esta obra hasta el preciso instante en el que me la recomendó Pablo García Maeso. Es difícil decirle que no a este autor, finalista de los Premios Guillermo de Baskerville 2017 por Sopa de elegidos, menos todavía si es en persona. Así que me lancé y lo compré en la misma caseta de Ediciones El Transbordador en el pasado Festival Celsius. ¿Qué cabría esperar de semejante recomendación? Que fuera tronchante, eso por descontado. Y así es El congreso de ingeniería literaria, mis queridos amigos, tal y como voy a contaros en esta reseña.

¿Un libro que contiene todos los libros que se han escrito? ¿Un desbloqueador neuronal para novelistas atascados? ¿Un artefacto que permite al lector adentrarse en la obra y vivir la narración como un personaje más? No es ciencia ficción; todo eso, y mucho más, como un torneo de fútbol que enfrenta a las principales escuelas de la crítica literaria, es lo que ofrece a los asistentes la vigésima edición del Congreso de Ingeniería Literaria, que este año se celebra en las soleadas costas de Antananarivo.
A Julien Perduy, corresponsal deportivo enviado por el sensacionalista periódico Nuevo Siglo para cubrir el evento, sin embargo, todo eso le trae sin cuidado. Los algoritmos que controlan todas las comodidades del mundo moderno parecen estar conspirando para amargarle el viaje y, por si fuera poco, no hay manera de lograr la tan ansiada entrevista (por su editor) con el Altex, la primera entidad de origen textual en desarrollar conciencia de sí misma.

Una gamberrada, así de fácil se puede definir la ópera prima de Álvaro Sánchez-Elvira. Utilizando como medio algo tan, en principio, serio, casposo y con olor a naftalina, como cabría esperarse de un congreso literario, el autor nos zarandea a base de bien con un humor de lo más refrescante. No es El congreso de ingeniería literaria la típica comedia que es un muestrario de chascarrillos uno detrás de otro. Aquí el autor se curra la ambientación, el momento, el absurdo, crea una serie de condiciones que fomenten el cachondeo y, entonces sí, explota cada una de sus posibilidades. Porque este congreso futurista que tiene lugar en Antananarivo —es importante no equivocar el número de «nas»— da mucho juego.

Los que estamos metidos en el mundo literario más de una vez nos hemos preguntado cómo será este en el futuro, cómo le afectarán las nuevas tecnologías; o si incluso tendrá sentido hablar de literatura dentro de un par de siglos —o incluso antes—. Todo esto lo resuelve Álvaro Sánchez-Elvira con un puñado de locos inventos, muchos de ellos expuestos en la misma sinopsis, que os enseño un poco más arriba. A partir de esta premisa, el protagonista debe enfrentarse, no solo a los inventos en sí, sino a sus consecuencias, dando lugar al disparate —claro— e incluso a movidas filosóficas que mucho ojito con ellas.

Obviamente, las coñas no vienen solo dadas por las situaciones que el autor es capaz de sacar de su propio mundo futuro, sino que también se sirve de elementos de la cultura popular y cosas sacadas de la actualidad. Y cuando hablo de actualidad me estoy refiriendo a la nuestra, ya que para los protagonistas de El congreso de ingeniería literaria nuestro momento es un pasado rancio, mal entendido y apenas comprendido. Pero no queda ahí la cosa, ya que, en una pirueta con doble tirabuzón, la broma sirve para criticarnos a nosotros mismos. Es especialmente ácido cuando se refiere al mundo editorial.

En cuanto a mis amigos, ellos no son pedantes, solo se lo hacen, que es una habilidad francamente útil en el periodismo moderno. Claro que quizá el resto de especialistas opine lo mismo de ellos. Puede que el sector entero sea una colmena de falsos pedantes que por temor a ser desenmascarados exageran hasta el paroxismo su pedantería; no me extrañaría, ha ocurrido más de una vez en otros ámbitos, aunque últimamente sólo se ha dado en ese extremo de la prensa del corazón, que es ya del todo ilegible (supongo que por eso me encanta).

El congreso de ingeniería literaria. Robot. Libros Prohibidos

Antes de cerrar este apartado, me gustaría hacer mención de dos de los que considero grandes aciertos de esta novela corta. El primero es que el autor encuentra una excusa para hablar en profundidad de títulos como La historia interminable y El Aleph y es algo que me parece increíble. Recordemos que esto es una comedia. Muy bien traído.

El otro acierto es más algo personal. No pega nada, pero Álvaro Sánchez-Elvira se las ingenia para meter un hilarante campeonato de fútbol en cuya fase final compiten las distintas escuelas de crítica literaria. ¿Raro? Totalmente. ¿Forzado? Definitivamente. ¿Cachondo? MUCHÍSIMAMENTE.

La narración como forma legítima de pitorreo

Si con todo lo ya expuesto todavía no tenemos suficiente arsenal cómico, El congreso de ingeniería literaria esconde otra arma, que creo yo que ya tiene que ser la definitiva. El autor se sirve de una narración en primera persona del protagonista, que se desmarca como un tipo repipi, redicho, algo prepotente y bastante capullo. Todo lo que se espera de un deportista deportivo, vamos. Con esta forma de expresión más propia del Siglo de Oro que del futuro, y por mucho que lo intente, Julien no consigue evitar que lo veamos como lo que realmente es: un loser como un piano.

Claro, esta forma de expresión no solo sirve para pitorrearse del protagonista/narrador —cosa que, por otro lado, está genial—, sino que termina de engrasar el invento, explotando la parte más ridícula de las situaciones y exacerbando el absurdo. Vamos, que perfila la obra para que sea redonda de principio a fin y para que deje un buen regustito al final en el lector. Garantizado.

Cuando uno se ve obligado a escribir sobre temas de los que no tiene la menor idea, como le ocurre a un mercenario de las letras como yo, se requieren altas dosis de inventiva y caradura, y hay casos en los que aquellas no bastan y no queda más remedio que buscar fuentes más fiables y fusilarlas sin piedad […] Más allá de los escrúpulos éticos que alguno objetará (y que a mí, plin), la impopular verdad es que copiando se aprende una barbaridad.

Por cierto, que no se asuste nadie con esta forma de expresarse tan rimbombante, que el texto fluye a la perfección y el libro se lee de tres sentadas. Os animo a comprobarlo.

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Fotos: Franck V. Unsplash